No solo fue la adversa situación económica, cuya responsabilidad en mayor parte recae sobre el gobierno.
Tampoco solo fue la inconmensurable testarudez de la cúpula gobierno-partido en los también inconmensurables llamados autocríticos que desde varios sectores revolucionarios hacían con desespero a la rectificación a tiempo.
Fue que también la escogencia de los candidatos fue un desastre y la campaña fue peor. La escogencia cupular de Cilia Flores pudo haber tenido sentido hace 4 años, pero ya con importantes responsabilidades de gobierno debió haber sido sustituida y reforzar las ayudas necesarias al presidente. Esa manía de imponer las esposas de los gobernadores en diferentes estados como candidatas parecía más un rasgo de nepotismo, que usar los mejores créditos de la revolución para sus mejores designios.
Haber despreciado básica información estadística de las encuestas, siendo que todas eran adversas y depositar toda la credibilidad en unas UBCH, en la mayoría de los casos popularmente desacreditadas por razones de inoperancia y dejadez política, fue más que tozudez, un desatino político.
La ostentación manifiesta en un importante grupo de “camaradas” candidatos, fue el peor de los dislates en la campaña. Lo de Mérida fue una vergüenza. La regaladora desesperada de comida, artefactos, real, etc. fue de espanto ante una población electoral que les cogió todo y después les propinó zapatero en las urnas.
Varios de los candidatos propuestos a Oriente y centro norte vivían en Caracas y se trasladaban a las regiones en aeronaves o luciendo ostentosos habitáculos de ruedas que a vidrios cerrados jamás dejaban el rostro de sus ocupantes a la intemperie. Era la locura del triunfalismo más primitivo. Hacían jornadas por celulares a diez mil bolos que solo comprarían la clase media alta, porque el pueblo estaba pendiente de la harina pan y el pollo. Pues, compraron sus celulares y jamás votaron por ellos. Al punto que desconocidos candidatos de la Mud, que nunca ni siquiera un cartel colocaron por los postes de los pueblos venezolanos, dieron barrida en las urnas electorales. Por eso se perdió feo. Y que la cúpula, responsable de esta derrota malinterprete esos resultados puede dar pie a la hecatombe socialista. No se trata de victoria de contrarrevolución alguna o de la ya desgastada “guerra económica”. Se trata de que más de dos millones de chavistas asqueados de tanta inoperancia en los dirigentes del gobierno, decidieran dar un empujón lateral a la revolución, a ver si es posible retomar el curso que alguna vez Chávez le diseñara.