"Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento", esta sentencia se le atribuye a Hipócrates, un médico de la antigua Grecia (400 a.C – 370 a.C), considerado padre de la medicina, sin embargo, un alemán se imputa la paternidad de este proverbio. Cualquiera que la haya enunciado no le faltó razón.
Los animales evolucionaron desde el más humilde organismo unicelular hasta llegar al dinosauro, para esto transcurrieron miles de millones de años. De igual modo, corrieron otros millones más para llegar al homo erectus, finalmente pasaron miles de años más para que este ser de aspecto simiesco llegara a convertirse en el animal irracional e ingrato llamado ser humano. Digo irracional, porque se necesita serlo para cometer tantas estupideces como en las que incurren los autoproclamados seres superiores.
Para llegar desde aquel minúsculo ente unicelular hasta el ser humano, la Tierra tuvo que rotar sobre su eje y trasladarse alrededor del dios Sol miles de millones de años. De igual modo, para que cada animal sobreviviera y metamorfosearse en otro tuvieron que seguir una dieta especial, la que le proveía la pacha mama. Con la pátina del tiempo muchos de estos seres vivos desaparecieron y otros, llegaron a evolucionar y presentarse tal como se conocen en la actualidad. Sin embargo, es bueno hacer una salvedad: los animales que sobrevivieron y conservan aún su estampa no han cambiado la dieta por miles de años. Las abejas, los tigres, los camellos, los monos, los elefantes, entre tantos de la fauna terrícola no alteraron su régimen alimenticio, esto les permitió sobrevivir por miles de años. Y no cabe duda, la única fuente de la cual provienen los alimentos de estos especímenes es de la sabia naturaleza, por una sola razón, tales sustancias son las únicas fuentes de energía para que los animales cumplan con sus funciones.
Nos asombramos cuando vemos el tamaño de una patilla, de una piña, de una yuca y contrariamente cuando observamos las legumbres como las caraotas, los frijoles, las cuales crecen en vainas y los cereales que prosperan en espigas, todos estos son fuentes de energía que posteriormente, una vez consumidos, son aprovechadas por los animales. La pregunta inmediata es ¿de dónde extraen estos productos la energía? La respuesta es sencilla, del dios Sol y de la madre Tierra, estos son los responsables de la energía contenida en las frutas, cereales, coles, hojas verdes, carnes rojas y carnes blancas.
La mayoría de las personas hablan del metabolismo: "tengo lento el metabolismo", "debo aumentar el metabolismo", "debo cambiar el metabolismo", sin tener claro qué cosa es este. Para quien lo desconoce: el metabolismo es el conjunto de transformaciones físicas, químicas y biológicas que en el organismo vivo experimentan las sustancias introducidas o las que estas se forman. Es decir, la cualidad que tienen los seres vivos de cambiar químicamente la naturaleza de ciertas sustancias. Estas transformaciones son imposibles si no existiera una fuente energética que haga posible estas mutaciones. En palabras sencillas, para que la lechosa entregue vitamina B1, B2, niacina y la vitamina C a quien la consume, la fruta debe poseer energía, además el organismo debe tener también energía para que dichas vitaminas se aprovechen y las trasforme en otras formas de energía, por ejemplo, energía cinética (caminar, correr…).
Por miles y miles de años los organismos, tanto animales como seres humanos, obtuvieron y obtienen las fuentes de energía de los alimentos provenientes de nuestro errabundo y hermoso planeta azul, esto es, de la tierra, del agua y del aire, no de un dispensador de comida. Sus vísceras y otros órganos están diseñados para metabolizar estos alimentos. Por muchos años los seres humanos ingirieron raíces (bulbos), vegetales, animales de caza y pesca, sus órganos no estaban programados para consumir comida procesada. Por una razón sencilla, los órganos del cuerpo no están dispuestos para metabolizar (transformar) productos sin contenido energético. Las personas que consumen alcohol se emborrachan porque el hígado no está diseñado, es decir, no posee enzimas, para metabolizar esta bebida, por esto el líquido pasa directamente al torrente sanguíneo y de allí al cerebro. En la naturaleza, en su forma natural no hay bebidas alcohólicas. Lo mismo ocurre con la comida chatarra, los embutidos, las frituras, con alto contenido de grasa, los órganos del cuerpo encargado de metabolizar las grasas, no lo pueden hacer cuando se ingieren en abundancia porque no poseen enzimas para esto, por lo tanto, lo almacenan y de allí la obesidad.
Voy a recurrir a un ejemplo, aunque no es el más apropiado servirá para el objetivo de este artículo. Los autos modernos se fabrican para usar gasolina de 95 octanos, es el combustible adecuado para conseguir del vehículo el mejor rendimiento. En caso de que el tanque se llene con gasolina de 91 octanos el auto no podrá subir una cuesta como lo haría con el combustible para el cual fue diseñado. De manera similar opera el cuerpo humano, este no evolucionó con comida chatarra ni con comida procesada. Simplemente porque durante la transformación y la elaboración de los comestibles el provecho de los alimentos naturales utilizados se pierde, junto a esto, la química y los colorantes agregado a los víveres que el cuerpo no metaboliza; estos solo sirven para engordar.
Los alimentos provenientes de la madre tierra, sin procesar, no solo son la fuente energética que permite, al metabolizarlos que se transformen en vitaminas, minerales y otros nutrientes que refuerzan al cuerpo para cumplir con sus funciones. Además de lo anterior, los alimentos sin procesar, con sus nutrientes, son los encargados de crear y reforzar el sistema inmunológico para enfrentar a los virus y las bacterias que se introduzcan en cuerpo. Razón tuvo Hipócrates cuando recomendaba una alimentación sana, esta es una medicina preventiva que contribuye a evitar las enfermedades. En otras palabras, el sistema inmunitario o inmunológico es el conjunto de elementos y procesos biológicos que le permite mantener la homeostasis o equilibrio interno frente agresiones externas, ya sean de naturaleza biológica (agentes patógenos) o físico-químicas (contaminantes o radiaciones), internas (por ejemplo células cancerosas) y reacciona frente aquellos (ya sea agresión interna o externa).
Lo anterior nos demuestra que las recomendaciones del viejo Hipócrates no estaban lejos de la verdad. Una alimentación sana balanceada le asegura una buena fuente energética que le permitirá al cuerpo cumplir con las funciones tantos intelectuales como físicas, además, de reforzar el sistema inmunológico para enfrentar y hasta curar algunas enfermedades. Esta debe ser balaceada, en el cuerpo humano existen muchos órganos que cumplen funciones específicas y para llevarlo a cabo deben conseguir de diferentes alimentos los nutrientes necesarios. No hay ningún alimento multivitamínico, tal como alguna pastilla que ofrecen los farsantes de los laboratorios farmacéuticos. Además, unas frecuentes sesiones de ejercicios físicos a la semana nunca están demás.
No soy experto en nada, pero tal como vemos, en el caso de la pandemia del covid 19, la mayoría de las personas atacadas por el virus padecen de la tensión, de diabetes, obesidad, enfermedades coronarias o de cualquier otra enfermedad. Es decir, los pacientes que han sido víctima del virus parecen tener un sistema inmunológico débil o frágil, en este caso el organismo es propenso a recibir los embates de un virus o de una bacteria o de una infección.
Es por esto que me referí a los seres humanos como ingratos y algunas veces irracionales. Estos intentan estimular a su organismo a metabolizar comestibles (no son alimentos) para el cual no está preparado. Así mismo, se comportan de manera irracional, insisten en maltratar al cuerpo que lo lleva y lo trae, a pesar de la información que existe sobre el daño acarreado por el consumo excesivo de azúcar, sal, gaseosa, frituras, grasas, alcohol, comida chatarra, embutidos, salsas, dulces elaborados con harinas, entre tantos que solo sirven para debilitar el sistema inmunológico. La alimentación sana y la buena salud van de la mano. Tiene razón Daniel Defoe, el autor de Robinson Crusoe, cuando expresó: "Todo nuestro descontento por aquello que carecemos procede por la falta de gratitud por lo que tenemos". Algunos carecen de salud por el empeño de destruir su templo sagrado, que es el cuerpo. Lee que algo queda.