Lunes, 18 de enero de 2021.- ¿Hasta cuándo este encierro?, carajo, así me dijo, me preguntó esta mañana un muchacho como de 20 años, vecino de donde vivo, lo hizo con angustia, casi con rabia y con mucha ansiedad. ¿Hasta cuándo Luis?, ¿hasta cuándo será todo esto, cuánto falta para que se acabe?
Y le dije lo que sé, lo que casi todos sabemos, de acuerdo a las informaciones que por ahí circulan, que las vacunas están casi listas, que ya los rusos la ofrecieron, que los chinos van avanzando con la de ellos, los cubanos, los europeos y los gringos en la lucha por lograrla, algunos ya la sacaron, que lamentablemente estaban apareciendo nuevas cepas del virus que según señalan los expertos son mas contagiosas, que no hay una fecha cierta para que las cosas vuelvan a funcionar con cierta normalidad y le dije que se armara de paciencia.
Prácticamente he perdido el semestre en la universidad, me comentó y ya pronto debería comenzar el otro, paciencia tengo, no puedo salir, no puedo trabajar para ayudar en mi casa pero el tiempo sigue pasando y nada, parece que no mejoramos y no solamente aquí sino en todo el mundo.
Así como nuestro joven vecino está mucha gente, ansiando y esperando que esta situación se acabe lo antes posible.
Estamos, particularmente en nuestro país, sometidos una doble presión, por una parte las restricciones que ha impuesto la pandemia del Covid 19, que nos obliga prácticamente a quedarnos recluidos en nuestras casas e incluso en las semanas de liberalización, cuando podemos salir, la escasez de gasolina limita nuestros movimientos.
Y por otra parte la búsqueda de los alimentos, que aún cuando se consiguen, hay de todo, muchos renglones han reaparecido, pero con unos precios que limitan su posibilidad de compra para la mayoría de la ciudadanía, la gente compra lo que puede y eso se nota, se ve mucha gente que ha adelgazado notoriamente, que anda con la ropa muy holgada por la pérdida de peso.
Toda esta situación conspira incesantemente contra la salud mental de nuestro pueblo, no es solamente el grado de angustia que produce el saber que no estás alimentando adecuadamente a tu familia porque los reales no te alcanzan sino sumado a eso el encierro, que el gobierno llama voluntario, que de voluntario no tiene nada, que afecta la estabilidad emocional de la ciudadanía.
Se observa un aumento de los eventos de violencia en las comunidades, en la cuadra, en la zona, la gente anda como irritable, susceptible, molesta y surgen conflictos locales donde menos se les espera, vecinos que se la llevaban bien discutiendo por cosas que en otro momento se hubiesen arreglado conversando abiertamente, compartiendo un cafecito o tomándose una fría, los muchachos encerrados en las casas tienden a inventar diabluras y se está viendo con frecuencia que algunas parejas que casi no peleaban andan armando jaleo por cualquier cosa.
Todos estamos un poco irritables, con la sensibilidad a flor de piel y podemos deducir que este encierro y esta situación económica insostenible tienen mucho que ver.
Atribuirle la culpa de lo que pasa al gobierno es casi un reflejo condicionado, en casi todo el mundo lo malo que pasa se lo achacamos a los gobiernos.
El gobierno no será completamente culpable de todo, pero tiene su grado de responsabilidad, sobre todo cuando deja de hacer lo que podría contribuir a mejorar las condiciones generales de vida, a disminuir lo caótico de esta situación que amenaza con desbordarse si no se toman las acciones adecuadas.
Aún cuando estamos, sin lugar a dudas en una emergencia nacional, no se ven medidas concretas para enfrentarla y superarla, al menos contenerla, evitar que se agudice.
El ciudadano de a pie está sometido a una presión muy fuerte y las respuestas varían y van desde lo que llaman el rebusque, la incorporación de mucha gente al comercio informal, casi todo el mundo está vendiendo algo, muchos vendedores y pocos compradores, lo que debería impactar los precios, disminuirlos, pero esto no ocurre, sobre todo en el área de alimentos.
Se han incrementado mucho las contradicciones, las diferencias entre los que tienen mayores posibilidades económicas de enfrentar la crisis y entre los que no las tienen.
Dentro de ese universo de respuestas conseguimos que muchos de nuestros compatriotas se están deprimiendo, andan con el ánimo por el piso, se decaen ante una situación que prácticamente a todos nos arropa, se tornan silenciosos, huraños y de un mal humor constante que sin lugar a dudas afecta a su salud y la de quienes los rodean.
No se les puede ni hablar porque casi muerden.
La recomendación que surge es la de incrementar la autoobservación, el chequearnos constantemente, el mantenernos alertas y cuidarnos de esa depresión colectiva que coquetea constantemente con nosotros, disfrazada de sentido común, de realismo crudo o de añoranza constante por unos tiempos que ya pasaron y mantenernos activos y con todos los sentidos despiertos.
En gran medida, nuestra salud física y mental depende de que adoptemos una actitud positiva y resolutiva ante esta difícil situación que estamos enfrentando.
Ánimo Venezuela, adelante, saldremos de esta.