Quienes prefieren el riesgo de los efectos adversos de la vacuna al riesgo del contagio y de sus efectos, están en su derecho. Otros tenemos principios rectores, ideas y filosofía personal. Y así, estamos en el nuestro de optar por renunciar a la vacuna. Nuestra filosofía, que pudiera ser en este caso religión, está basada en los siguientes fundamentos:
1.- El contagio no conduce necesariamente al fallecimiento. Como tampoco la gripe común.
2.- Los efectos adversos y fallecimientos provocados por la vacuna son numerosos, y no es nuestro deseo entrar en las excepciones a su eficacia porcentual (por ello, personalmente, jamás me he vacunado, ni jamás me he medicado).
3.- Somos alérgicos a todo Seguro. Por ello nunca hemos suscrito otro seguro que no sea el obligatorio del coche.
4.- Si estamos bien, no deseamos estar mejor.
5.- Contamos siempre con los imponderables y el azar.
Por cierto, la filosofía personal, que incluye la vieja idea de John Lennon: "la vida es eso que nos sucede mientras hacemos otros planes", va mucho más allá de la libertad a secas y de las libertades públicas. La filosofía personal, si es cierto que vivimos en una sociedad libre, aun en situaciones como la que vive actualmente el mundo, está por encima de toda disposición adoptada por cualquier clase de poder, por definición sin alma y en algunos casos inhumanas, como la que decide la suerte del desahuciado pobre en favor del rico que desahucia...
Lo único que en esa sociedad libre puede hacer el poder para proteger a su manera la pública salud si nuestro criterio es no vacunarnos, es poner trabas, impedimentos o prohibiciones, que asumimos, a nuestra eventual relación material o física con la sociedad.
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