Para el maestro del Valle de los Demonios, el trabajo es una cuestión de honor que sólo lo realizan los hombres de honor; para el Bushido el trabajo fortalece el espíritus; para el Zen no hay mayor placer que ser útil y este vinculo sólo se puede dar con el trabajo.
Sorprendentemente los dogmas orientales en materia del trabajo coinciden con las doctrinas occidentales, donde el trabajo es la forma de dar gracias a nuestra propia existencia, siendo la única forma moral y legal para acceder al bienestar.
Para los norte americano imperialistas, hijos de Mickey Mouse, el trabajo es mas que sobrevivencia, es ser parte de la sociedad y la única forma de ser reconocido como ciudadanos; pero para el latinoamericano especialmente, el trabajo es como un mal o plaga no proscrita, de allí que los acomplejados compatriotas piensen que este es la máxima representación del imperialismo traducido en la explotación miserable de los hombres; el no trabajar es proporcional a nuestros niveles de machismo y vivismo criollo.
Es que estando en un taller mecánico donde uno suele espera el vehiculo viendo TV, observaba los anuncios del presidente sobre la reducción de la jornada laboral y de repente, los obreros gritaron como si fuera un partido de fútbol entre Brasil y Argentina, casi gritan ¡GOL! cuando nuestro gobernarte daba sus punto de vista y experiencia sobre lo que es la reducción laboral, y pude percibir por que los japoneses son lo que son.
Hace unos veinte años el gobierno japonés intento ponerle un día mas de descanso y los ciudadanos se sintieron humillados, desplazados y moralmente ultrajado; pero viendo la cara de alegría de la secretaria que tenia al frente su computadora jugando solitario, y no me paraba, pude comprender a mi gobierno, eso… sin contarle del mecánico que hablaba con su novia por teléfono dentro de mi carro, y fue ahí donde comprendí por que esta revolución será eterna, y lo dijo don Francisco de Miranda cuando era arrestado por nuestro Libertador “esta nación es bochinche y mas bochinche”.
Yo pensaba que nuestro proceso político y social merecía más horas de trabajo, más actividad en las industrias, más presencia en el campo, más inducción hacia la excelencia, más capacidad del logro, mas amarnos y amar a esta Patria que cada día se convierte en una cueva de transeúntes, sin afectos, sin querencias y sin logros.