Durante la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de la República de Chile, Salvador Allende propuso llevar adelante una revolución en libertad. Esa propuesta era revolucionaria en todo el sentido de la palabra y significaba, además, el inicio de un cambio profundo en las estructuras político-económicas del país austral. Luego sería derrocado y asesinado por la Central de Inteligencia Norteamericana (CIA) un once de septiembre de 1973.
A propósito de la propuesta de Allende, he recordado esto con la clara intención de relacionarlo con la actual realidad político-social de nuestro país. La razón de este enlace de los tiempos, obedece a que la propuesta de revolución en libertad también fue asomada en 1998 en el discurso político del entonces candidato Hugo Chávez Frías.
Más que interesante, se trata de una propuesta que ya camina y anda por allí, dando pasos seguros junto al pueblo. Precisamente, quien hiciera esa propuesta es hoy el líder de un proceso revolucionario que se desarrolla en un ambiente de absoluta libertad. El compromiso adquirido va ejecutándose por etapas, por ello ya nadie puede negar que este proceso de profunda transformación es más real que aparente.
Y de verdad, se trata de una revolución democrática, una revolución en libertad que, ahora acompañada de la reforma, se convierte en un poderoso proceso transformador de las estructuras del Estado. Lo que se quiere es rescatar la dignidad del pueblo y devolverle así la fe y la esperanza de un gobierno de ellos y para ellos.
En ese sentido, vemos que el proceso revolucionario ramifica su proyección. Así tenemos que al igual que se avanza en lo político, económico y social, también se reafirma la soberanía y se abren los espacios para la participación del pueblo.
Precisamente, todo este avance en el proceso político revolucionario, trae de vuelta un renacer nacional, donde la confianza y la autoestima son premisas impregnadas en la mirada y la conciencia de cada venezolano. En el ambiente y a través de la brisa suave que sopla el alma, se escuchan voces que se encuentran, que se enamoran y de manera espontánea establecen diálogos interesantes. Se escuchan voces de compromisos que le hablan al presidente, diciéndole que a pesar de los obstáculos continúe adelante. Entre la multitud, pareciera escucharse la voz de mi compadre Silfredo, hablando de patria, socialismo o muerte.
Entonces, son estos tiempos de reforma, donde no debe haber vacilaciones, ni tampoco tiempos para la nostalgia. Lo que realmente queremos es consolidar y aprobar la reforma para profundizar la revolución. La oportunidad es propicia para reafirmar nuestro compromiso con la patria, con nuestros hijos y familias, y con nosotros mismos, porque como lo dijo Simón Bolívar, “vacilar es perdernos”. Estos tiempos no son para vacilar ni pensar en jugo de zanahoria. Son tiempos de revolución, tiempos de reforma.
Politólogo
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