Pocas cosas han cambiado. Podríamos tal vez engañarnos con la percepción de mediana tranquilidad que se respira por estos días, contrario al ambiente caldeado que padecimos a todo lo largo del año 2002. Sin embargo, creo que muchos comparten la percepción de que realmente seguimos viviendo sobre el mismo polvorín de entonces.
Tal vez se desgastaron las suelas de los marchistas que creían hace seis años que el país demandaba un heroico accionar de su parte. Cansados de caminar, regresaron a su cotidianidad, lo cual no quiere decir que estén ahora más contentos que entonces con esta realidad tan distinta a sus pareceres. Siguen pensando igualito, y sus peores intenciones las tienen bien guardadas, esperando una mejor oportunidad de poner en práctica sus malos deseos.
Quien quiera creer que porque hace tiempo no suenan cacerolazos significa que la cosa se compuso está pecando, cuando menos, de ingenuo. La oposición está aparentemente callada pero activa. Pdvsa ha regresado paulatinamente al control de la derecha. Basta echarle un vistazo a su nómina para entender que si salieron 20 mil huelguistas seis años atrás, volvieron a entrar otros tantos a manera de relevo. Pero con las mismas consignas, el mismo odio, igual resentimiento y otras tantas perversas intenciones.
Si hace más de un lustro el Gobierno pregonaba que la industria petrolera era inauditable y que la práctica de la "meritocracia" sólo había permitido la creación de un Estado dentro del Estado, hoy en día las cosas siguen funcionando de forma similar. Dentro de una industria aparentemente "roja rojita" opera un sistema "blanco blanquito", que permite que jugosos contratos vayan a parar a las mismas manos que nunca han dejado de conspirar.
Pdvsa no puede seguir siendo un estanco aislado dentro del país, superpoderoso, lento e ineficiente pero tremendamente ganancioso, que genera beneficios ilimitados para los inescrupulosos de siempre que siguen medrando bajo su sombra. Un secreto a voces se corre dentro de la industria y ha salido a las calles bajo la forma de rumor de pueblo: algo raro se cocina dentro. Sólo un tonto se tropieza dos veces con la misma piedra.
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