Desde tiempos ancestrales, en plena vigencia de las monarquías más rancias y aristocráticas en el mundo, tanto reyes, príncipes y demás personajes con linaje y abolengo dentro del cuadro jerárquico de la monarquía de turno, asumían una conducta de divo o diva, de ser impenetrable e inaccesible. Los únicos que tenían la potestad o privilegio de llegarles eran los de su más cercano entorno o “petit comité". La gran mayoría de estos personajes, contaban con una incontable servidumbre que cuidaban con esmero los atuendos y todos los servicios de estos. Además contaban con sus “Asesores”, con su brujo o médico de cabecera, sus bufones y, ¿por qué no?, los aduladores de oficio tal y como los encontramos hoy en día en la V Republica. Hacían de sus presentaciones públicas una oportunidad para alimentar su ego y su vanidad, la cual se sentía crecida en proporción a los vítores y alabanzas (espontaneas o no) que recibían de su pueblo caso que refleja casi que literalmente el narcisismo exacerbado de Julio Cesar emperador romano que dio paso a lo que hoy conocemos como "CESARISMO". Esperaban el momento cumbre o como dicen los managers de artistas, el momento del Clímax para hacer acto de presencia. No soportaban la poca afluencia de público, sobre todo si esto contribuiría a mermar la calidad de los aplausos, los gritos desaforados y los fanatismos enfermizos. Si alguno de sus lacayos le informaba que la asistencia era poca, este (Monarca) no se sentía motivado, por lo que suspendía su asistencia al acto, so pena de que hubiese gente esperándolo (a) y que la temática a ser tratada fuese de “importancia” .
Haciendo una analogía a los momentos de nuestra V Republica, muchos de estos personajes, a pesar de declararse Socialistas, padecen de este “síndrome de monarquía y cesarismo”, más aun si detentan algún cargo de poder por irrelevante que este parezca. Muchos de los que lean este escrito podrán recordar a alguno de estos líderes que al momento de su aparición en público, tienen a uno de su sequito de “colaboradores”, monitoreando cada uno de los eventos donde participara “el monarca”, desde donde avistara el público asistente, la calidad del mismo, si hay grupos disidentes o críticos, si no hace mucho calor, qué el panel, si lo hubiese, esté constituido por personas de agrado del líder, en fin que las condiciones estén dadas para el momento cumbre de su aparición. De no ser así, pues ni modo, este (el monarca) no asistirá al acto en cuestión y si ya está en el sitio se retirará sigilosamente de él, mientras unos de sus “colaboradores”, le dirá al público cualquier mentirilla blanca que justifique su inasistencia. Mientras tanto otro de sus “colaboradores” le dirá al oído: “no ce preocupe jefe, que las condiciones no estaban dadas para recibir un personaje de su “importancia”, usted no se puede exponer a opacar su imagen con este tipo de apariciones, el pueblo tiene que aprender a valorarlo” y no sé cuantas monsergas mas. Al parecer y pese a que estos (los lideres) pretenden imitar al Presidente de la Republica, no lo hacen en todo su contexto. No entienden que los roles son diferente, que el momento histórico que atravesamos exige cambios de la vieja cultura monárquica y cesarista, por demás demodé hasta en lo mas .estirados espacios diplomático del mundo contemporáneo. Hoy en día la comunicación es más directa y menos burocrática, en comparación a la que vivimos en otrora tiempo de la democracia punto fijista. No hacemos nada con criticarla, y copiarla en la cotidianidad de la gestión de cada uno de estos gobernanates.No hacemos nada con predicar la llegada de el cacareado poder popular si no le damos el sitial que se merece, pero con verdadera conciencia y compromiso revolucionario. Olvidémonos del divo (a) que llevamos todos por dentro, y enterrémoslo junto con las viejos vicios adquiridos durante tantos años de bombardeo mediático para lograr transculturisarnos y hacernos cada día más antinacionalistas. Este es y debe ser la conducta de un revolucionario o de uno que pretenda serlo.
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