¿Cuáles son las fórmulas para calcular la tasa del plusvalor?
Hemos visto que la tasa del plusvalor se representa en las fórmulas:
I: plusvalía/capital variable (p/v) = plusvalía/valor de la fuerza de trabajo = trabajo excedente/trabajo necesario
Las dos primeras fórmulas expresan como relación de valores lo que la tercera expone como relación entre los tiempos en que se producen esos valores. Estas fórmulas sustituibles entre sí son conceptualmente rigurosas. Por tanto, aunque implícitamente nos encontremos con ellas en la economía política clásica, no aparecen elaboradas de un modo consciente. La que ella nos presenta son las siguientes fórmulas derivadas:
II: Trabajo excedente/jornada de trabajo = plusvalía/valor del producto = producto excedente/producto total
Aquí, la misma proporción se expresa alternativamente bajo la forma de los tiempos de trabajo, de los valores en los que esos tiempos se traducen y de los productos en los que se materializan estos valores. Se parte, naturalmente, del supuesto de que por valor del producto sólo debe entenderse el producto de valor de la jornada laboral, quedando excluida, empero, la parte constante del valor del producto.
En todas estas fórmulas el grado de explotación real del trabajo o tasa del plusvalor está expresado de manera falsa. Supongamos que la jornada laboral es de 12 horas. Si nos atenemos a los demás supuestos de nuestro ejemplo anterior, en este caso el grado verdadero de explotación del trabajo se expresa en la proporción siguiente:
6 horas de trabajo excedente/6 horas de trabajo necesario = plusvalía de 3 chelines/capital variable de 3 chelines = 100 por 100
En cambio según las fórmulas II, obtenemos este resultado:
6 horas de trabajo excedente/jornada de trabajo de 12 horas = plusvalía de 3 chelines/producto de valor de 6 chelines = 50 por 100
Estas fórmulas derivadas, en realidad, expresan la proporción en que la jornada laboral o su producto de valor se divide entre el capitalista y el obrero. Por consiguiente, si fueran válidas como expresiones directas del grado de autovalorización alcanzado por el capital, regiría esta ley falsa: el plustrabajo o el plusvalor nunca puede ascender a 100 %. Como el plustrabajo nunca puede constituir otra cosa que una parte alícuota de la jornada laboral y el plusvalor nunca puede constituir otra cosa que una parte alícuota del producto de valor, el plustrabajo sería siempre necesariamente menor que la jornada laboral o el plusvalor siempre menor que el producto de valor. Para comportarse en la relación 100/100 tendrían que ser iguales. Para que el plustrabajo absorbiese toda la jornada laboral (refiriéndose a la jornada media de la semana, del año laboral, etc.), el trabajo necesario tendría que reducirse a cero. Pero si desapareciera el trabajo necesario, desaparecería también el plustrabajo, ya que el último no es más que una función del primero.
La proporción trabajo excedente/ jornada de trabajo = plusvalía/ producto de valor pues, nunca puede alcanzar el límite de 100/100 y mucho menos remontarse a (100 + x)/100. Pero la cuota de plusvalía, es decir, el verdadero grado de explotación, sí puede alcanzar este nivel. Tenemos, por ejemplo, los cálculos de M. de Lavergne, según las cuales el obrero agrícola inglés obtiene sólo 1/4, y el capitalista (el arrendatario), por el contrario, 3/4 del producto o del valor del mismo, sea cual fuere el reparto que del botín hagan después el capitalista y el terrateniente, etc. Según estos datos, el trabajo excedente del obrero agrícola inglés guarda con el trabajo necesario una relación de 3:1, lo cual equivale a una tasa de explotación de 300 por ciento.
El método escolástico consistente en considerar la jornada laboral como magnitud constante se refuerza con la aplicación de las fórmulas II, pues en ellas el trabajo excedente se compara siempre con una jornada laboral de magnitud dada. Otro tanto ocurre si se enfoca exclusivamente la división del producto de valor. La jornada laboral materializada ya en un producto de valor, es siempre una jornada laboral de dimensiones dadas.
Exponiendo el plusvalor y el valor de la fuerza de trabajo como partes fragementarias del producto de valor -métodfo de exposición que, por lo demás, brota del propio régimen capitalista de producción y cuyo significado habremos de investigar más adelante- se oculta la característica específica del capitalismo, a saber: el cambio del capital variable por la fuerza de trabajo viva, con la exclusión consiguiente del obrero con respecto al producto. Se suplanta esto por la falsa apariencia de un régimen de asociación en que el obrero y el capitalista se reparten el producto en proporción a los diversos factores que intervienen en su creación.
Por lo demás, las fórmulas II pueden reducirse en cualquier momento a las fórmulas I. Así, por ejemplo, en la fórmula trabajo excedente de 6 horas/jornada de trabajo de 12 horas, el tiempo de trabajo necesario = jornada laboral de 12 horas menos trabajo excedente de 6 horas, con lo que llegamos al siguiente resultado:
trabajo excedente de 6 horas/trabajo necesario de 6 horas = 100/100
Una tercera fórmula, que he anticipado ya en alguna ocasión es:
III: Plusvalía/valor de la fuerza de trabajo = trabajo excedente/trabajo necesario = trabajo no retribuido/trabajo retribuido
El equívoco al que podría conducir la fórmula trabajo no retribuido/trabajo retribuido, como si el capitalista pagara el trabajo y no la fuerza de trabajo, carece de base, después de todo lo que hemos expuesto.
La fórmula trabajo no retribuido/trabajo retribuido no es más que la expresión vulgar de trabajo execedente/trabajo necesario.
El capitalista paga el valor o el precio –suponiendo que difiera de aquel- de la fuerza de trabajo y a cambio de ello obtiene el derecho a disponer de la fuerza viva de trabajo. Su aprovechamiento de esta fuerza de trabajo se descompone en dos períodos. Durante uno de esos períodos el obrero no produce más que un valor igual al valor de su fuerza de trabajo, o sea, sólo un equivalente. A cambio del precio adelantado de la fuerza de trabajo, el capitalista, de esta suerte, obtiene un producto del mismo precio. Es como si hubiera adquirido en el mercado el producto terminado. En cambio, durante la segunda fase, la fase del trabajo excedente, el disfrute de la fuerza de trabajo crea valor para el capitalista, sin que ese valor le cueste equivalente alguno. El capitalista percibe gratis este fruto de la fuerza de trabajo.
Por tanto, el capital, no es sólo un puesto de mando sobre el trabajo, como dice Adam Smith. Es, en realidad, un puesto de mando sobre trabajo no retribuido. Todo plusvalor, cualquiera que sea la forma específica en que cristalice como ganancia, interés, renta, etc., es, sustancialmente, materialización de tiempo de trabajo no pagado. El misterio de la virtud del capital para valorizarse a sí mismo tiene su clave en el poder de disponer sobre una cantidad determinada de trabajo ajeno no retribuido.
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