Quienes buscan una salida no electoral para cambiar el gobierno constitucional y legítimo no tienen derecho para hacer vida legal y democrática. Eso no tiene sentido, es un exabrupto. El haberlo permitido en el pasado es una de las motivaciones que tienen los actuales políticos insurrectos. Aquí se inhabilita a un candidato por haberse robado unos reales, y está bien que se sancione, pero el que participó en un golpe de estado, violó los derechos humanos, asaltó una embajada y es asesino intelectual de una decena de chavistas, ese, sigue gozando de todos sus derechos políticos.
En Venezuela se ha establecido la cultura de la impunidad y de la alcahuetería hasta el punto de acostumbrarnos a vivir en una promiscuidad política. Es una forma de corrupción donde en vez de la justicia predomina el “perdóname tú que yo también te perdono.” Esa es una idea nada ética de hacer política o de correr la arruga.
Por las consideraciones anteriores es que tanto aplaudimos las últimas decisiones emanadas del TSJ y de la AN para poner orden en nuestro caos democrático. A los Alcaldes de oposición alzados el TSJ les leyó la cartilla y a la diputada golpista la AN la puso en su sitio. Esto no debería ser objeto de sorpresa ni de exaltación sino ser tomado como algo perfectamente lógico y normal pero en nuestra realidad política caótica es un acto positivo, inaudito e insólito que deja estupefactos a más de uno cuando no más se trata del deber institucional cumplido.
La oposición, los alcaldes insurrectos y los promotores de una salida inconstitucional fueron agarrados todos fuera de base pero no hay que pensar que van a quedarse tranquilos hasta que no se les dé donde más les duele. Las medidas tomadas por el TSJ y la AN son dignas del mejor reconocimiento pero no son suficientes porque el enemigo es mucho más grande y poderoso. La diputada y los alcaldes puestos a derecho por el Estado Democrático van a seguir en su juego golpista ahora en su nuevo rol de mártires de rrrégimen y van a querer transformar la aplicación correcta de la justicia en un nuevo estímulo para su enloquecido plan antipatriótico.
Para evitar que la oposición se recupere hay que darle más duro. No se pueden permitir más que individualidades o grupos políticos desconozcan el orden democrático utilizando los derechos democráticos. Hay una gran confusión en todo esto, un gran relajo que no se puede seguir permitiendo. El que quiera disfrutar de las libertades democráticas está obligado a defenderlas. No hay otra alternativa. Aunque parezca un contrasentido hay que facilitarle a la derecha la construcción de una oposición democrática ilegalizando a los violentos de la ultraderecha. Si éstos últimos no quieren respetar las reglas del juego democrático que asuman su responsabilidad y se vayan a la clandestinidad a conspirar para derrocar a Nicolás Maduro pero que se atengan a las consecuencias.
Inhabilítense políticamente por seis años a todos los dirigentes de oposición a los cuales se les compruebe responsabilidad política en el desconocimiento de la legitimidad de Nicolás Maduro y en no accionar activamente en pro de la paz y la justicia, procédase así y se acabará la guachafita del yo no fui y de las ambigüedades.
Llegó la hora de las definiciones políticas si queremos ver prosperar a Venezuela por el rumbo democrático que las mayorías decidan.
*Profesor de Filosofía jubilado de la UPEL. Autor del Poemario “Porque me da la gana” y de la obra educativa “Utopía Pedagógica del Tercer Milenio”. Ex Director Ejecutivo de la Casa de Nuestra América José Martí”