Niños van a clases con su morral a cuestas y el estómago vacío

Hace unos días viajaba en el metro de Caracas, de regreso a casa, luego de una larga jornada de trabajo, misteriosamente el vagón en el que viajaba no estaba a reventar como casi siempre sucede, pero algo llamó mi atención; había una señora ayudando a un pequeño que se sentía mal, se quejaba de un dolor de estómago y casi no podía mantenerse en pie.

Los ojos de quienes estábamos cerca se posaron sobre la señora y el niño. De pronto la señora suelta una frase lapidaría ¡el niño no ha comido nada! y saca de su bolso un pedazo de pan que le entrega al muchacho y él sin dudarlo empieza a comérselo. Fue inevitable sentir, una vez más, esa dura sensación de impotencia con dolor a la vez. Nuevamente se nos presentaba el caso de un niño que venía de clases con el estómago vacío y también en ese momento recordé las palabras de la Profesora Luisa Pernalette: “Letra con hambre no entra”.

Solicité ayuda con agua para ofrecer al niño, a lo que nos respondió otra señora bastante mayor entregando una botella de plástico y aproveché para preguntarle en qué estación se quedaban. La respuesta terminó de paralizarme, pues la señora se quedaba en Antimano y el muchacho iba al kilómetro 8 del Junquito. La que en todo momento  pensé que era su mamá, no lo era, en ese instante la señora me pregunta si tocábamos la alarma y sin dudarlo le respondí que sí, en la próxima estación debía bajarse el niño y no podía quedarse solo, la opción era que el personal del metro lo ayudara. 

La ayuda no llegó a nuestro vagón. Decidí quedarme y acompañar al infante hasta dejarlo en manos del personal del metro, pues no quise dejarlo solo. Este niño de unos 12 años se llama Ronald, fue a clases sin comer, y me pregunto ¿Cuántos casos similares hay en nuestras escuelas?, ¿Quién se preocupa por los niños que van a nuestras escuelas? Es difícil poder explicar lo que se experimenta al ver los ojos de un pequeño aguantando las lágrimas mientras caminaba a mi lado con las manos en su estómago vacío.  

Ronald no tenía un número de teléfono de ningún familiar, no había nadie a quien llamar para que buscara al niño en la estación del metro de La Yaguara. Aquí vi la otra cara del metro, un personal dispuesto a ayudar, al igual que la gente que viajaba con nosotros, muchos estaban pendientes y ofrecieron lo que pudieron.

Al dejar a Ronald con los trabajadores del metro y ante la imposibilidad de comunicarse con su familia, un trabajador salió con el niño para que uno de sus compañeros que iba al kilómetro 7 del Junquito lo llevara hasta el trabajo de su papá –nos había contado que su papá trabajaba como panadero y frutero por esa zona-. Al caminar hacía la salida el pequeño me da las gracias y yo solo alcancé a sonreírle.

Luego de eso me vinieron cifras a la cabeza. El informe de Caritas en el mes de septiembre reveló un aumento de los índices de desnutrición en niños menores de 5 años de los Estados Vargas, Miranda y Zulia entre los meses de abril-agosto del 2017, de 54% en abril paso a 68% en agosto, esto a consecuencia de la escasez de alimentos y la inflación. La escasez de fórmulas lácteas se registra hasta en un 94% de los establecimientos, reflejando la emergencia alimentaria que está presente en el país y que es “desconocida” por el PSUV-Gobierno, de hecho el mismo Presidente Maduro en una entrevista internacional reciente dijo que “En Venezuela todo lo vinculado a la Iglesia católica está contaminado, envenenado por una visión contrarrevolucionaria y de conspiración permanente”, es decir no se puede confiar en las cifras que ofrece Caritas, ¿será que tampoco se puede confiar en los que vemos situaciones como las de Ronald todos los días, o los que hemos conocido y visto a niños hurgando en la basura buscando algo de comer?

Lo que es una realidad innegable es que las familias venezolanas tienen que decidir cuántas veces al día comer, y hay quienes no pueden comer ni una sola vez, que los padres hacen milagros para llevar un plato de comida a la mesa, que muchos trabajadores andan también como Ronald, ¡sin comer!

Venezuela se ha convertido en un país donde solo se sobrevive, donde no hay familia que pueda vivir de uno o dos salarios, aunque papá y mamá trabajen no alcanza, y no hay respuesta, no hay planes para resolver la escasez de alimentos y medicinas, todo lo contrario, se sacrifica alimentación y salud por pagar una deuda que se han negado a auditar. Parece que la alimentación no es prioridad en este país.

La solución no está en una bolsa del CLAP que no le llega a todo el mundo, ni en regalar un bono de 500.000 Bs a las personas que tengan el carnet de la patria, la solución está en la inversión en alimentos y medicinas y para eso se necesita cambiar muchas cosas.

En ese sentido algo habrá que hacer para no ver más niños como Ronald en nuestras escuelas, no  ver más niños buscando en la basura algo de comer. Los preocupados por nuestros niños, por nuestra gente, somos más.

 

 

 



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Wirmelis Villalobos


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