Se comete un error de lado y lado. Se está cayendo en una especie de culto, en abstracto -como todos los cultos-, de la juventud. En el error incurren chavistas y antichavistas. Para éstos la salida a la calle de grupos estudiantiles por el cese de la concesión de Granier, constituye un episodio con ribetes de epopeya. Para sectores del chavismo, los jóvenes que defienden el proceso son una especie de paradigma. La apología desmedida parece ser el punto de confluencia de unos y otros. ¿Es acertada esa glorificación de los jóvenes a partir de episodios puntuales, sin debido desarrollo? No estoy seguro. La condición de joven es pasajera. Es una simple etapa en la vida. Y no es cierto que el joven, por el sólo hecho de serlo, sea sujeto de cambio. La historia enseña que en determinadas circunstancias una generación de jóvenes actúa como portavoz de procesos en marcha. Otras no.
Porque luego viene para muchos la desoladora decantación. ¿Cuántos de los que hoy figuran en primer plano se mantendrán leales a los principios o perseverarán en la lucha? No es cierto, como algunos sostienen, que los jóvenes que irrumpen defendiendo un valor importante como la libertad -que no peligra-, motivados por la empresa económica de alguien que abusó de una concesión del Estado, sea algo inusitado. Quizá lo es para la clase social de la cual provienen, ajena históricamente a las luchas del pueblo, a la defensa de la libertad y los derechos humanos. La "generación del 28", por ejemplo, ahora reivindicada –claro, con piquete al revés–, encarnó un movimiento que no tiene parentesco alguno con los jóvenes que hoy liderizan la protesta. Tampoco hay identificación con las luchas de la juventud contra la dictadura de Pérez Jiménez, apoyada entonces por personajes del mismo sector social al que pertenecen actuales protestarios. Igual puede decirse de las heroicas vanguardias estudiantiles de las décadas del 60 y 70 que dejaron una estela de víctimas luchando contra el puntofijismo represivo de la Cuarta República. No hay comparación entre aquellas causas y dirigentes y los actuales, aun cuando les asiste el derecho a expresarse y a reclamar un puesto en la lucha que consideran justa. Pero de ahí a la idolatría, a la exaltación, magnificada por los medios, de una participación que carece del relieve que se le quiere dar, hay un largo trecho. En ese altar de la vanidad es probable que, al igual que las mariposas, muchos se quemen con el resplandor del momento. Con la juventud bolivariana también procede la advertencia. Sobre todo cuando no hay proporción entre la magna obra del gobierno de Chávez en educación y la fuerza exhibida por esos jóvenes en estas jornadas. Hay jóvenes chavistas que demuestran capacidad y formación política. Es indudable. Pero media una considerable distancia entre la personalización del liderazgo y su incidencia en el colectivo.
Ahora bien, que quede claro: la movilización estudiantil no es un fenómeno exclusivo de Venezuela.
En países como Chile, Colombia, Argentina también se presenta. Lo que indica que tras la fachada de las movilizaciones hay factores que ameritan estudio para determinar su alcance y lo que realmente las mueve.
LABERINTO
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jvrangelv@yahoo.es