Apreciados y jóvenes compatriotas (a todas y todos, especialmente a los que hoy en día protestan contra la reforma constitucional en Venezuela):
Estamos a un día del décimo octavo aniversario del asesinato del sacerdote jesuita Ignacio Ellacuría, rector en ese momento de la UCA (Universidad Centroamericana de El Salvador), homóloga de la UCAB. Les escribo a sabiendas que muchos de ustedes estaban apenas naciendo o eran niños en aquel ya lejano 16 de noviembre de 1989.
Así que no estoy seguro que hayan escuchado que en aquella madrugada de hace 18 años, en un hermano país llamado El Salvador, tuvo lugar un hecho que marcó su historia y que representó una de las más grandes afrentas contra una universidad y unos pensadores, hoy mártires por la verdad, que habían hecho del humanismo y la solidaridad una escuela, condimentada con su arriesgada y valiente denuncia contra la injusticia y la explotación de los poderosos de siempre contra los humildes de la Tierra.
Desconozco si vuestro rector SJ Ugalde alguna vez les contó la historia o escribió sobre estos acontecimientos o sobre ese colega cura y mártir que fue Ignacio Ellacuría, asesinado junto a otros cinco sacerdotes-profesores y dos humildes trabajadoras domésticas.
Los autores materiales: un grupo de 80 soldados del batallón ATLACATL, únidad élite del ejército salvadoreño entrenada por EE.UU. para la “guerra contrainsurgente”, con un coronel a la cabeza, quienes irrumpieron en la universidad a sangre y fuego para “ajusticiar” cobardemente y a mansalva a estos intelectuales jesuitas, profesores y rector de la universidad católica centroamericana, eliminando a las testigos del hecho (se salvaron otros que pudieron esconderse a tiempo y después atestiguaron todo lo que vieron).
Se supo después que los soldados cumplieron “órdenes superiores” y con el conocimiento y consentimiento de la embajada del imperio. No tuvieron resquemor alguno, estos soldados (al igual que años atrás había ocurrido con monseñor Arnulfo Romero), en cometer semejante atrocidad porque durante años les metieron en la cabeza que hablar de igualdad y defender a los pobres eran “cosas del demonio comunista que acabaría con ellos, sus familias y sus libertades”.
Pregúntenle a vuestro rector y díganle que les cuente la historia; entren ustedes mismos a GOOGLE y averigüen quien era Ellacuría, quién era Martín Baró, que era y que hizo el batallón atlacatl, quien los formó y para qué. Pregúntenle a Ugalde por quién y por qué los mataron aquella noche del 16 de noviembre. Esa historia, ese pasaje no debe ser pasado por alto por ustedes.
Averigüen también, como jóvenes estudiosos y preocupados que son, ¿cómo se comportaron los medios de comunicación de la época ante tamaña canallada?; ¿qué decían dichos medios sobre el papel de estos intelectuales y la UCA?. De seguro, descubrirán que hubo muchísima gente de las capas medias y altas, ese entonces, engañadas, confundidas y manipuladas por los mismos que hoy buscan instrumentalizarlos para sus propios y muy particulares y “non santos” intereses.
Creo sinceramente que si los mártires de la UCA estuviesen vivos, hoy estarían acompañando el proceso de cambios profundos que se vienen dando los pueblos en la América Latina y, de seguro, estarían formando a profesionales con sensibilidad social, amor por la patria, solidarios y dispuestos a construir otro mundo muy distinto y alejado de los poderes e intereses de aquellos que los mandaron a callar para siempre. Ellacuría vive.
Saludos,
Jose manuel soto