Si leemos
la recién aprobada Ley Orgánica de Educación y la comparamos con
la sustituida legislación de 1980, debemos preguntarnos, ¿cuál es
el cambio que aterra a la oposición irracional?
En primer
lugar debemos decir que no es el contenido en sí. Como
con la Constitución y muchas de las leyes nuevas, vemos que la oposición
irracional comienza oponiéndose porque sí, sin argumentos, organiza
guarimbas de rechazo, para terminar aceptándola y hasta defendiéndola.
Igual sucederá con la LOE.
¿Qué tiene
la LOE de novedoso?
El concepto
de Estado Docente como tal es un concepto nuevo, aunque ya la Constitución
(Art. 102) y la ley de 1980 (Art. 2) establecían el carácter indeclinable
del Estado en la rectoría del proceso educativo. Pero es definitivamente
un paso firme en la definición del proyecto nacional, lo que debe
ponerlos muy nerviosos e irritables.
Irritante,
sí, pero absolutamente lógica, es la exigencia que los egresados universitarios
se alineen con el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación.
Así
mismo, introducir la perspectiva “multipolar” como visión internacional
y el desarrollo del pensamiento crítico, son aspectos muy irritantes.
Lo del
carácter laico sí es un elemento claramente nuevo, a pesar de
que ya está delineado en el Art. 103 de la Constitución, cuando exige
“igualdad de condiciones y oportunidades”. No es un elemento antirreligioso,
pero sí afecta intereses.
La ampliación
de la comunidad educativa con la comunidad organizada, aunque parezca
increíble, ya estaba en el Art. 73 de la vieja Ley de 1980 y bajo la
misma forma: “podrán formar parte”, ni siquiera es imperativo.
Las misiones
educativas, por supuesto, son elemento nuevo, pero de esperarse, como
estrategia de inclusión. No debería ser un elemento conflictivo.
La inclusión
explícita del ideario de Simón Bolívar y de Samuel Robinson sí
que es un elemento, aunque lógico, sumamente irritante para la oposición
irracional.
La “evaluación
integral” y la “contraloría social” en el desempeño
docente sí que es un elemento que quienes han estado acostumbrados
a manejarlo de otra forma pueden considerar intromisor.
La introducción
de la democracia participativa y protagónica como principio y valor,
sería un elemento novedoso en la Ley, pero que tiene mandato constitucional
desde hace una década. Es por supuesto odioso para una oligarquía
cuando la Ley establece como fundamento desarrollar una nueva cultura
política fundamentada en ella y en el fortalecimiento del poder popular.
En materia
universitaria sí que es una Ley que afecta intereses, al establecer
la “igualdad de condiciones y oportunidades”, no sólo en
lo educativo, sino en la elección de las autoridades, al requerir democracia
participativa, protagónica y de mandatos revocables, con rendición
de cuentas.
Algo que
no es nuevo, ni lo pueden argumentar los colegios privados es el hecho
de que el Estado mantenga mecanismos de control, que ya estaban en la
ley de 1980, como la regulación en el aumento de matrículas por parte
del Estado y las sanciones a quienes violen la Ley. Eso no es nuevo.
Los argumentos que opone la oposición no son en absoluto los verdaderos. Los verdaderos son inconfesables. En la lucha de clases que adelantamos, su oposición a la ley se fundamenta en el avance en la concreción de un proyecto político concientizador. Ese es el meollo. Y por supuesto, los intereses afectados: el negocio de la educación privada, de la intromisión de la jerarquía católica y de la falsa autonomía universitaria, un trío de intereses a los que la Ley sí afecta.