El primero de julio arrancó la contienda electoral en Venezuela, aunque
la sensación es que en los últimos 12 años nunca se detuvo. Y, en esta
carrera hay solo dos contendientes por el sillón presidencial: el
presidente Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana que encabeza y
Henrique Capriles Radonsky, abanderado de una derecha que sueña con
retornar al Palacio de Miraflores.
El 7 de octubre se
confrontarán dos proyectos históricos: uno que hace abuso del discurso
sobre el “futuro” y el “progreso”, y en torno al cual se nuclean las
fuerzas de la vieja política; y un proyecto que, para lograr prevalecer,
está llamado a practicar una política hecha de “ayer y mañana”, y que
presupone tanto el “conocimiento de una historia auténtica” como el
“conocimiento del presente”, señala el sociólogo Reinaldo Iturriza.
Capriles
optó por una estrategia política asumida como mercadeo político, en la
que el ciudadano es reducido a la condición de consumidor, señala Jesse
Chacón, director de la encuestadora GISXXI y ex ministro de Chávez. En
ella se busca identificar sus necesidades emocionales y estéticas
(sensibilidad y gusto). El objetivo es tejer estrategias de satisfacción
simbólica, ganar la hegemonía de ese segmento poblacional.
Lo
curioso, añade, es que poco o nada importa la dimensión material de los
sujetos, sus condiciones de exclusión, o cuando importa, es para
construir líneas de argumentación del candidato que permitan ganar la
conexión con esos electores. Les encantaría poder hacer su campaña solo
en los estratos medios y de élite, pero saben que el sujeto definitivo
en la contienda son los sectores populares.
Mientras, Hugo Chávez
viene desarrollando una estrategia de campaña programática, que
identifica los sujetos históricos con potencial transformador y las
tareas de superación de la exclusión y la dependencia en la sociedad
venezolana. El discurso de campaña es construido como la propuesta de
país que el candidato y el PSUV, una vez elegidos, desarrollarán.
La
estrategia de la derecha parece tornarse ineficaz ante una realidad que
cambió radicalmente en la última década, Prácticamente todas las
encuestadoras del país le dan una ventaja de 15 puntos o más al Jefe del
Estado, aun cuando quedan -no hay que olvidar- más de 90 días para las
elecciones.
Y es que los venezolanos dejaron de ser objetos de
política para convertirse en ciudadanos sujetos de política, lejos de
aquella sociedad despolitizada de hace poco más de una década. La
venezolana es hoy una sociedad en abierta polémica pública, en la que
los ciudadanos buscan construir nuevas representaciones y canales de
expresión que les garanticen realizar sus intereses materiales y
sociales.
La derecha sueña con Miraflores
El
abanderado de la oposición -representante de la derecha nacional y de
los sectores de poder tradicionales- se presenta ante el electorado como
un hombre joven que genera confianza en el sector empresarial y
sostiene un discurso de reconciliación. En la campaña trata de
deslastrarse de los partidos políticos de la llamada Cuarta República
-sobre todo de los viejos y gastados dirigentes- y presentarse como una
opción nueva y novedosa.
En su programa de gobierno propuso cinco
objetivos: salud, seguridad., vivienda y empleo, y cinco etapas:
atención materno-infantil; vivienda y su entorno; educación y
desarrollo; empleo y emprendimiento, y salud y seguridad social. El
trayecto fue distribuido en cuatro condiciones: convivencia democrática,
seguridad, protección social para la familia, y reforma del Estado y
descentralización-
Capriles tiene, en opinión del analista y
encuestador Oscar Schemel, una debilidad crucial y dramática: la
ausencia de discurso, de visión trascendente relacionada con el modelo
que propone. “Los electores no votan por programas de gobierno, sino por
líderes con quienes se identifican, y la identificación tiene que ver
con valores, visión compartida, principios”.
Schemel señala como
punto débil el hecho de que la gente pueda percibir que su hipotético
triunfo llevaría a un proceso de restauración de la exclusión que imperó
antes de 1998. Es decir, “que un gobierno de Henrique Capriles podría
significar favorecer más a los ricos, a los empresarios, a los
poderosos, que a los sectores populares”, resume.
Los sectores de
la oposición que plantearon sustituir a Capriles por otro candidato de
"unidad", se han replegado de su campaña mediática, pero en las
conversaciones sostenidas con Primero Justicia, el partido de Capriles,
han insistido en que debe abandonar “las ambigüedades” en relación al
modelo económico-social y la estatal Pdvsa, y le señalaron que “no se
puede dejar para última hora” la creación de condiciones para la
denuncia de un fraude, en caso de que los resultados no favorezcan a la
oposición.
Chávez otra vez
El proyecto de Hugo
Chávez es de redistribución de la riqueza, nacionalismo y protagonismo
popular. El respaldo que tiene este planteamiento es claramente superior
a las propuestas del neoliberalismo. Tanto, que el candidato opositor
ha tenido que tomar distancias, en estos tiempos electorales. Así que,
el proyecto es un punto fuerte de Chávez.
Para algunos analistas,
la gestión es el punto débil de Chávez, a pesar de los logros
alcanzados en materia social, ya que subsisten problemas muy serios que
no han sido debidamente atendidos, como la delincuencia, la situación de
las cárceles, la electricidad, la baja producción de alimentos o la
ineficiencia generalizada de la burocracia. Dicho de otra forma, las
fallas de gestión del gobierno son el punto fuerte de Henrique Capriles.
El
sociólogo Javier Biardeau, alerta contra el “triunfalismo bolivariano”,
que pudiera llevar a la disminución del esfuerzo electoral. Considera
que una baja votación, aunque Chávez gane, favorece a los factores
internos que quieren detener el proceso de cambios y entrar
negociaciones tras bastidores con factores de poder. Según Biardeau, a
“la izquierda” del Psuv le convendría una amplia ventaja electoral. A
“la derecha”, un triunfo por poquitos votos
Chávez lidera un
proyecto sociopolítico que cambió radicalmente el país desde 1998 y
garantizó una inversión social de más de 500 mil millones de dólares. La
inclusión, la soberanía y la independencia, además de una política
energética autónoma y con una distribución equitativa de la renta
petrolera, son algunas de sus grandes banderas.
El Presidente
comienza la campaña con fortalezas importantes: 66% de la población
califica como buena su gestión. Está en niveles similares a los que
existían en 2006, en las anteriores elecciones.
Oscar Schemel,
presidente de la encuestadora Hinterlaces, señala que hay factores clave
que consolidan las preferencias electorales a favor del Presidente, en
áreas clave como vivienda, educación, salud, seguridad y empleo. La
gente tiene una expectativa positiva en relación con el futuro de su
economía personal o familiar.
A esto hay que sumarles. añade, los
ingredientes emocionales y afectivos, y el respaldo a la visión de país
y de sociedad del Presidente, muy asociada con el modelo de inclusión y
la atención prioritaria de los sectores populares. Schemel insiste en
que las masas “se enamoran por el oído”, y el Jefe del Estado aventaja
ampliamente a su contendor en este campo.
Para Schemel, los
puntos débiles de la gestión bolivariana son el costo de la vida y el
servicio eléctrico. “Para un sector importante de la población es
importante la percepción de radicalización de la Revolución, lo que
puede restarle votos” al mandatario o afectar su crecimiento electoral.
En este punto cita como cruciales “las expropiaciones y las relaciones
con el sector privado”.
Los cinco puntos del programa chavista
son defender y expandir el bien más preciado, la independencia;
continuar construyendo el socialismo bolivariano del siglo 21 como
alternativa al modelo salvaje del capitalismo, para asegurar la mayor
suma de seguridad social, estabilidad política y felicidad para el
pueblo; convertir a Venezuela en un país potencia en lo social,
económico y político dentro de la gran potencia naciente de América
Latina y el Caribe; contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica
internacional y contribuir con la preservación de la vida en el planeta.
El color y el olor del petróleo
Sin
duda, lo que está en juego es el modelo de sociedad que se seguirá
construyendo con Chávez (transformando el petróleo en salud, educación,
vivienda para las mayorías) o que se restaurará desde la visión
reaccionaria, tecnocrática y neoliberal privatizadora de la derecha, con
Capriles. Lo que está en juego es la histórica disputa de para quién es
el fruto de la renta petrolera, si para las mayorías o para las élites y
las transnacionales.
El petróleo es, en definitiva, el eje que
estructura la disputa electoral que comienza. El sueño de la oligarquía
venezolana es volver a Miraflores para participar en el gran negocio de
las migajas que le caen de la mesa de las transnacionales del petróleo.
El
precio promedio internacional del barril de petróleo durante el último
mes y medio ha disminuido su valor en 20%, a causa de la crisis
financiera de Europa, que ha promovido una disminución en la demanda y
al incremento en los inventarios en Estados Unidos de 2,9 millones de
barriles. En las últimas dos semanas ha habido señales de alerta, ya que
la cotización del crudo venezolano cerró junio en 90,09 dólares el
barril (reducción del 2,12%), lejos aún de los 50 dólares el barril
calculado en el presupuesto del año.