Un corazón lleno del infinito amor a la Patria se puso al frente de su pueblo, poderosos movimientos telúricos precipitaron las estructuras ya obsoletas del aparato del Estado, con decisión, voluntad y entrega absoluta se empezó a conjugar los preceptos luminosos de la nueva constitución que emergía del liderazgo carismático y huracanado de Hugo Chávez. Ya no eran letras muertas manejada al antojo de intereses espurios el conjunto de articulados que revelaban el nuevo rostro de la Venezuela Bolivariana, cada letra de la nueva constitución irradiaba toda la fuerza vital necesaria para dar comienzo a una de las obras revolucionarias y redentoras de mayor trascendencia de toda la región latinoamericana y caribeña en doscientos años de historia.
La emergente misión establecía como eje fundamental recuperar la soberanía de la nación y reafirmar la independencia de la Patria de Miranda, Bolívar y Zamora. Toda la vasta riqueza nacional tenía que ser arrancada de las pocas manos oligarcas y extranjeras que la habían usufructuado en perjuicio de las grandes mayorías del pueblo venezolano. La miseria espantosa e indigna cubrían a las mayorías que siempre fueron excluidas y olvidadas totalmente de la renta del Petróleo Venezolano.
Solo un gigante podría reconocer a otro gigante aun en su etapa naciente, un Samuel iluminado por el poder de Dios viendo al niño David transformado en Rey para su pueblo a través de los años. La estrella de Martí no podía estar ausente en el proceso de construcción de un nuevo ensayo revolucionario para nuestros tiempos, el Comandante Eterno de la Sierra Maestra y Patriarca de las nuevas independencias del Continente, oriento el fuego de su mirada profética sobre el hombre que se erigiría como nuevo Libertador del nuevo siglo. Ya no era el Apóstol José Martí a los pies de una estatua a la que fue con prisa a cubrirse al amparo de su grandeza paterna. Ahora eran los dos gigantes resucitados en milagrosa coincidencia cósmica tejiendo un destino de libertad, justicia y paz para toda nuestra América.
Sobrellevando la pesada cruz del sufrimiento ajeno, ambos gigantes obraron el prodigioso despertar de los pueblos, se volvieron a escuchar el rechinar de los caballos cabalgados por los próceres que tantas victorias cosecharon y tantas épicas batallas nos legaron en la construcción del bien y la felicidad de toda nuestra hermosa gente. Cuando se unen las manos de los libertadores, cuando se conjugan los universos con sus soles de amor y esperanza, brotan de nuestros suelos las mieles de sus almas destiladas en sus pieles endurecidas por el afán de las batallas, como aceite sagrado son ungidos los pueblos con el sudor de la faena de estos hombres que son bendición y amor para todas las naciones.
Vimos al hijo crecer bajo la ternura del amor del Padre de las nuevas independencias de nuestra América, la estrella de Martí iluminando desde nuevas dimensiones y altozanos, desde la gloriosa Sierra Maestra, desde el nombre que se hizo hombre, y consagra todo cuanto revela, Fidel el fiel y leal a la causa mesiánica que la historia le asigno iluminar. Saludaron con solemne pasión la hora preñada de historia, fue posible para ellos vencer, nunca han sido vencidos, sobrepasaron dificultades duras y complejas. El hombre nuevo encarno con boina roja y corazón de pueblo, le dio la espalda a todo lo malo, enfrento todos los dogmas ideológicos y sistémicos, siendo capaz de producir nuevos oleajes de pensamientos e ideas que iban ganando alturas al ritmo de los desafíos y de los tiempos.
La tierra herida de nuestra América veía brotar de sus entrañas al Amor hecho Naciones hermanadas en el influjo del corazón gigantesco del Comandante Chávez, bajo la egida de su brazo libertario ha sido posible vislumbrar un mundo nuevo. Su presencia inmarcesible lo cubrió todo, su ausencia ahora nos revela el profundo hueco de nuestras almas. ¿Cómo lo llenaremos?
pazdominicana3@hotmail.com
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