Aun cuando el mismo Hugo Chávez en su momento y sus seguidores han hecho valer la afirmación respecto a que “Chávez somos todos”, lo cierto del caso es que la misma adolece de una evidente debilidad, digamos conceptual y/o ideológica, que es preciso enmendar, puesto que son muchos quienes la utilizan sin sopesar la gran carga de responsabilidad revolucionaria que implica dicha frase, sobre todo, proviniendo de aquellos que ejercen funciones de dirección política, gremial y de gobierno. Cada uno de ellos (incluyendo a los voceros del poder popular) debiera entender como mínimo que la virtud histórica de Hugo Chávez fue saber interpretar y trazar adecuadamente el destino de Venezuela en un momento de su historia en que todo parecía no tener más salida que la violencia en tanto una militancia de izquierda se ensimismaba en lo ocurrido fronteras afuera, en la Unión Soviética, en lo que muchos aceptaron como el fin de la historia al abortarse el sueño de la revolución socialista.
Sin embargo, se debe enfatizar que todo ello no fue producto del azar ni del empeño (en todo caso, sumamente valioso) de un hombre predestinado. Como tantas veces lo dijera Chávez, las insurrecciones cívico-militares del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992 no habrían sido posibles sin que se hubiera producido previamente la rebelión popular del 27 de febrero de 1989, lo cual refleja -de una u otra manera- la acumulación de fuerzas que venía manifestándose cada día en Venezuela al calor de las luchas libradas por el pueblo, deslegitimando así, con sus acciones reivindicativas, el dominio de los sectores gobernantes.
Como bien lo hace ver el periodista venezolano residenciado en Argentina Modesto Emilio Guerrero en su libro ¿Quién inventó a Chávez?, “el surgimiento de Hugo Chávez como la más relevante superestructura ideológica venezolana desde el año 1992, es un hecho progresivo en sí mismo. El punto débil de ese fenómeno asombroso es que el héroe nacional no fue acompañado por una organización revolucionaria fuerte que tuviera una sólida vanguardia politizada y educada en la democracia de base. Estas condiciones hubieran permitido que el mito -con toda su fuerza propulsora- funcionara como un instrumento del poder social y la organización, y no al revés, como resultó. En lugar de un mito asociado a, y regulado por, una fuerte estructura de cuadros políticos y organismos sociales probados en la lucha y las ideas, la historia venezolana tomó el camino del individuo sobredeterminado en el escenario”.
Este hecho, no obstante, pudiera revertirse a tiempo. Mucho de lo expuesto por Chávez cobra aun mayor vigencia que en el momento mismo que lo diera a conocer. Es por eso que Chávez trasciende las fronteras nacionales y es una referencia obligada de las luchas de emancipación que tienen lugar en nuestra América. El detalle está en conocer acertadamente lo que ha de hacerse para lograr -junto al pueblo organizado y consciente- el socialismo revolucionario en este país, teniendo como punto de partida lo iniciado ya por Chávez, correspondiendo a la virtud histórica que éste encarnara.