Restan pocos días de la campaña electoral parlamentaria y se asoma idéntica a las campañas de la cuarta, o quizá las supere en estulticia. Se trata de un mero torneo de trivialidades, de despolitización. El contenido del debate es propio de una pelea entre las mafias electorales de la democracia burguesa, donde todo vale: la guerra sucia sustituye a las tesis, los argumentos son simples zancadillas. Es una especie de circo romano, los tigres comiéndose a los esclavos son reemplazados por programas de televisión devorando reputaciones; los gladiadores, suplantados por las direcciones de los partidos repartiendo pellas de heces en la arena. Las acusaciones van y vienen, los que más denigren (más satisfechos) piensan que la infamia conduce al triunfo. Lo que falta es que salga algún nuevo rico a tranzar apuestas sobre los resultados, así el parecido sería perfecto.
Un crimen horrendo da pie a acusaciones sostenidas con fotos de ocasión que muestran, juntos, a criminales y políticos en algún acto. Se abre así un filón, aparecen fotos de todo tipo, viejas y no tan viejas, se pretende que una foto ate a las personas del grupo, las responsabilice de las acciones de sus colegas de imagen. Los argumentos no importan, no hay reflexión, lo necesario es denigrar, enlodar, la guillotina moral. Se establece la peligrosa doctrina de “si aparecen juntos en una foto son cómplices”. Y esa doctrina es avalada por personas serias de lado y lado.
Mientras se idiotiza a la masa, se le priva de la política, se olvida del Socialismo, no se le habla de economía, se crean las condiciones para que vote, elija al que más da, al que más promete, al que tenga menos lodo en su vestimienta. Es la cuarta que llegó con todo su instrumental de manipulación.
Pero la vida sigue. Un coronel activo declara sus cuitas políticas, y se le aplica la ley de “lo que no se comenta no existe”. Nadie dice nada, pareciera que habló un vendedor de helados de Los Caobos: “silencio, busquemos el próximo escándalo, eso se olvida mañana”.
No sabemos quién ganará las elecciones, no apostamos, lo que sí aseguramos es que con esta actitud, seguro el Socialismo, la Revolución, los revolucionarios saldrán perdiendo, derrotados. La masa estará preparada, educada, en lo frívolo, en lo mercenario, así será incapaz de grandes tareas, de atinadas decisiones, abandonará lo trascendente por la inmediatez, como una vez lo hizo con Cristo o con Bolívar, abandonará el legado auténtico de Chávez, aceptará displicente que se lo cambien por lo contrario, que lo transformen en paladín de los burgueses, en capitalista. La masa ocupada, distraída, en otra cosa no se dará cuenta, será su propio verdugo.
Estas elecciones se perfilan como la tumba de un sueño, los herederos se muestran incapaces de seguir la hermosa aventura que señaló Chávez, sólo son competentes para repetir la lógica de la cuarta, hacia allá se deslizan con gran eficacia.
Siempre hay que esperar que en la crisis -y se avecina una gran crisis- aparezca un líder que conduzca hacia el futuro y no permita que la turbulencia se resuelva con represión a los humildes y regreso al pasado capitalista. Nosotros tenemos esperanzas de que las palabras del clásico, “los grandes líderes son hijos de las grandes crisis”, se hagan una vez más realidad.
¡Viva Chávez!