Aunque no sea especialista en el Derecho Constitucional, ni de cómo se bate el cobre en la política, sin embargo reconozco que fue imprudente el llamado a ganar las elecciones como sea. Y porque conocemos su vocación democrática, queremos creer que fue un acto impulsivo, porque dudamos que Nicolás Maduro no sepa que ningún Jefe de Estado debería mostrar inseguridad o nerviosismo cuando se dirige a sus gobernados, así las circunstancias sean apremiantes, llevando a frotarse las manos ante el tamaño de la dificultad. Y porque suponemos que se trató de una reacción fortuita, estamos convencido que en lo sucesivo no volverá a repetirse, pues él sabe que debe irradiar confianza, de forma tal que no ponga en sospecha la vigencia de su mandato.
Hasta las piedras saben que ahora no está muy claro cuál será la correlación de fuerzas en la nueva Asamblea Nacional que habrá de instalarse a comienzos del 2016. A este abanico de dudas que hacen que el resultado del 6D sea una verdadera incógnita, también se suma el hecho de que las maquinarias partidistas cada vez pierden parcelas de simpatías en la calle, y con ello disminuyéndose los riesgos de esa polarización que impediría reconstruir la paz nacional.
Si en verdad queremos pasar unas navidades sin traumatismo generalizado, deberemos hacer un esfuerzo apostando a una emergente corriente política y que sea capaz de imponer el dialogo como herramienta para promover la convivencia por encima de las diferencias sectarias. Y como no hay mal que dure cien año ni cuerpo que lo resista, pensamos que esta vez privara el interés nacional; repitiéndose el fenómeno electoral de 1993 y 1998, cuando los venezolanos comprendieron a su turno que no podían contemplar impávidos cómo se desmoronaban las posibilidades de salvar el porvenir.
Porque no hay razones de peso para dudar de sus buenas intenciones, y porque conociéndolo sabemos que se trató de un simple acto impulsivo de quien está lleno de pasiones por Venezuela, le queremos advertir a la canalla que no pierda tiempo haciendo fiesta con el dramático llamado del sucesor de Chávez, pues no es primera vez que al mejor cazador podría escapársele la liebre. ¿O no?
¡Qué lástima que a esos hombres de buena voluntad, no se les peguen colaboradores que valgan la pena; y que no sean de esos que hacen tanto daño como los fulanos ministros que resultaron buenos para nada!