No somos dado a meternos y ni muchos menos a exponer al escarnio público a otros que hacen uso de sus escritos para rivalizar con el gobierno, e incluso, para buscar prebendas personales, porque por lo general entendemos que cada quien tiene derecho a pensar como se le viene en gana, no obstante en este caso, sobre todo por el cinismo que le pone a su escrito, refutaremos abiertamente la entrega que hizo el "glorificado" humorista, Laureano Márquez, una vez que hace un cuadro comparativo, entre el gobierno del presidente NMaduro, y la famosa serie "Juego de Tronos".
Para los más conspicuos e ingenuos lectores de entrada pudieran pensar que lo escrito por Márquez es la pura verdad, claro está si no se llega a un análisis profundo y se trata de determinar la verdadera raíz del problema.
El humorista comienza su artículo apelando, como siempre, a la sátira e incluso, a nuestra manera de ver, al cinismo, que por cierto a muchos hace sonreír, al menos a mí no, mientras se habla con la mentira y se redacta con la intención mediática.
Márquez comienza su insincera escritura diciendo que la oposición fue burlada en los intentos de diálogo en Santo Domingo, aun cuando ésta no se llevó a efecto, porque notó que no había garantías de que se pudiera cumplir con los acuerdos, y por ello, asegura, es tan renuente a un diálogo.
Por lo que se interpreta en esta primera entrada, según Márquez, la oposición tiene el pleno derecho de hacer lo que ha venido haciendo: desechar la posibilidad de llegar al diálogo, promover guarimbas, destruir bienes públicos, quemar autobuses y gente viva por el solo hecho de ser chavistas, llamar a que se nos apliquen sanciones desde el imperio, y lo peor, pedir encarecidamente que se cumpla una invasión.
Márquez después inmiscuye en sus letras mediáticas al ex presidente español, Luis Rodríguez Zapatero, al calificarlo de estar inclinado a las posturas de Maduro. Quizás si el ex mandatario español estuviese a favor de los golpistas venezolanos no dijera nada, pero lo ataca porque se inclina al estado de derecho, al deber ser, a la propia Constitución venezolana, y al derecho que le asiste al presidente NMaduro de mantenerse en la presidencia, toda vez que ha ganado las elecciones.
El "humorista", para ir más allá, asegura soterradamente, al mismo tiempo, que el presidente NMaduro está loco, y lo acusa de robarse las elecciones.
Si de locos hablamos conocemos unos cuantos, que por ansias de poder, pierden la sindéresis y el equilibrio, sobre todo en sus escritos, pero lo peor, otros apelan al barbarismo pidiendo guerras en contra de su propio país, con tal de llegar de nuevo al poder.
Márquez no se queda corto. Precisa que el presidente NMAduro tiene gente armada, la cual califica de drogos, en la calle, "tan violentos y dispuestos a torturarte". Señala además que hay represión.
En esta última parte nos detenemos: al "ilustre" humorista, para sus amigos, le molesta que el gobierno tenga gente de pueblo que esté dispuesta salir en su defensa y de la revolución, pero además le incomoda que ahora la oposición no pueda salir a tomar la calle, para seguir con sus desmanes, por cuanto temen encontrarse con la "horma de sus zapatos".
El que pretende hacer reír con su cinismo al país igualmente ataca al ex tinto comandante Hugo Chávez. Desde luego trata, porque no lo logrará jamás, mientras le quede un aliento de vida, exponerlo al escarnio público. Lo tilda de rey que llegó al poder como cosa de magia, pretendiendo desconocer todas las elecciones libres y soberanas que ganó abiertamente con el voto de la mayoría de los venezolanos.
Márquez, también con su manera cínica, repetimos, de ver la política, arremete con calificativos en contra del presidente NMaduro, a quien señala de ser usurpador, sin reconocer que ha ganado limpiamente y por voluntad de las mayorías las dos últimas elecciones presidenciales. Lo llama-incluso-"cruel, caprichoso, imprudente, cobarde con una marcada vena sádica".
Vemos, en este último punto, que el "laureado" humorista olvida o echa al cesto de la basura a otros personajes que vienen tendiendo incidencia marcada y son responsables de la grave situación del país. Por ejemplo no toca, ni con el "pétalo de una rosa", al presidente norteamericano, Donald Trump, quien ha ordenado de manera clara, notoria y comunicacional que a Venezuela se le apliquen las fuertes sanciones económicas que vienen haciendo estragos en el acontecer diario de la nación.
El conspicuo "humorista" asegura que el gobierno ha destruido igualmente al país, pero ni por el carajo reconoce que la oposición desde que llegó Chávez al poder se ha encargado de la mano con el imperio de promover todos los obstáculos a su alcance para dar con el traste de la revolución.
Pero Márquez tiene otra "cualidad". No podía dejar de atacar a las mujeres. Quizás el país desconozca cuál es su inclinación sexual y pretenda hacer ver, en su yo interno, que no lo parió una valiente mujer, precisamente. Por ello arremete también en contra de Tibisay Lucena, Delcy Rodríguez y Cilia Flores. Quizás para ganar notoriedad las eligió a ellas.
Da riza, al final del escrito de Márquez, leer que el diputado Guaidó es el legítimo heredero del trono. Es decir, según su apreciación, equivocada por demás, le asiste el derecho de estar sentado en la silla de Miraflores, aunque ningún elector de este país haya votado para elegirlo presidente.
Márquez, dándoselas también de erudito Constitucional, apela a unos argumentos que solo le pueden avalar los que están investidos de una irracionalidad, que están precisamente del lado de la oposición.
Lo único que le faltó al "laureado" humorista, debido tal vez al culillo que lo asecha y para no dejar las nalgas expuestas, fue llamar de una vez por todas que el imperio norteamericano venga de inmediato a invadir a Venezuela.
Así vemos pues que los mercenarios, como el connotado premio nobel de literatura, Vargas Llosa, al igual que Márquez, hacen uso de la pluma para desvirtuar la verdad, los hechos reales de lo que ocurre en el país, solo con la intención de congraciarse con el imperio y con quienes desean llegar a la fuerza al poder, quizás a cambio de un puñado de dólares.