Más allá del devenir y destino de la reforma constitucional, hay un asunto claro: el proyecto de reforma constitucional encierra las primeras ideas sobre el diseño socialista que tiene en mente el gobierno bolivariano, y constituye la base para discutir cuál transición y cuál modelo socialista para la Venezuela del siglo XXI. El asunto de fondo es si la propuesta socialista que aparece en la exposición de motivos, en la iniciativa de reforma y en el proyecto de la asamblea nacional, logra o no superar los fracasos y errores del socialismo inexistente del siglo XX. Quien evada el debate, quién soslaye los temas de fondo, quien se coloque en las posturas de defensa o rechazo histérico a la reforma, simplemente esta haciéndole un flaco favor al pensamiento crítico. El tema del nuevo socialismo del siglo XXI exige una disposición pasional radicalmente distanciada de la polarización ideológica y de la racionalidad bélica que se ha instalado como ambiente, por el uso indiscriminado de técnicas de propaganda y guerra psicológica de lado y lado. Sabemos que estas técnicas entumecen el pensamiento, el razonamiento, la comprensión y el entendimiento, que es lo que mas falta hace para superar los graves problemas que aquejan a la sociedad venezolana, y porque no decirlo, a la sociedad-mundo de la actualidad. Mientras algunos apuestan por la consigna para la acción inmediata, de corto vuelo y justificada desde su funcionalidad a la táctica de poder, otros apostamos por profundizar el debate, por trenzar un terreno de discusión, por establecer problemáticas, para asumir un dialogismo polémico, que en fin es el que permite profundizar la cultura política democrática. Porque presuponemos que sin revolución democrática no habrá nuevo socialismo, nos alejamos de tanta gesticulación y aparente elocuencia, que encierran más ejercicios de sofística que de pensamiento revolucionario. Este es el fondo del asunto, sin pensamiento revolucionario no habrá revolución, y es falso que la praxis oportunista e improvisada sea condición de posibilidad del mismo. Los peores obstáculos de la revolución socialista no solo están en las lógicas imperiales y en sus lacayos internos, estás presentes en todos los esquemas de mentalización de una subcultura revolucionaria, que se quedó atornillada a las narrativas de marxismo soviético y los estertores modernos del colectivismo despótico. Los manuales de socialismo del siglo XXI cumplen las mismas funciones de los manuales de autoayuda que abundan en cualquier esquina: son consuelos para tontos, estupideces difundidas sin la menor responsabilidad política, mensajes para rebaños, que idiotizan aún más el terreno de posibilidad de inventar no solo el socialismo del siglo XXI, sino un pensamiento-pasión acorde con este reto. No es causal que en este patético cuadro, muchos se refugien en la voz encarnada, en la enunciación profética, en la mitología del cesar protector. Pero no nos hagamos ilusiones, el pensamiento crítico que justifica una mínima consistencia a la acción del nuevo socialismo no se asimila al orden del delirio de masas, ni a la efervescencia colectiva por intensificación de ciertas operaciones rituales. Se trata de otra lucha, que tiene sus propias trayectorias históricas, mas allá de los atractores biográficos de quienes ocupan ocasionalmente el poder de la forma/estado, la lucha por ampliar los espacios de libertad y liberación, y no reproducir el infantilismo, la servidumbre y los cuadros valorativos de la sumisión. En fin, se trata de gritarle al mundo que es a través del socialismo asumido desde el pensamiento crítico y desde las pasiones libertarias, que la condición humana puede acariciar la experiencia de la emancipación. Es desde este punto de mira, que asumiremos el papel de francotiradores del viejo socialismo, para liquidar metafóricamente, y sin tanto costo innecesario, lo señuelos de un descarrilamiento colectivo, para intentar no repetir la compulsión a la repetición. Veremos o no en el camino, si se construye esta posibilidad.