La Reforma corre peligro

Esto no es nuevo. Cada vez que viene un proceso electoral en esta Quinta República, comienza un nerviosismo desde las propias filas del chavismo para adivinar la voluntad de la gente; pero con un dejo de pesimismo que disfraza una intención muy velada de que esto se vaya muy al “zipote”. Trataré de explicarme, porque sé que ni Pedro Sassone ni Alicia Pacheco me están entendiendo.

Ya empieza a decirse que la gente no quiere la reforma; que muchos chavistas votarán NO o se abstendrán; que la oposición tiene razón en cuanto a que esto es una locura; que ciertamente terminarán quitándonos hasta nuestros hijos; etc. Y cuando se escuchan las proyecciones de J.V. Rangel, mucho más.

Camaradas… Pregúntense el por qué la oposición ama ahora una Constitución otrora odiaba, para defenderla tan pasionalmente. No se olviden toda la campaña de infamias y denuestos contra una pobre carta magna de 1999 cuyo único pecado para la oligarquía era la paternidad de Hugo Chávez.

Dos elementos juegan a favor de un giro espectacular que dará la apreciación sobre la reforma y que asegura, según mis cálculos, el 58-42: La campaña que hará Chávez para impulsarla (el líder de mayor credibilidad en el planeta); y el descreimiento que sufrirá la oposición de aquí a diciembre cuando se descubra que son los mismos golpistas de siempre, y que su único propósito es instaurar en Venezuela un régimen de derecha para “fuñirse” al pobre pueblo.

Y los primeros convencidos de la pertinencia histórica, ideológica, social y económica de la reforma, debemos ser quienes medramos de esta revolución bolivariana, pero que al menor “sustíco” que nos mete la oposición, salimos despavoridos a refugiarnos en los conceptos de Ramos Allup, Julio Borges o Teodoro Petkoff… ¡Qué manguangua!... Los miles de cobardones que tenemos en ministerios, parlamentos, gobernaciones, alcaldías, empresas públicas, etc., me hacen recordar a aquél homosexual cumanés que al leer en un diario local amarillista el titular “¡Muerto hombre a machetazos!”, exclamó gozoso: “¡Ay, pero que débil!...”

Todo esto da cuenta de la inmensa cantidad de oportunistas y negociantes de la política que nos cayeron como hormigas (y que me perdonen las hormigas) una vez cogimos el gobierno. Antes de 1998, cuando Chávez se alzó o cuando andaba por allí más solo que la una, muchísimos de ellos recogían su trasero y se apostaban con Andrés Velásquez porque el actual presidente, de verdad sí era (a decir de Carlos Andrés Pérez) “dictadorzuelo, loco, gorila militar, asesino y hasta pervertido”.

Puedo dar fe que aquí en el estado Sucre, por ejemplo, muchos de lo que “invadieron” los puestos de mando y los grandes cargos, aborrecían a Chávez y se alineaban a la derecha, porque hasta les daba miedo ser, siquiera, asomados como simpatizantes de “un golpista retrasado y maniático”.

La reforma es a la revolución lo que el antibiótico a la fiebre, camaradas… Olvidémonos de pendejadas y salgamos a gritar que no hay futuro sin Chávez; que este proceso no se detiene; y que mientras tengamos como enemigos o adversarios a esta derecha fascista y reaccionaria, es porque vamos bien.

Nada malo le ocurrirá a este pueblo mientras Hugo Chávez Frías esté en el poder, salvo que en un proceso de metamorfosis el camarada se nos quiebre ideológicamente, lo cual no creo. Chávez ha sido, en cierto modo, un gladiador contra los demonios de la ignominia; y si no, veamos cómo recogió las banderas que todos nosotros como militantes o dirigentes históricos de la Izquierda venezolana habíamos rendido frente a la vorágine neoliberal que nos llevó, incluso, a creer en los cuentícos aquellos de “el fín de la historia” y “la muerte de las ideologías”.

¡A desalambrar, pues!...

(jeramedi@yahoo.es)


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Jesús Meza Díaz


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