En Venezuela conmemoramos seis años del golpe de Estado virtual del 11 de abril, uno más de los tantos realizados por la CIA en el mundo, poniendo y sacando gobiernos a conveniencia de los intereses que la crearon como herramienta de control internacional. Solo que esta vez el 11 tuvo su trece de abril, en que pueblo y ejército unidos en la calle reestablecieron la constitucionalidad.
Por ello esta semana se ha llamado “del Bravo Pueblo” y se está conmemorando en más de cien países simultáneamente. Más de ochenta países y cien organizaciones sociales son también los que han acudido a Caracas a nombrarla capital de la Paz y el Antiimperialismo. Es buen momento entonces, para pasear la mirada sobre los revolucionarios acontecimientos colectivos que hoy nos toca vivir planetariamente.
Los hábitos racionales no nos permiten “ver” las corrientes, la fuerza de los hechos que por acumulación y aceleración colectiva nos arrastran. No logramos reconocer que vivimos dentro de un paradigma que nos sugestiona, hipnotiza. Pero como canta Eros Ramazzoti en Sueño Americano, todo tiene un precio, cada dios un cielo, cada sueño un tiempo en que debes despertar.
Llega un momento en que por concentración mecánica, las limitaciones implícitas del modelo se hacen inevitablemente evidentes. Llega un tiempo en que la verdad salta a la vista y la mentira ya no halla donde esconderse o como engañar a la conciencia. En otras palabras el ensueño pierde su poder sugestivo, se desgasta. También podríamos decir que despierta o se recuerda a sí misma, una siempre-vieja–nueva sensibilidad.
Desde este punto de vista nosotros, los observadores, somos el centro, el sol en torno al cual giran y se despliegan cual planetas y lunas los tiempos y las historias, que no son sino nuestros sueños despiertos. Sueños que a diferencia de los dormidos, nos permiten además de creerlos, vivirlos con ciertos detalles y un nivel particular de elección entre circunstancias previsibles, anticipables cuando se dispone del conocimiento y la experiencia necesaria.
Allí tenemos por ejemplo la debacle inmobiliaria que comenzando en EEUU se desplegó por “las bolsas de valores” del mundo. Detalles más, detalles menos, les vendieron a los pobres el sueño de ser felices propietarios de su vivienda y pagarla como fuesen pudiendo. Y allí comenzó el juego de la pirámide. Los dueños de la deuda se la vendieron a otros ganando su dinerito, estos la volvieron a vender y ganaron el suyo.
Pero a cierto punto los peces pequeños no pudieron con la acumulación de intereses, con la transferencia de costos del dinero. Sus viviendas y sueños fueron rematados y los tiburones mayores recuperaron su inversión con grandes ganancias.
Los tiburones menores del final de la cadena piramidal también perdieron sus inversiones, arrastrando con ellos a todos los que les confiaban sus ahorrillos. Los pobres pobres volvieron a su normalidad, enjugar lágrimas, comprar y soñar futuras felicidades. Del mismo modo que los esclavos cantaban como trasfondo de sus agotadoras tareas. Como la gente del sur canta tangos para poner en sonidos y palabras la intangible neblina de su tristeza.
¿Y cómo termina esta historia? Como siempre. Lo más probable es que ante la posibilidad de desmoronamiento del sistema económico especulativo completo, los bancos centrales cubran el déficit. En criollo esto quiere decir que los pobres financiarán con su vida y la de sus próximas generaciones las ganancias de los especuladores mayores y sus jueguitos.
¿No hacen lo mismo el FMI, el BM y la OMC con las naciones? ¿Transferir costos del primer mundo para que los subdesarrollados financien su déficit? ¿Y que son las naciones en la práctica? Nosotros, trabajando como esclavos para pagar de por vida los juegos y aventuras especulativas de los señores de sangre azul, que representan la crema de nuestra especie.
Así llegamos al paradójico final del sueño del neoliberalismo, de la autorregulación del mercado. Ahora el Estado, (que es un eufemismo para designar el dinerillo de los contribuyentes, el valor de nuestro trabajo), para impedir que los tiburones mayores despedazándose entre sí desmoronen el sistema completo, ha de comenzar a intervenir haciendo nuevamente públicos y hasta nacionalizar, los bienes y servicios que privatizó bajo el lema de “cuanto menor intervención del Estado mayor eficiencia, mayor ganancia”.
Es el costo y los daños colaterales de incluir en nuestros sueños despiertos, señores, héroes, líderes, patriarcas, dioses, instituciones madre, historias románticas, para aminorar nuestras sensaciones de temor y minusvalía ante el espacio-tiempo inconmensurable que la vida nos da la impresión de ser.
Tal vez hasta soñamos la muerte como fin de esta aventura, solo para sentirnos seguros de que tendría un fin, una salida en caso de que nos sintiéramos desbordados, agotados. O quizás fue una medida preventiva para preservar nuestra libertad, por si nos aburríamos de cargar con el costo de tales sueños.
En Venezuela nos venimos enterando, gracias a que la revolución bolivariana llegó al gobierno hace nueve años, y por no ir más lejos en el cuento, que desde que cayó el último dictador y llegaron los gobiernos democráticos, vendieron por una pequeña comisión el país al mejor o más imperioso postor, con materia prima y esclavos incluidos, Creo que el negocio no le pareció bueno a los tiburones grandes, porque desaparecieron públicamente al pobre señor Kennedy.
En consecuencia vino a establecerse aquí la CIA y el USAID con toda su comitiva, para continuar su lucha por la libertad y la democracia contra todos los monstruos comunistas. ¡No faltaba más! Esa gente roja pretendía despertar a los demás del sueño de la herencia divina de los reyes, los señores feudales y sus cortes, antes de que llegara el tiempo.
Esta vez el costo y los daños colaterales del sueño liberal y democrático fueron solo unos miles de desaparecidos. Hasta que se anunció públicamente la secreta venta del país al FMI y el 60% de la población cansado de comer alimentos para animales, salió a saquear los negocios y supermercados. El entonces presidente, en nombre de la misma democracia y el orden, mandó a masacrar a los facinerosos, antisociales.
Todos estos cuentos podemos hoy hacerlos, porque llegó el gobierno revolucionario a sacudir a los durmientes despiertos de sus sueños en el tiempo. Porque en nueve años no han podido, pese a que lo han intentado con todos los recursos que hasta ahora siempre les dieron resultado, impedir que nuevas alternativas se vayan abriendo camino.
Pese a que los medios incrementan las imágenes que habitualmente asustan a la gente, haciendo que como los avestruces entierren su cabeza nuevamente en sus sueños renunciando a su libertad de lo por conocer y experimentar, a cambio de la seguridad que le brindan los malos conocidos, habituales.
Pese a todo lo imaginable e inimaginable, la nacionalización de los recursos naturales y distribución de los superhábiles, la voluntad de implementar una creciente justicia social para revertir los efectos del tiempo de sueños.
Más el ejercicio creativo de construir mecanismos para una inédita y verdadera democracia, autogobierno del pueblo, participativa y protagónica, que establezca los fundamentos para que el despertar de este sueño de esclavitud no vuelva a convertirse en pesadilla, como en tantos intentos cercanos, va promoviendo el despertar creciente de la masa crítica necesaria. Como dijo un octogenario en estos días de celebración: “Saludo a todos los luchadores sociales, a los que piensan y a los que no lo hacen, que cada vez son menos”.
Comenzó en Venezuela, o en Cuba si retrocedemos unas décadas, o donde uds. prefieran. Porque lo importante es que, haya comenzado donde y cuando lo haya hecho, ese es el resultado acumulativo de la experiencia y conocimiento de la especie humana, al ir viviendo sus sueños, frustrándose, desilusionándose, recreando y enriqueciendo sobre la marcha.
Pero a velocidad increíble se va desplegando por el continente, resonando por el planeta, demostrando justamente que es un tema de la mente humana colectiva y que los tiempos de despertar de este sueño ya han llegado. Por ello las contradicciones implícitas de esa concepción, de ese soñar despiertos, comienzan a dejar de sugestionar la conciencia y a ser vistas, puestas en evidencia.
La revolución es tiempo de partos y nacimientos, pero ahora no de la carne sino de la siquis, de la conciencia, del espíritu. Se trata de despertar de los sueños de la carne, es decir de los hábitos y creencias configurados, dándonos cuenta de adónde nos ha conducido la dirección en la que hemos actuado, lo que hemos hecho hasta ahora.
Uno de los lemas de esta Semana del Bravo Pueblo, es “no olvidar” para que no se vuelva a repetir lo sucedido ese once de abril del 2002. Es comprensible que no deseemos que se repitan momentos de incertidumbre y sufrimiento, asesinatos, secuestro y desmoronamiento de nuestros sueños, abruptos cortes de las esperanzas depositadas en el gobierno revolucionario.
Si embargo recuerdo como si fuese hoy, cuando en la adolescencia se fueron esperanzados muchos amigos judíos para el anunciado nuevo país de Israel. Fue una especie de éxodo desde todas partes del mundo hacia aquél lugar en el Medio Oriente. El pueblo judío es uno de los que recuerda mucho, y sin embargo eso no lo ha conducido hacia la felicidad, sino a una continua y lamentable confrontación bélica.
Yo no desearía que mis hijos convirtieran la posibilidad que es su vida, en el recordatorio de las cosas malas que a mi me sucedieron. No desearía convertir a mis hijos en memoria de mi sufrimiento y en prevención de pasados errores y sufrimientos. Porque la experiencia me ha enseñado que convertir al futuro en prolongación cautiva del pasado sufrimiento, hace imposible que lo nuevo, lo bueno, lo fresco, encuentre lugar en mi vida.
En todo caso si creemos que el pueblo tiene mala memoria y que es necesario recordar para no repetir errores, no es necesario que seamos burros de carga de malos recuerdos. Los artilugios electrónicos han sustituido con creces nuestra capacidad y velocidad para calcular modelos informáticos de posibilidades, y no se ha desmoronado el mundo ni nos hemos convertido en autistas por ello.
Del mismo modo allí tenemos décadas de archivos audiovisuales y más de cien años de archivos de periódicos y revistas de todo tipo, que dan testimonio de los hechos y las interpretaciones del siglo pasado. ¿Qué modo más simple de contrarrestar y neutralizar las mentiras puede haber entonces que enfrentarlas a los hechos y su memoria virtual?
Ahora bien, si me dicen que la conciencia colectiva teme instintivamente y está harta del conflicto sin importar cual sea su origen y posibles resultados, entonces ya estamos hablando de otra cosa. De una conciencia organizada sobre el temor o la fe. De una conciencia abierta al torrente vital o contraida y de espaldas a él.
Me parece que una mejor solución para que lo malo no se repita, es reconocer lo que todos hemos hecho para gestar esas circunstancias. El ejemplo de lo que sucede con la revolución bolivariana es bueno para ilustrarlo. Solo una nueva sensibilidad colectiva ha hecho que las propuestas del presidente Chávez hayan encontrado resonancia en la mayoría colectiva.
Y es intentando llevar a cabo esa visión de justicia y bienestar social, como hemos reaccionado toda la inercia del pasado que ha comenzado ha hacerse evidente a nuestra conciencia. No ha sido intentando evitar repeticiones del pasado como lo reconocimos y comenzamos a impedir, sino uniendo nuestras fuerzas en una dirección de acción deseada y posible, como se actualizó e hizo imposible que eso siguiera escondido a nuestra conciencia, a nuestra mirada.
Esa nueva sensibilidad que se ha creado una visión de futuro deseable y posible, esa voluntad que puso en marcha una nueva dirección de hechos comunes, nos hace comprender que todo ello opera y solo es posible en plena relación presente con el mundo. El presente es el centro de gravedad desde el cual recordamos, desde el presente proyectamos futuros posibles.
Solo en presente podemos ponernos de acuerdo en qué dirección común actuar, y hacerlo. Solo en presente y en plena relación abierta de la conciencia con el mundo, es posible reconocer y cambiar lo que hasta ahora nos ha guiado, nos ha dado dirección de acción colectiva, conduciéndonos a estos resultados.
En otras palabras, nuestras creencias y hábitos, nuestros sentimientos y pensamientos, nuestro deseos y sueños de vivir con mayor plenitud, son parte inseparable de esa realidad que deseamos transformar, renovar, enriquecer, hacer más gratificante. Y por ello reconocerlos y poder elegir entre ellos, es condición necesaria e ineludible para cualquier revolución.
¿Queremos un mundo de paz? ¿Comprendemos que sin paz no hay justicia ni bienestar posible? Pues hemos de encontrar un modo no violento de responder a todas y cada circunstancia, hemos de erradicar la violencia de nuestra conciencia y reacciones. Creo que hemos dado un paso en esa dirección al unir los esfuerzos del pueblo armado con el civil, para construir esa mejor y más bonita Venezuela.
¿Y qué era lo que nos hacía creer que el pueblo era diferente del ejército o la policía? Pues un sueño, una dirección de acción y los hábitos y creencias configurados experimentándola, en que el pueblo fue convertido en represor del pueblo para proteger las propiedades, la apropiación del fruto del trabajo colectivo en manos de cada vez menos.
Si no reconocemos esa división artificial y la revertimos, pues no hay salida de ese sistema de creencias y hábitos que nos enfrentan, continuaremos repitiendo y afirmando un pasado que va en contra de nuestras más simples y evidentes necesidades e intereses. Hoy en Venezuela no hay presos, torturados ni muertos políticos.
Pero si hay un Ministerio para la mujer, y se intenta que en toda organización haya paridad entre sexos con plenos derechos. Los indigentes, los minusválidos, los ancianos, las madres sin recursos son censados por una misión especial cubana y las propias comunidades, siendo de inmediato atendidos por el gobierno en todas sus necesidades.
Las cárceles están siendo remodeladas, los juicios acelerados y revisados los fallos anteriores, para que también entre los que están privados de la libertad, el don más preciado con que nace la humanidad ya que es la posibilidad de todos los demás dones, sean devueltos a su condición de libertad los injustamente encarcelados y dispongan de todos sus derechos los otros.
El dinero se va democratizando paso a paso mediante la creación de bancos del gobierno para el pueblo, la mujer, el campesino, etc. La libertad, la justicia y la paz exigen reconocer la violencia en todas sus modalidades y escondrijos. Dicho de otro modo toda discriminación, sea sexual, generacional, de clase, económica, religiosa, racial, etc., es violencia.
Según las cuentas de los técnicos el 11 de abril del 2002 ya no había nada que hacer, todo se había perdido. Pero la pasión se vistió de pueblo para salir a la calle sin pensarlo mucho, y le dio el impulso necesario al ejército para que saliera a retomar el palacio presidencial de Miraflores y rescatara al presidente secuestrado.
Entonces la ausencia de resistencia dejó en evidencia que había sido un golpe virtual, preparado por la CIA y ejecutado cuidadosamente por unos pocos mercenarios que controlaron los puntos críticos, pero sin el menor respaldo popular ni de la milicia. Yo creo que técnicos e intelectuales tenemos una deuda con la sociedad.
No sé si nos habremos dado cuenta de que los conocimientos y hasta la personalidad que hoy adquirimos y formamos, son herencia de miles de años de acumulación de experiencia de las generaciones, y que los veinte años de estudios que un ejecutivo moderno requiere para poder operar en una sociedad compleja, exige que toda la sociedad pague de algún modo por ello.
Lo menos que le debemos entonces es poner todo ese conocimiento y tecnología resultante de miles de años de esfuerzo al servicio de todos, y tal vez en lugar de creernos dueños de nuestro futuro desentendiéndonos del resto, deberíamos sentir el compromiso de amor de volver cada uno a su comunidad para desarrollarla y elevar su calidad de vida con lo aprendido.
Tal vez sean justamente esos veinte años de especialización intelectual por los que toda la sociedad paga de un modo u otro, los que luego nos diferencian de las experiencias sencillas, de las simples penas y alegrías de todos los días. Contemplándolas ahora desde la elevada atalaya a la que llamamos orgullo intelectual, experimentando fuertes resistencias y rechazo por aquello, deseando alejarse lo más posible de ello.
Tal vez ese es el abismo que está a la base de las funciones especializadas que llamamos diferencias de clase, género, generacionales, desde que el conocimiento abstracto se diferenció del esfuerzo y el sudor del trabajo físico, del mismo modo que de su fruto. Tal vez a ello se deban las reacciones de las clases “altas y medias” que llamamos disociación sicótica.
Pues sentimos que ahora nuestros paisajes luminosos son invadidos por las tinieblas de la ignorancia a las que creíamos haber dejado atrás, habernos alejado. Hoy sentimos que todo nuestro esfuerzo ha sido en vano, pues ahora se habla de igualdad y justicia social como derechos humanos de nacimiento. Pero además de hablar se lo intenta concretar, reaccionando todas las resistencias del paisaje concebido y construido desde una sensibilidad anterior, diferente.
Pareciera pues que en sencillo se enfrentaran en nosotros dos visiones entre las que debemos elegir. Una neoliberal que concibe la vida como un negocio. Si ese día se despierta de buen humor puede llegar a prestarte el dinero necesario para pagar tus estudios. Luego tú debes pagarlo con intereses trabajando, haciéndote así dueño de hacer con tu vida lo que quieras.
Para esta visión de negociantes entonces tú naces endeudado y hace falta crear entidades que vigilen este tipo de justicia usurera, en la que nadie aclara como es que se hizo alguien con el capital para luego financiar a los demás. Así es como concebimos un estado y sus instituciones vigilantes y represoras, que supuestamente equilibrarán las diferencias naturales con las que nacen los hombres, pero que solo eterniza la injusticia y el desamor.
La otra visión pregunta, ¿quién hizo a alguien dueño de algo, y a través de ello intermediario entre los demás y el fruto del trabajo de todos? El día que comprendamos que la vida solo es posible gracias a la generosidad, comenzando por la naturaleza que todo lo provee, incluyendo la vida, la inteligencia. Siguiendo por la madre que nos concibe de su ser, nos da de su espacio vital, nos nutre y sostiene en su vientre. Tal vez se cierren las puertas del temor que dieron entrada a la desconfianza, y entonces ya no habrá necesidad de vigilantes entidades.
Sea como fuere, creo que es hora de bajar de nuestra alienada y solitaria atalaya, de dejar de mirar desde arriba y afuera nuestro cuerpo. De volver a la calidez de la intimidad vital, a la hospitalidad, a la compasión, a la inclusividad del amor de madre, para la cual todos sus hijos son iguales y han de estar siempre cubiertos y contenidos bajo sus alas.
¡Esta vez si! ¡Por la libertad, la justicia y la paz plena! ¡Cabalguemos sin temor los tiempos de revolución! ¡Obligados estamos a triunfar! ¡Venceremos! ¡Gloria al bravo pueblo!
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