Hay demasiados síntomas concretos de un agotamiento del sistema, está quebrado, es inservible, no da para más. El que no quiera verlos es un ciego o se hace el que no ve. En su más reciente informe, los técnicos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) alertan sobre un espeluznante incremento de los hambrientos en el mundo.
La medición del organismo internacional revela que 1020 millones de personas en todo el planeta están padeciendo o padecerán hambre durante este año 2009. Es decir, que en los cinco continentes hay cientos de miles de seres humanos condenados a una muerte lenta y dolorosa. La FAO atribuye esta tenebrosa situación a la crisis económica mundial que ha provocado, entre otras cosas, la caída de los ingresos, el incremento abierto del desempleo, y precios galopantes en los alimentos en muchos países.
Desempleo abierto, hambruna y pocos ingresos, un cóctel macabro de muerte y depresión. El otro botón de alarma roja encendida desde hace un buen tiempo es el deterioro climático medio ambiental, que la explotación irracional de recursos y complejos fabriles ultramodernos está provocando. El índice de desastres, calamidades, terremotos y tsunamis se ha disparado en los últimos 20 años, con un efecto destructivo espeluznante. Mientras, en la Casa Blanca siguen deshojando la Margarita entre firmar o no el Protocolo de Kyoto.
Cada vez con mayor prisa y menos pausa arremetemos como energúmenos contra el medio ambiente y todas las formas de vida existentes en el planeta, ¿Será que no nos damos cuenta que al acabar con los cursos hídricos, el aire, la tierra y los mares, estamos asestando una puñalada al corazón de la propia madre que nos contiene? El fenómeno climático de El Niño está forzando a muchos países de Latinoamérica, incluyendo a Venezuela, a adoptar medidas de ahorro en el consumo eléctrico, porque la sequía ha sido particularmente fuerte este año, al mismo tiempo en otras latitudes las inundaciones destruyen cosechas completas y anegan poblados enteros.
Son los límites absolutos del capitalismo que se han activado, como sabiamente alerta el filósofo e investigador social húngaro István Mészáros, en su libro Más allá del Capital. El catedrático húngaro refiere 4 límites absolutos expresados en 1) La ecología mediante la destrucción del medio ambiente, 2) La política, expresada en la profusión de guerras y masacres al servicio del Capital, 3) El desempleo y la incapacidad para atender las necesidades del ser humano y 4) La absoluta y expresa falta de voluntad para generar Igualdad en términos sustantivos y desde el punto de vista legal.
Es tarea urgente debatir y analizar esta situación en profundidad. Frente a este cuadro dantesco de calamidades, la opción de construir el socialismo con la participación activa de la población mundial se vislumbra como la única alternativa de salvar, no solo al Planeta, sino a la mismísima especie humana. Las cartas están echadas, o apagamos la luz y decidimos morir en tinieblas o asumimos el reto de manera responsable y con plena conciencia del compromiso con las futuras generaciones. No es casualidad que sea en esta tierra de gracia, levantisca, mestiza, noble y Gran Colombiana dónde hayamos prendido la chispa que deberá consumir la pradera del egoísmo capitalista. Lo predijo Bolívar con pasmosa claridad hace casi 200 años y está ocurriendo: ha llegado la hora de mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno, elevados en el trono de la Libertad, empuñando el cetro la Justicia y coronados por la Gloria.
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