Valgan las metáforas, esta vez la comparación con el ajedrez. Los jugadores de ajedrez sabemos que los alfiles y los caballos son piezas claves en el desempeño del juego. Los alfiles para los movimientos oblicuos y profundos, los caballos para las maniobras en el “terreno” próximo. Usamos esta metáfora para identificar estos movimientos diagonales y estas maniobras “locales” en el campo político y en el campo económico. También sabemos que el gran juego de control sobre las reservas de recursos naturales no renovables es ejecutado por las grandes empresas trasnacionales de la minería y de los hidrocarburos, en intima vinculación con el sistema financiero internacional, los gobiernos de los países de residencia, además de los cipayos nativos de las periferias del sistema-mundo capitalista. Las estrategias de control, de la efectuación del control, el dominio sobre los recursos naturales estratégicos, de parte de las trasnacionales, no podría darse sin la colaboración de agentes del capitalismo internacional, en su versión actualizada; dominio y hegemonía del sistema financiero mundial, monopolio de las empresas trasnacionales, expansión intensa del modelo extractivista e irradiación de la corrupción, incorporando a altos funcionarios de los gobiernos en esta estrategia de despojamiento y desposesión.
En Bolivia, en el llamado gobierno popular, fungen de “alfiles” y “caballos” del modelo colonial extractivista, personajes que hacen gala de realismo político y pragmatismo, además de ventilar a los vientos un enaltecido cinismo. A estas alturas ya no queda duda de lo que se juega en el TIPNIS, de lo que está detrás de la carretera que atravesaría el núcleo del territorio indígena y parque. El mismo gobierno se ha encargado de adelantar que los parques están comprometidos para ampliar las concesiones hidrocarburíferas. Las concesiones a PETROBAS y PDVSA en el núcleo del TIPNIS ya no se pueden ocultar. La carretera era, principalmente, para facilitar la logística de la exploración en el territorio indígena, que, además, cuenta con título comunitario de propiedad, entregado por el propio presidente a las comunidades del TIPNIS el 2009. Esta aseveración no excluye que también se jueguen otros intereses, vinculados a la expansión de la frontera agrícola de la hoja de coca excedentaria, fuera del fortalecimiento a la burguesía comercial de la región, teniendo en cuenta la irradiación de la geopolítica regional de la burguesía internacionalizada brasilera; geopolítica que se traga a una carretera menor en la gravitación espacial de las carreteras transoceánicas, que se orientan al Pacífico.
Sobre todo los “alfiles” desempeñan una labor demoledora de las últimas defensas populares e indígenas respecto del modelo colonial extractivista. La labor de estos “alfiles” es destrozar a las organizaciones indígenas, dividirlas, cooptar a los dirigentes vulnerables, sabotear la democracia comunitaria, confundir, anexar a los colonizadores del polígono siete en la estrategia colonizadora, que no forma parte del territorio indígena del TIPNIS, sino que ya forma parte de la zona de avasallamiento, mayoritariamente titulada en forma privada e individual. Estos “alfiles” son los agentes del capitalismo dependiente del modelo colonial extractivistas; son los mejores aliados de los intereses de las empresas trasnacionales. Hablan a nombre del “desarrollo”, como antes hablaban otros “alfiles”, esta vez del proyecto liberal, primero, y del proyecto neo-liberal, después; sólo que esta vez lo hacen a nombre del Estado y no de la libre empresa y el libre mercado. Comparando, los “alfiles” nacionalistas son más destructivos, no tanto por los niveles del entreguismo, como lo hicieron los neo-liberales, sino por que presentan como si fuese una actitud soberana entregar el control técnico de la exploración y explotación de los recursos naturales a las empresas trasnacionales, como si formara parte del crecimiento económico el expandir el modelo extractivista, ahora a nombre del Estado, de los intereses del Estado, del “progreso” y del “desarrollo”.
Estos tardíos nacionalistas, no pelean el control técnico de la exploración y explotación, de la producción y de la comercialización, como lo hicieron los nacionalistas del periodo heroico; lo que hacen es entregar el control técnico a las trasnacionales, por el procedimiento de los contratos de operaciones. Se contentan con expandir estadísticamente las arcas del Estado rentista. A estos tardíos nacionalistas no se les puede pedir que comprendan que, en la actualidad, el “progreso” y el “desarrollo” son meras ilusiones del capitalismo tardío; que esta cuestionado el “desarrollo” y el “progreso”, que se requiere otro horizonte civilizatorio para salir de la dominación colonial del sistema-mundo capitalista. Para ellos, esto es discurso de “jardineros” al servicio de los intereses imperialistas. Esta manera de enfocar la problemática, de parte de los nacionalistas tardíos, devela por lo menos dos cosas; una relativa al determinismo económico, la otra relativa al anacronismo histórico. Primero, su apego al modo de producción capitalista; no tienen en mente otra cosa, para ellos esa es la “realidad”; al socialismo se va por el camino de la revolución industrial, en el mejor de los casos, por la expansión extractivista, en el peor de los casos. Segundo, su concepción anacrónica del imperialismo; tienen en mente la figura difundida del imperialismo antes de la segunda guerra mundial; no han podido actualizar esta figura, no han podido concebir las transformaciones del imperialismo y del capitalismo. Tienen, en resumen, una concepción de principiantes sobre el imperialismo. Eso les favorece a su política extractivista, que algún ideólogo nacionalista tardío ha llamado, con toda inocencia, geopolítica de la Amazonia. Por lo tanto, se puede concluir, que su discurso anti-imperialista, que lucha con un fantasma del pasado, no con las formas concretas del imperialismo y del capitalismo colonial, es el mejor dispositivo disuasivo de la penetración imperialista contemporánea.
Uno de los “alfiles” ha dicho que la verdad se impone. Se refriere a adelantar con una ley la construcción de la carretera que atravesaría el núcleo territorial del TIPNIS. Ha dicho también que la VIII y la IX marchas indígenas, en defensa del TIPNIS, eran políticas, al servicio de intereses. Se nota que este “alfil” tiene muy poca, escasa, casi ninguna consideración sobre la Constitución. ¿Para qué se ha escrito una Constitución, como expresión de las pasiones y los objetivos de la movilización general y prolongada de 2000 al 2005? ¿Para regocijo propagandístico y teatral del grupo de poder que se ha montado en la cresta de la ola de las movilizaciones? ¿Para legitimar lo contrario que establece la Constitución, el Estado-nación, el modelo extractivista, el capitalismo dependiente, la continuidad de las estructuras coloniales? No parece que reflexionen sobre estos temas; se trata mas bien de consciencias cínicas, a diferencia de las consciencias desdichadas, las que se encuentran desgarradas. En sus actitudes soberbias, empero cada vez menos solventes, se desprende el vínculo que tienen con las empresas trasnacionales, el modelo extractivista y el Estado rentista. Dice el “alfil” que la carretera se diseñó hace diez años, que ya estaba aprobada; ¿de qué habla? De una continuidad política, del desprecio a las naciones, los pueblos y comunidades indígenas, desprecio epidérmico de las élites gobernantes. Esto no es más que las expresiones crepusculares de la colonialidad. La “realidad” para los nacionalistas tardíos se resume a pocos referentes comunes: Estado-nación, “desarrollo”, que no es otra cosa que capitalismo dependiente, “progreso”, que no es otra cosa que carreteras. Esta escasez imaginativa es la que sostiene la política realista y el pragmatismo, que en el fondo, no son otra cosa que cinismo descarnado.
El problema no es el cinismo, puesto que es un perfil subjetivo; cualquiera, que no se tenga mucho aprecio, puede serlo, si quiere. El problema es que este descaro de la conducta es el instrumento petulante para cubrir la penetración del capitalismo de despojamiento y desposesión, la forma concreta del imperialismo contemporáneo. El problema es que este desplante pedante es hoy la retórica de la colonialidad, despreciativa de lo indígena, de la madre tierra, de las dinámicas y ciclos de la vida. El problema es que con este comportamiento abusivo se vuelve a despreciar al pueblo, a la democracia, a la participación, a la voluntad del constituyente, que es la voluntad del poder constituyente, es decir de los movimientos sociales anti-sistémicos. Estamos ante la efectuación desalmada de las formas grotescas del poder. ¿La “verdad” se impone? ¿Cuál “verdad”? La “verdad” descarnada del poder que produce “realidades” con el martillo de la violencia, del monopolio de la violencia, simbólica, física y psíquica.
¿Cuál es el costo de esta política extractivista? La destrucción de los territorios indígenas, de los ecosistemas, de los seres y ciclos de la vida, la muerte de la Constitución y del “proceso” de cambio, que se suponía que era descolonizador, anti-capitalista, anti extractivista, en defensa de las naciones y pueblos indígenas originarios, en defensa de los seres de la madre tierra, en la perspectiva del vivir bien, de un horizonte civilizatorio alternativo. Ciertamente los “alfiles” y “caballos” del modelo colonial extractivista no reflexionan sobre estos temas, pues para ellos la “realidad” no es otra que lo que tiene a mano el poder.