Pasando de la situación actual a lo que es la trascendencia del pensamiento que le ha dado la fuerza espiritual y estratégica al movimiento de liberación kurdo, buscamos sintetizar los principales argumentos de la obra central de Ocalam “civilizaciones”, empezando por lo que es la revisión de la visión de la historia.
La modernidad capitalista hace parte de una línea histórica que Ocalam define como la curva de sentido que va desde las civilizaciones de los dioses enmascarados hasta los reyes encubiertos. Ese es su el esquema genérico que utilizará para el desarrollo de sus grandes argumentos en la obra “Civilizaciones” que tomaremos como escrito principal a analizar. Ocalam, como líder histórico de la lucha kurda, personaje prácticamente mistificado por su pueblo, necesitó de años de estudio encerrado en una cárcel hermética donde es el único preso, secuestrado de hecho por centenares de gendarmes. De una visión cerrada marxista-leninista y muy autoritaria a la hora de organizar las primeras bases de lo que será el PKK y su guerra violenta posterior en los años ochenta y noventa, la guerrilla kurda sigue el guión de la guerra vietnamita por la liberación nacional, dirigida por un partido marxista. Las resultantes de dicho combate a finales de los noventa, luego de varios intentos de levantamiento general y la respuesta genocida y terriblemente destructiva de comunidades kurdas por parte del Estado turco, no son prometedoras, por lo cual Ocalam, una vez secuestrado en la isla de Irimali en Turquía (preso solo con trescientos soldados a su alrededor) asume el atrevimiento de abrir “hacia la izquierda” y hacia una versión política libertaria, ayudado por la obra del anarquista norteamericano Murray Bookchin, todo su pensamiento y planteamientos políticos. Rupturas controversiales que finalmente lograron convencer a la gran mayoría de la dirigencia revolucionaria kurda y sus movimientos sociales y armados, hasta cambiar por completo la visión y estrategia de lucha, sin prescindir de la lucha armada y la condición del partido como vanguardia del pueblo oprimido.
La obra podría interpretarse como un intento por redibujar las raíces de la opresión del hombre contra sí y la naturaleza madre, utilizando elementos ya descubiertos e incluso tratados por los textos originales del marxismo, el anarquismo, el estructuralismo, el posmarxismo, los legados culturales de la lucha de liberación kurda, pero intentando sacar conclusiones mucho más radicales desde el punto de vista de las estrategias de lucha. Ocalam no es un intelectual es el dirigente histórico más importante de una lucha que interpreta su cautiverio como una derrota pero a la vez como escenario de superación política y espiritual. Se ve comprometido a revisar todos aquellos aspectos que desde la visión original de la lucha no hicieron sino entorpecer la posibilidad de victoria. Esa relación entre revisión de visiones y reconstrucción de estrategias es probablemente la razón misma de esta obra excepcional y el esfuerzo de estudio y reflexión que está detrás de ella.
Sintetizando el esquema general de la obra, podemos decir que esta es una obra que sigue el esquema genealógico que desde Marx hasta Foucault han utilizado para interpretar la realidad humana, preferentemente el dilema del poder, la opresión y la resistencia. Comienza Ocalam luego de un bosquejo por todos los movimientos que le dieron vida a la humanidad y las comunidades nómadas que desde el Africa poblaron el mundo, hablando de el sentido fecundo de la vida que recorre toda la era neolítica en el creciente fértil entre los ríos Eufrates y el Tigris, la Anatolia, el Candil, donde el ser humano logra producir su propia condición de existencia (lenguaje, tecnologías, instituciones, primeras escrituras y representaciones, sociedades sedentarias, agricultura, etc). Tres mil años luminosos que describen esta era pero que termina siendo fracturada y esclavizada, por la progresiva imposición de las primeras civilizaciones y Estados (modelos verticales y externos de poder) donde se rompe la cosmología ligada a la tierra o diosa madre y empiezan a imponerse los modelos burocráticos y despóticos de poder diosificados en la figura del Dios padre. Las comunidades igualitarias basadas y modelos de alianza y filiación, van siendo absorbidas por regímenes despóticos que tienen su nacimiento dentro de la creciente fértil de la Mesopotamia, justamente donde hoy conviven principalmente los pueblos kurdo, turcomanos, árabes, asirios, en el norte de Siria y sur de Turquía.
A partir de los testimonios históricos evidenciados, y su propia interpretación, Ocalam renueva presupuestos básicos del pensamiento libertario que afirma que son las instituciones despóticas originales y el nacimiento del Estado, quienes crean las condiciones de la desigualdad humana y del progresivo avance de modos de producción basados en la explotación del trabajo. De allí la importancia clave que le dará a “los dioses enmascarados” que escondían esas relaciones a través de teocracias que generaron mentalidades serviles que cubren miles de años mientras la humanidad avanza generando progresos tecnológicos, morales e institucionales, pero quedan arrinconadas en múltiples visiones teológicas que no son otra cosa que el enmascaramiento de la desigualdad y la opresión creciente. La “razón” o pensamiento racional, como momento de despegue de las formas mitológicas y teológicas (dogmáticas dirá Ocalam) de la conciencia será nuevamente puesta en duda, pero en este caso no por su propia constitución mitológica escondida y que tantos autores han develado sino como un ordenamiento necesario de la conciencia de acuerdo a la hegemonía creciente de las relaciones de mercado bajo un orden de acumulación capitalista. La “razón” no es más que el nacimiento de una mentalidad cosificada, hecha cosa para sí misma, respecto al mundo y la naturaleza. De allí que no tenga ningún sentido verla como avance en sí, como desarrollismo lineal y definitivo de la consciencia, sino como un paso para el retorno o reencuentro renovado desde las mismas posibilidades de la razón con las cosmogonías originarias: es la importancia que tendrán entonces las “metafísicas humanas” en el planteamiento de Ocalam, y como intento por superar los vestigios de un materialismo mecanicista y cientificista, absolutamente presente en la tradición marxista-leninista. Desde Sohn Rethel hasta Nietzche tienen mucho peso en estos argumentos que son tan controversiales para toda visión teleológica y positivista de la historia humana, incluido no solo el marxismo sino la perspectiva revolucionaria que hegemonizó los movimientos de lucha al menos en el transcurso del siglo XX. Ocalam hace este recorrido a nuestra opinión buscando de donde asentar argumentos que le permitan la reunificación tanto de la verdad humana entre cosmología primitiva y razón, como una estrategia donde la tierra, nuestro reencuentro con ella y no solo el desarrollo de los medios de producción, sean claves centrales de la lucha revolucionaria.
Lo importante de este pensamiento que recoge muchas de las observaciones que desde Levi Straus y los descubrimientos antropológicos, es que registra un nuevo modelo de visión histórica para una nueva visión revolucionaria. Es un nuevo régimen de verdad o una “ciencia del sentido” como el mismo llamaría. No estamos interpretando la historia sólo desde el punto de vista de sus elementos materiales y económicos constitutivos, sino las profundidades o “mentalidades”, las “metafísicas” que esa evolución civilizatoria ha ido mostrando, dejando conclusiones muy claras en respuesta a la necesidad de ir rompiendo con todos los positivismos propios del cientificismo del cual incluso el marxismo ha sido víctima e ir hacia un nuevo régimen de verdad donde la figura de la “vida libre” será transversal tanto política como epistemológicamente en toda la obra del autor.
La “vida libre” así como el “espíritu libre” de Nietzsche se mueve dentro de una visión de totalidad de la existencia centrado su atención histórica en un binomio libertad-opresión que aunque es propia de la visión moderna del mundo, sin embargo sirve para entender la propia imposibilidad de la civilización moderna capitalista para encontrar los causes de una humanidad libre e igual, de acuerdo a los preceptos de la misma modernidad. Como lo deja dicho Enzo del Búfalo en sus obras dedicadas a la subjetividad moderna, ella nunca ha podido superar la constitución despótica que es inherente al nacimiento de las civilizaciones humanas, tanto en la persistencia del despotismo de Estado como en la introducción de innumerables formas de despotismo dentro del orden de la sociedad civil, comenzando con el despotismo propietario y la explotación del trabajo. La “vida libre” por tanto no le interesa hacer exaltación de la modernidad en sí, de su nacimiento como máxima leyenda libertaria del espíritu moderno, viendo solo en ella el trabuco de la propiedad y la explotación del trabajo, es decir, del modo de producción capitalista. Ocalam ve por el contrario como en la medida que la fuerza de las civilizaciones se ha ido expandiendo e imponiendo se han ido perdiendo elementos claves para lo que supone la posibilidad de construir un régimen abierto de la verdad, hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, que le permita al hombre su felicidad como asociación de hombres y mujeres libres. La verdad está abierta para recuperar todos los elementos que necesitemos de la historia humana, incluidos aquello que la modernidad culpa y se burla por “mitológicos”. Esa verdad que se recorre a ella misma, que investiga las múltiples verdades sobre las cuales se ha construido lo humano, es un paso más que necesario para conformar una espiritualidad propia del propósito libertario de la lucha.
Estamos en presencia entonces de un pensamiento absolutamente holístico, hijo de las grandes ortodoxias revolucionarias anticapitalistas, pero que en este caso advierte de la trampa en que el mismo pensamiento revolucionario sigue atrapado. La “vida libre” es su propia trascendencia por tanto, un pueblo organizado desde la vivencia efectiva de sujetos u “hombres y mujeres libres” es con mucha probabilidad un pueblo que encontrará su mismo orden de trascendencia, su significado como experiencia de lucha y construcción de nuevas realidades para la humanidad. Como lo trabajará en varias de sus obras el filósofo Alain Badiou, en este caso la libertad no es un fin teleológico a alcanzar, la lucha propiamente ha de hacerse asumiendo el principio que somos iguales y libres ya y ahora, derivando de ello una moral y un conjunto de líneas de trabajo y organización que se ajusten a este principio. Esto podría leerse como un desarrollo de aquel extraordinario principio del anarquista español Durruti. “No es la obediencia es el entusiasmo de un pueblo lo que nosotros organizamos”.
La “vida libre” nace de una reflexión histórica que va persiguiendo la verdadera genealogía de la opresión espiritual y material del ser humano, elemento que se vuele obsesivo en la obra. Es un paso que otros revolucionarios como el Che Guevara invocaron bajo la figura del “hombre nuevo” figuras muy parecidas a esta. Pero esa solidaridad y ese compromiso sostenido en la alegría colectiva de la revolución, no tenía en el Che otro alimento que la pasión revolucionaria como fenómeno victorioso y envolvente a la sociedad, era su resultante necesaria. En el caso de Ocalam, la “vida libre” no es lo que se deriva de la victoria es su condición misma. Solo hombres y mujeres libres pueden acometer la verdadera obra revolucionaria.
Adjunto la primera y segunda parte de este trabajo en los siguientes links:
Para profundizar en el tema recomiendo la descarga y lectura del siguiente material
Libro: CIVILIZACIÓN, La era de los dioses enmascarados y los reyes encubiertos
Autor: Abdullah Öcalan