Admito de buen grado que yo sea eso, infantil, ingenuo o dado a ver conspiraciones donde no las hay y sea yo quien debiera ajustar mi pensamiento a la realidad, tal como la ve la inmensa mayoría. Aunque también sé que no estoy ni mucho menos solo en esto. Pero una cosa es que a efectos prácticos, por la cuenta que me corre me adapte, lleve mascarilla, salga de mi casa lo necesario y siga la corriente a todo el mundo, y otra que para el ámbito de las sensaciones, a efectos teóricos, en materia de inteligencia emocional y de lógica, deba someterme de buen grado a la insensatez y al infantilismo que en este caso viene ser inmadurez de los gobiernos del mundo contagiados entre sí. O, si se quiere, y ya que leo por tercera vez en mi vida la obra "Elogio de la locura" (Erasmo de Rotterdamm, 1640), a tanta estulticia, que es lo que mejor se asimila a la tontuna…
En cualquier caso me he tropezado por ahí con una idea luminosa de paternidad desconocida: "Estamos gobernados por psicópatas y dirigidos por idiotas". Así lo creo. El mundo, más que nunca y con ocasión de esta distopía, cada día que pasa más se va diviendo entre quienes creen en el poder y quienes no sólo no creemos en el poder, sino que pensamos que conspira contra los pueblos del mundo y la demografía mundial.
Y si fuese una hipérbole, una exageración, me queda de todos modos la sensación permanente de vivir en un mundo infantil, en manos de mentalidades infantiles. Infantil, pero de los niños de mi niñez, no de la actualidad pues ahora es al revés. Es decir, del modo en que está concebida y tratada la idea del creador de la famosa Serie South Park en la que los juiciosos, los sensatos, los despiertos son los niños, mientras que la mentalidad del niño estúpido es la de sus padres y todos sus mayores. En realidad podríamos decir que estos tiempos, por muchos factores combinados pero también por el hecho de no haber pasado una guerra, e incluso no haber hecho una prestación militar, como ha venido siendo hasta no hace mucho tiempo, y como reza un adagio para el siglo: las mujeres de hoy son los nuevos hombres, los niños son los nuevos adultos y los hombres son los nuevos niños.
Las manifestaciones de ese infantilismo, de esta inmadurez son frecuentes. En parte mi apreciación puede provenir de una diferencia considerable entre mi edad y la de quienes ocupan puestos de la máxima responsabilidad en las naciones, y por supuesto en España; nación que a su vez sufre una merma del entendimiento colectivo, en buena medida porque arrastra el pesado lastre de una guerra civil no depurada y de una Transición falsificada o trampeada.
El caso es que si detecto inmadurez en tiempo de crisis al menos, es porque, si no hay detrás de todo esto (en cuyo caso no sólo no sería infantil sino abominación) una maniobra sofisticada en la que los gobiernos occidentales están involucrados sin saberlo, manejados por la OMS financiada en un 82% por la Fundación Bill Gates, Soros, Rockefeller y la Industria Farmacéutica, por un lado. Pero si, por otro, no mediase una situación económica mundial tan crítica o más que la de 1929, la desproporción entre el número de fallecidos en todo el mundo desde 1 de enero hasta hoy por todas las causas de muerte, y los fallecidos en el mismo espacio de tiempo en el mundo por el virus gripal (basta consultar los datos en esa fuente tan clarificadora de controversias que es la Internet), sería fácil valorar como prueba indiciaria el infantilismo o la imbecilidad de los dirigentes del mundo que adoptan unas medidas extremas "contra" la población para supuestamente protegerla, sin tener en cuenta los efectos nefastos que van a causar en la salud neurológica, nerviosa y mental de millones y millones de personas recluidas; algo sobre lo que otros expertos, los psicólogos y los sociólogos, han tenido necesariamente que advertir.
¿Acaso no son para desconfiar de la aparatosidad y medidas extremas de arresto domiciliario, la cifra 113.985 fallecidos en un trimestre por este virus que provoca una neumonía mortal en los mayores casi exclusivamente (cualquier enfermedad benigna también siega la vida a veces de personas de todas las edades y de niños), al lado de 16.673.833 muertes, en el mismo momento en que escribo y el mismo espacio de tiempo? De esos 16 millones de muertos en lo que va de año se cuentan hasta hoy poco más de cien mil por este virus en todo el mundo. ¿Justifica y explica sensatamente el súbito y prolongado parón de la vida ordinaria la presencia de un virus estacional, por más que se le rodee del protocolo "pandemia"? Pues, en todo caso todas las temporadas hasta ahora, desde que yo tengo uso de razón, las gripes, unas más y otras menos, se han llevado a los más débiles por delante y esta circunstancia se ha tomado como algo natural y propio de la acción de la naturaleza para depurar los colectivos más débiles, como en la Naturaleza son depredados los especímenes enfermos o mutilados mucho antes que los robustos y normales. ¿Se puede entender esto de otro modo, si no fuese porque hay detrás una intencionalidad con otro propósito más allá de los puramentes sanitarios? ¿No estarán por medio la OMS, el lobby Farmacéutico, Bill Gates, el Foro de Davos, el Club Bilderberg, los Illuminati…?
Desde luego, lo que da la impresión es que los gobernantes mundiales se han ido sometiendo paulatinamente, como abducidos, a un poder por encima de ellos. Una pandemia de gripe -pues a fin de cuentas es una variante de gripe-, que ha segado siempre la vida de miles de personas (en España 15.000 en 2018 –redaccionmedica.com), no es causa para poner al mundo entero patas arriba, a menos que detrás haya algo mucho más grave.
Lo que ha ocurrido, digámoslo de una vez, es la privatización que mata de diversas maneras, directa o indirectamente, a millones de personas en todo el mundo aunque eso no cuente. Lo que ha ocurrido es que las Salas, Secciones o como quiera que se llamen los espacios en los Hospitales dedicados a las enfermedades respiratorias, estaban absolutamente descuidadas y reducida irresponsablemente su atención. Probablemente porque el clima seco en general de este país no es a priori propicio para esa clase de enfermedades. Y esa deficiencia se añade al dato de que la concentración de fallecimientos se produce en ese 2% de gente mayor y además previamente enferma, que venía esperando y probablemente en muchos casos, deseando el desenlace hacía mucho tiempo. Pues incluso estando sano, como yo lo estoy, la vida es cada vez menos apetecible, dadas las condiciones generales en que la vivimos, el distanciamiento abrumador generacional y el tenebroso futuro inminente que nos espera por el cambio climático.
En resumen, las carencias han sido escandalosas, el espacio dedicado a atender a enfermos directamente relacionados con el aparato respiratorio irrisorio, y un avalancha de casos en gente mayor ha rematado como pandemia truculenta lo que ha venido planeado un canallesco proceder de un puñado de sinvergüenzas que se han propuesto mermar severamente la población mundial y someter a la población a una irrenunciable como inútil y permanente vacunación contra el virus causante del desastre. Todo ello en un vesánico ataque de megalomanía similar a la soberbia de Luzbel. La declaración de pandemia de una OMS siniestra, en manos virtualmente privadas, muy alejada de las postulados de su creación e 1948, cómplice y sierva de genocidas, ha hecho el resto.
Yo empecé a sospechar desde el primer momento ante la abrumadora presión y aparatosidad de los medios de comunicación, pues son bien sabidas dos cosas: una, que la "alarma social" es el argumento para justificar la aminoración de la noticia peligrosa; y otra, que el miedo causa estragos en el sistema inmunológico de todo organismo, el cual se así abre fácilmente a la toxicidad. Y si el virus ya se encuentra en él, lo activa.
Y si, como ya parece probado, el virus es de ingeniería, es decir, está fabricado en un laboratorio, no hay nada qué hacer. No habrá vacuna, como ocurre en informática que es el nuevo y nos los antiguos neutralizados por el antivirus, el que arrasa el ordenador, que evite el siguiente mutado; ni antídoto que valga, pues ya viene calculado todo eso por la voluntad genocida irrefragable. Si eso es así, démonos por jodidos irremediablemente.
De modo que una de dos: o estas sociedades dirigidas por hombres y mujeres que a duras penas rebasan la cincuentena adolecen de una inmadurez que les hace indeseables para gobernar los países, doblegados por expertos y asesores, en este caso médicos y microbiólogos que a su vez reciben instrucciones desde "arriba", o estamos ante la mayor pantomima, el más sofisticado engaño o la más rebuscada farsa que, a escala mundial, se hayan cometido jamás...