La mascarilla en España

Nunca se había prestado atención al número de muertos y a los estragos que cada año causa la gripe en cada país. Tampoco en España. Por ejemplo, en España, la gripe de 2018 segó la vida de 15.000 personas (redaccionmedica.com). Cifra no muy alejada de los 28.403 fallecidos desde el inicio de la pandemia, según datos del Ministerio español de Salud publicados el pasado viernes. Nunca, digo, se había reparado ni sanitaria ni sociológicamente a un hecho que se ha venido considerando inevitable, de simple selección natural. Y de pronto, cuando el crash de la economía liberal está a punto de estallar; cuando recordamos que Christine Lagarde y Taro Aso hace 8 años tocaron la trompeta de la apocalipsis económica por la cada vez más alta tasa de longevidad; cuando la OMS ha pasado de ser un organismo sostenido por todos los países según su población y capacidad económica, a ser financiada en un 80 u 82 por ciento por capitales privados, algunos vinculados a la industria farmacéutica; cuando nadie ha negado hasta ahora que el virus de la gripe de este año se ha fabricado en un Laboratorio aunque sin precisar el propósito; cuando tampoco se ha negado que su patente es propiedad de un multimillonario sin saberse qué se propone; cuando en noviembre de 2019 se hizo un ensayo del coronavirus en el Foro de Davos en Nueva York que, de ser real, hubiera causado 63 millones de muertos pero tampoco se conoce la finalidad, llega la declaración de la pandemia por la citada OMS, y el mundo, permítaseme la expresión, se pone patas arriba...

¿A quién, con dos dedos de frente se le ocurre que millones de personas en el mundo no piensen que en esta histérica convulsión no exista una oculta y al tiempo manifiesta intención de generar un caos sanitario y económico en la sociedad mundial, por razones por ahora desconocidas pero sospechosas?

Ayer eldiario.es publicaba las cifras del INE: desde que existen registros oficiales al día de la fecha ha habido 44.000 muertes por encima de la media histórica. Hoy recoge los últimos datos del Ministerio español de Salud, publicados el pasado viernes: España contabiliza un total de 28.403 muertes desde que comenzó la pandemia, como dije antes.

En 1918 la gripe causó en Europa la muerte de entre 30 y 40 millones de fallecidos tras la otra pavorosa cifra de los muertos en la contienda, en la Primera Guerra Mundial. Eso sí fue una verdadera pandemia, un cataclismo sanitario. Por ello, 28, 40 ó 50 mil muertes, entre las más de 400 mil que se producen todos los años por todas las causas, no les parece a muchos suficiente razón para paralizar la vida de todo un país durante cuatro meses, con las consecuencias, estragos y secuelas consiguientes pendientes de evaluar. Y quienes tildan de "irresponsables" a quienes no guardan las distancias de seguridad o no llevan mascarillas, ignoran que si estos se comportan así es porque no se creen lo suficiente lo que se enuncia como un dogma o como un ucase del Zar. Es porque su instinto les lleva por otro camino, deseosos de no vivir atenazados por el miedo. Cuando la ley, en la materia que sea, no mueve al convencimiento de la ciudadanía es porque algo grave de ella falla o porque no está imbuida de fuerza moral; quedando de ella como médula, la coerción del Estado.

En resumen, para llevar la mascarilla de una manera permanente hay que estar acostumbrados a una disciplina no propia de persona responsable, sino propia de una práctica cuartelera que se abandonó desde la salida de la dictadura. Y en consecuencia sustituirla por una obsesión, una atención constante a un recurso preventivo sobre el que no toda la "comunidad científica" está de acuerdo y epidemiólogos ven en ella un artificio que de usarse de manera continuada mucho tiempo puede causar graves trastornos. La prueba es que el gobierno de países europeos como Suecia, la desaconseja. De modo que si en España se hace obligatoria bajo amenaza de sanción, además de regresarnos a una clase de Estado o de régimen que creíamos superado, se provocará un problema añadido a un avatar que por sí solo está trastornando de una manera muy grave al mundo. Mucho más grave que el que se trata portodos los medios, en cierto modo inútiles, de evitar...


 



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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