Parece mentira...

Ayer di un vistazo de apenas media hora a La Sexta Noche, y me resultó patética e insufrible la asistencia a un espectáculo de desconcierto total. Un desconcierto total precisamente por la actitud docta de todos los asistentes a una especie de simposium que, a mi juicio, representaban, todos, la imagen viva de la impotencia... El espectáculo de una clase de ignorancia que detesto: la ignorancia velada del saber a medias de lo tratado; esa ignorancia ostensible justo a través del conocimiento superficial o el desconocimiento puntual de lo que se habla, por la naturaleza incierta y resbaladiza del virus y su procedencia no incuestionable que fluctúa entre "natural" y artificial por manipulado; esa ignorancia que asoma a través de su encubrimiento por la erudición, por la charlatanería y por las afirmaciones categóricas que apenas hacen concesiones a la duda. Ni siquiera la duda sobre la posibilidad/imposibilidad razonable de lograr una vacuna eficaz, no causante de graves problemas en la salud individual y pública, que es lo que hasta ahora han ocasionado las vacunas ensayadas y las aplicadas para prevenir la gripe común, de las que la mayoría de las personas entradas en edad desconfían por eso mismo.

Porque todo lo hablado hasta el mareo en esa sesión de ayer nocturna en dicho programa, ya digo, durante apenas media hora, fue acerca de un virus de origen en el fondo desconocido; no desconocido en sentido lato pues son muchos los años desde que de él se tiene noticia, sino desconocido por haber sido manipulado genéticamente en cualquier Laboratorio de China, de USA, de Canadá, que son los países donde se viene situando el trance; un virus patentado por alguna o varias empresas farmacéuticas, sobre cuyas intenciones circulan leyendas urbanas de mucho peso, en defecto de la ausencia de una información veraz de lo que realmente sucede. De lo mucho que realmente sucede, no sólo en relación precisa con el virus que hace estragos (aunque no tantos como los que se publicitan, pues la mayoría de los contagios pasan sin pena ni gloria y el número de fallecidos es irrisorio en comparación con otras pandemias, como la gripe española de 1918), sino también y principalmente con respecto a las condiciones socioeconómicas de quiebra virtual del sistema económico capitalista que, por supuesto azar, concurren con la más o menos súbita presencia del virus en el mundo. Pero también, con una no larvada guerra a muerte comercial entre China y USA. Pero también, con la sospechosa índole de una OMS en manos privadas, en un 80 por ciento de su financiación. Pero también, con la alerta, el vaticinio y la admonición de la actual presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagard, y del ministro de Finanzas nipón, Aro Taso, hace 8 años, sobre el peligro que representa para la economía (capitalista) la tasa de ancianidad, es decir, la longevidad. Pero también, con un ensayo en el Foro de Davos en noviembre de 2019 de este concreto virus que, de no haber sido un simple ensayo sino el instrumento de un plan intencionado, hubiese causado 63 millones de muertos (el periodista David Felipe Arranz dixit)... Pero también, con unas condiciones medioambientales y climáticas que apuntan a toda clase de extinciones hasta la total. Pero también, la probable e ingeniosa idea de la inteligencia artificial más avanzada que quizá dictamina la intervención "inteligente" en el devenir mundial, para corregir su deriva fatal, como se corrige el rumbo del barco para esquivar un monstruoso iceberg a la vista...

¿Tiene sentido o no, en su conjunto, habida cuenta todas las circunstancias resumidas, la desconfianza casi absoluta de las personas mayores de 60 años, hartas, además, de engaños permanentes por parte de los poderes públicos y de las añagazas comerciales y publicitarias, y de los sucesivos gobiernos, sobre todo españoles y, en política internacional, estadounidenses, a lo largo de su vida?

Las generaciones que copan actualmente el poder político no son propias precisamente de un sistema gerontocrático. Pero los poderes fácticos: el económico, el bancario, el médico, el militar, el mediático y el judicial están en manos de provectos. Los cuales, unos, dada su inmensa riqueza o su inmenso potencial, es muy improbable que no estén degenerados al tiempo que decrépitos; y los que no son inmensamente ricos, están acomodados. Como son una cosa u otra quienes dirigen desde lo alto los medios de comunicación oficialistas y las Agencias de información. Pero también quienes administran los medios alternativos, todos a fin de cuentas más o menos acomodados pero acomodados, a quienes en absoluto conviene la teoría de los que ellos y ellas llaman paranoicos o "conspiranoicos". Paranoicos o lo otro, porque vemos el mundo desde la atalaya en la que ellos no pueden instalarse y porque no tenemos interés en que se nos publique y no tenemos las limitaciones propias de su corta edad. Paranoicos o "conspiranoicos", que no afirmamos, como ellos. Paranoicos o "conspiranoicos" que nos limitamos a conjeturar con prudencia miles de datos manejados, y que entre las conjeturas calculamos que, a partir de ahora, este virus y sus mutaciones, como el de la gripe común, nunca dejará de estar entre nosotros pues con toda probabilidad detrás de él hay un propósito.

Desde luego todo lo expuesto está velado por el miedo imbuido desde los medios, a partir del 11 del pasado marzo al mundo. Pero también velado por la inducción del pánico a través de la persistente histeria imprimida a la difusión de los contagios. Esto y las consecuencias del desorden mundial que van causando colosales estragos de los que no se habla más que en dosis homeopáticas (y que, de momento no computan los poderes político y sanitario ofuscados sólo en detener inútilmente esta pandemia) dibujan una situación no por distópica menos exasperante para muchos, y desesperante quizá para miles de millones de seres humanos a quienes súbitamente se les ha cegando definitivamente cualquier clase de futuro...



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Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

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