En relación a la invasión de un raro virus el pasado marzo en el planeta; un virus de un origen más que incierto sospechoso por sus característica, revelador de una intencionalidad que sugiere la idea de estar controlado a distancia; un virus que irrumpe en la sociedad mundial justamente cuando a su vez la economía liberal reinante en todos los países del mundo (excepto en los comunistas), en Europa y en especial en España manifiesta inequívocamente que ha llegado a sus límites de desarrollo y no encuentra salidas... no esperemos de los poderes, tanto el político como el sanitario, soluciones inteligentes y menos taumatúrgicas.
No digo soluciones prudentes, porque la prudencia, deseable en todo pero especialmente en el buen gobernante, en todos los aspectos y en los tiempos que vivimos está totalmente desacreditada. Por eso digo inteligentes. Apunto a la eficacia. Pero en todas sus proyecciones y no exclusivamente en la sanitaria ceñida al intento de coger el agua con las manos que es sólo evitar contagios desmembrando virtualmente a la sociedad toda. Porque aunque digo inteligentes, difícilmente la inteligencia en política puede ser considerada tal si se la despoja de prudencia.... Pues la prudencia, un valor humano eterno, exige temple y es enemiga, tanto de la improvisación como de la precipitación a las que tan dado es el español de siempre. Pues ante un virus hasta ahora impredecible en su acción y modos de actuar en cada organismo individual; un virus que se activa de manera aleatoria y sin solución de continuidad, es difícil que la impaciencia no se apodere de los responsables de la Salud Pública: políticos y médicos. Y que, por consiguiente, no sean presos de la tentación de acordar medidas drásticas impuestas a la población manu militari, al modo militar. Siendo así que la temeridad, la bizarría, el arrojo que se lo juegan todo a una carta, sólo tienen sentido en las guerras en las que en la hybris, la desmesura, se hace ley... Por todo lo cual la inteligencia en este caso es un combinado de la imaginación, del ímpetu y del amor por el riesgo propio de la juventud sana, por un lado, y la experiencia y la capacidad del provecto que, en su sano juicio, sabe cómo sujetar al caballo desbocado, por otro lado... Pues el caballo desbocado no sólo contagia y mata. En su loco recorrido convierte el terreno que va arrasando en un páramo...
Sea como fuere, lo que un ser humano prudente entrado en años observa en esta barahúnda de circunstancias dramáticas transversales que vive la sociedad española desde marzo, es un alto grado de infantilismo y de inmadurez política en todos los agentes políticos y médicos en juego.
Por supuesto que no sería deseable una gerontocracia, el gobierno de los ancianos. Aunque ya me lo estoy pensando... Pero tampoco es deseable que la inmensa mayoría del cuerpo político y epidemiológico, sólo pensante en el objeto de su especialidad, y no sólo de España sino de todos los países, sea bisoña y encarnación viva de la más perturbadora inmadurez. En España apenas sobrepasan políticos y responsables sanitarios los 50; media vida hoy, en que la longevidad -dicen los super entendidos, los listos- hace estragos en la economía y se maldice. Curiosa y malhadada necedad de la condición humana, pues hoy está resultando maldita la longevidad, precisamente cuando ayer se asociaba el progreso al bienestar y dentro de ella la esperanza de ser longevos.
En teoría el Senado cumpliría el ideal de combinar en la gobernanza jóvenes en el parlamento y maduros y ancianos en el Senado cuyo sentido apunta justamente a esto, y según la materia las proposiciones de ley y las medidas extraordinarias adoptadas por el legislativo, el parlamento, y el gobierno, el ejecutivo, debieran ser sancionadas por el Senado. Sin embargo el Senado, que tiene en sus bancos tantos jóvenes como el Congreso o más, no sirve para vertebrar este importantísimo mecanismo que sugiero. Ejerce junto con el Congreso de los Diputados el poder legislativo de la Nación. Pero al tener unas funciones muy limitadas, ya que se trata de una Cámara de segunda lectura, resulta irrelevante salvo para maniobras de tramposos...
1.- Visto el desconcierto que proyectan tanto los órganos del poder del Estado como los de las Comunidades Autónomas que en este pulso lo que por encima de todo pretenden es desbancar al gobierno central en funciones.
2.- Visto el aluvión de contradicciones, de desorientación, de necedades, de egoísmo político, de ignorancia supina, de falta absoluta de temple para afrontar una crisis sin precedentes por parte de este gobierno; una crisis que exige el miramiento por la salud pública, si, pero también por el equilibrio entre la preocupación por una salud pública que vaya mucho más allá de los efectos de una gripe severa (hasta ahora sospechosamente inducida) y la preocupación por la salud pública integral: neurológica, mental, nerviosa, anímica relacionada con los confinamientos, el empobrecimiento y la desesperación..
3.- Visto el completo destrozo del tejido social y el total desmantelamiento de la que en sí misma es la fragilísima economía española basada en el turismo, a duras penas en la agricultura y en el comercio...
Mi sentencia es: que mire el mundo hacia atrás por un momento y preguntese ¿por qué los antiguos griegos decían que "cuando los dioses quieren castigar a un pueblo, entregan su gobierno a los jóvenes"?