COP27 y fracaso climático de ONU

Mientras Gabriel Boric, le declaraba la guerra de exterminio al pueblo indígena Mapuche, en reivindicación del legado de su jefa política: doña Michelle Bachelet y para comenzar su «hazaña» declaraba el Estado de Excepción o de Sitio en la Araucanía o territorio Mapuche; el mismo territorio, que reivindicó como tierra originario el Presidente Salvador Allende y que hoy Boric declara como «territorio terrorista», en seguimiento del legado de su padre político, el dictador Augusto Pinochet. En Brasil, Jair Bolsonaro, proseguía -por cuarto año consecutivo- su guerra de exterminio del aborigen brasileño y en definitiva, arreciaba su guerra de destrucción de la selva amazónica. Bolsonaro, ha flexibilizado leyes nacionales en procura de la explotación por parte de empresas mineras, energéticas y agroindustriales de la Amazonía brasileña. Ha impulsado la quema extensiva de la selva, permitiendo a los terrófagos aprovechar y comercializar la madera, como paso previo de preparación del terreno para la agricultura a gran escala. Durante los siete primeros meses de su gobierno en 2019, quemó un estimado de 6.833 km2. Pero, en 2020, la deforestación se expandió a 10.851 km2 y en 2021 alcanzó niveles record de 13.038 km2 (Fuente: Instituto Brasileño de Investigaciones Espaciales, INPE). Y tan igual que Bolsonaro, el ex presidente derechista colombiano: Iván Duque, arremetió contra la selva Amazónica con otros fines: ampliar las plantaciones de coca. Entre 2001 y 2021, la Amazonía colombiana ha venido perdiendo un promedio de 88.490 hectáreas de bosque al año (Fuente: Ministerio de Ambiente de Colombia). Y tan igual que Brasil, la violencia ha acompañado ese proceso de deforestación de la Amazonía colombiana, como lo reflejó la ONG británica: Global Witness, que en 2020 y por segundo año consecutivo, reconoció a Colombia como el país más peligroso para ejercer la defensa del Ambiente, con 65 asesinatos de líderes ambientales. Poco se ha dicho, pero en el cuatrienio del gobierno Duque, la Amazonía se redujo en 700 mil hectáreas de selva virgen, territorio ganado para la narcosiembra. Tales ecocidios fueron posible, gracias al silencio cómplice de la comunidad internacional, tan solo pendiente de cumbres y protagonismo mediático, cual burocracia ávida de obtención de recursos de los gobiernos miembros de ONU para financiar sus proyectos y así satisfacer sus ansias de protagonismo; mientras el Ambiente, padece los rigores de un sistema capitalista que le ha declarado la guerra abiertamente. Con muchísima razón, el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, sentenciaba en la cumbre de Copenhaguen en 2009, lo siguiente: «El cambio climático es sin duda el problema ambiental más devastador del presente siglo, inundaciones, sequías, tormentas severas, huracanes, deshielos, ascenso del nivel medio del mar…» y proponía, en consecuencia: «No cambiemos el clima, cambiemos el sistema y en consecuencia comenzaremos a salvar el planeta».

Pasados ya, 13 años de aquel memorable discurso. La humanidad, ya no habla de cambio climático sino de Crisis Climática. Por ello, en la cumbre de este año en Egipto, la Cop27, se presenta el Presidente Nicolás Maduro Moros con otro memorable discurso, el más acertado, preciso y mejor elaborado, allí dijo: «La crisis climática es una realidad insoslayable que solo puede enfrentarse con hechos concretos, urgentes e inmediatos. (…) La inacción se traduce actualmente en ecosistemas destruidos, en especies extintas y en el deterioro de las condiciones de vida del planeta.(…) Ayer nos amenazaba el cambio climático, pero hoy es el colapso absoluto del ecosistema que se levanta frente a nosotros como un destino fatal. La crisis climática tendrá consecuencias definitivas en el planeta que, indudablemente, obliga a modificar el modelo de vida consumista. (…) Venezuela, es responsable de menos 0.4% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en el planeta. No obstante, el pueblo debe pagar las consecuencias del desequilibrio causado por las principales economías capitalistas del mundo que continúan contaminando el planeta en beneficio de unos pocos. (…) Es necesario llegar a acuerdos de acción, reales y efectivos de cara al problema estructural, pero también debemos diseñar ya mismo una agenda concreta para proteger a las poblaciones vulnerables del planeta». Llegaba a dicha cumbre, el Presidente Maduro, desde una Venezuela azotada por lluvias, inundaciones y deslaves que han afectado –negativamente- la vida de venezolanos y venezolanas, en Tejerías y El Castaño (Aragua); así como en otros estados, como La Guaira, Zulia, Mérida, Táchira y Trujillo, donde las lluvias han hecho estragos. Confirmándose como cierta, la premisa del Secretario General de ONU, Antonio Guterres, quien sentenció: «Estamos en una autopista hacia el infierno climático con el pie en el acelerador».

La peor intervención de esta cumbre climática fue, sin dudas, la del presidente del país más contaminante del planeta: los EEUU y su presidente, Joseph Robinette Biden. La más aburrida y carente de contenido climático. Biden, leyó un discurso por teleprompter que terminó convertido en un remolino de arengas a un público que le escuchaba como si fueran sus súbditos europeos, a quienes recriminaba y ordenaba: «Estados Unidos está actuando y todos tienen que actuar»; «Para doblegar la curva de emisiones, todos los países tienen que actuar»; «Estados Unidos está actuando, todos tienen que actuar»; repentinamente cambiaba la monotonía discursiva para atacar su contrincante político interno: Donald Trump, solicitando disculpas al mundo por la decisión de éste de retirar a EEUU del Acuerdo de París y ni una palabra de Kyoto, cuyo objetivo fue reducir las emisiones totales de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero de los países industrializados en, al menos un 5 por ciento respecto de los niveles de 1990, durante el periodo de compromiso de 2008 a 2012. Kioto, fue suscrito por 160 países entre los cuales no figura el compromiso del mayor contaminante del planeta: los EEUU. En esta oportunidad, no sería distinto. Biden, se limitó a prometer y prometer como si estuviera en campaña para las presidenciales de 2024. Obvió, hacer mención del informe de la alianza: Global Carbon Projetc, hecho público los días previos a la cumbre. Detalla dicha ONG, que las emisiones de carbono por parte de EEUU, es falso que estén decayendo. Al contrario, afirman que mientras las emisiones de C02 disminuyen en China (0.9 por ciento) y Europa (0.8 por ciento), aumentan en 1.5 por ciento en EEUU. El discurso de Biden, fue calificado de «greenwashing» o marketing verde, valga decir: etiquetado como ecológico, cuando en la realidad no cumple con esa cualidad. Un símil de la imagen de la Coca Cola Life. ¡Súper sana, dice la propaganda! Pero, toda ella está hecha de componentes químicos contaminantes, que solo sirven para limpiar pocetas. Tal cual fue, el discurso de Mr. Biden.

La única propuesta seria y factible de esta cumbre provino del Sur en vocería de Gustavo Petro, Nicolás Maduro y Chan Santokhi, en representación de los Gobiernos de Colombia, Venezuela y Surinam, en función de crear un bloque de países y gobiernos para garantizar la protección de la selva Amazónica. «Estamos decididos a revitalizar la selva amazónica», para «darle una victoria importante a la humanidad en la lucha contra el cambio climático», afirmó el Presidente Petro. Por su parte, el Presidente Maduro, afirmó: «Si alguna responsabilidad tenemos los sudamericanos es detener la destrucción del Amazonas e iniciar un proceso de recuperación coordinada, eficiente, consciente». Petro, anunció por su parte, la creación de un Fondo de los países parte del Amazonas, para financiar la reforestación de la selva amazónica y se comprometíó a destinar 200 millones de dólares anuales -durante los próximos 20 años- para ese Fondo de Protección del Amazonas. Este trío de dirigentes de la América, con su propuesta crearon la expectativa necesaria para focalizar en la intervención del Presidente -recién electo- Lula da Silva, como la más esperada de la cumbre. De hecho, Lula arribó a Egipto y no defraudó las expectativas creadas. Propuso la Amazonía, como próxima sede de la Cop30. Ratificó, el anuncio hecho sobre la creación de un Ministerio de Pueblos Originarios. Asimismo, anunció el regreso de Brasil a las negociaciones climáticas, de las cuales la había apartado su predecesor, Jair Bolsonaro. En ese sentido, afirmó su compromiso de «acabar con el proceso de degradación que están viviendo nuestros bosques tropicales», reafirmando su promesa de campaña electoral de «deforestación cero» en Brasil. Sin duda, anuncios que reanudaron la esperanza de los pueblos de la Tierra sobre la salvación del planeta devolviéndole la esperanza al autor de Los Miserables, Víctor Hugo, quien una vez dijo, desesperanzado: «Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha».

Los grandes ausentes pero con presencia activa en esta cumbre, al igual que en anteriores, fueron los grandes contaminadores del planeta: las Empresas Transnacionales. No obstante, recordemos a Eduardo Galeano (EG) pues en esta Cop27, ocurrió igualito que en otras cumbres: «Las empresas gigantes de la industria química, petrolera y automovilística pagaron buena parte de los gastos de la Eco 92. La conferencia internacional, que en Río de Janeiro se ocupó de la agonía del planeta. Y esa conferencia, llamada Cumbre de la Tierra, no condenó a las transnacionales que producen contaminación y viven de ella, y ni siquiera pronunció una palabra contra la ilimitada libertad de comercio que hace posible la venta de veneno»("Somos todos culpables de la ruina del planeta", EG, 09-12-2009). Poco se habla en esas cumbres, que colocan como excusa al Ambiente, de sus financistas tras telones que, a fin de cuentas, muchos de los gastos son sufragados por los auténticos responsables de la crisis climática que destruye el planeta. Es una verdad de perogrullo mientras –mediáticamente- ese imperio de la destrucción, pretende convencernos que somos culpables todas y todos de la crisis climática, evidenciando que dicha propaganda no es más que un protocolo imperial que solo persigue obtener lo ya vislumbrado por Galeano: «Si la culpa es de todos, es de nadie. Quien generaliza, absuelve»…



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Henry Escalante


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