La generación neofascista del siglo XXI en Venezuela o lo que pudiéramos denominar chucky-fascismo, evocando un nefasto personaje ficticio extraído de películas hechas en Hollywood, donde un inocente muñeco de nombre Ergo logra tener voz propia para hacerse llamar Chucky (mejor conocido como el muñeco diabólico). Según la ficticia historia de cine, este muñeco fue poseído a través de una magia vudú por el asesino en serie, Charles Lee Ray, quien se apodera del alma del buen muñeco para hacerlo diabólico y al mismo tiempo del cuerpo de un niño inocente que se convierte en dueño del muñeco al recibirlo como un regalo de cumpleaños. Lo demás se hace yunta en complicidad de ambos para promover acciones de venganza del asesino en serie que se muta en el muñeco causando horrorosas muertes.
Algo similar viene ocurriendo en Venezuela, cuando algunos Chuckys enfermizos se apoderan del alma buena de muchos jóvenes dizque estudiantes que se mimetizan en el cólera y la ira al mejor estilo de los nazis, Ku Klux Klan y el terrorismo para hacerse mutación de los chucky-fascistas del siglo XXI. Desde que se desató la furia del neofascismo venezolano llegando al extremo terrorista, han dejado millones de bolívares en pérdidas materiales, más de una veintena de muertes y cientos de heridos. El ecocidio y la piromanía también se han puesto de manifiesto dentro de estos grupos. La utilización de métodos macabros como aceites en las vías o guayas para degollar, francotiradores o asesinos malandros colados en sus propios bandos para montar cifras de muertos incluso en sus filas.
Estos nuevos métodos de protesta se insertan con inyección de veneno fascista en alto grado, se articulan para desestabilizar y perturbar la paz ciudadana sembrando el terror con focos marcados como territorios semejantes al mundo animal que en sus casos lo hacen por naturaleza propia. Es bueno recordar que el fascismo utiliza la fachada de la lucha popular, el nacionalismo o cualquier simbología que les haga penetrar en sectores frágiles de la población. En nuestro país, les hemos visto con contradicciones de frases como capitalismo popular, S.O.S. Venezuela o la figura de un líder de extrema derecha enarbolando el tricolor nacional en la estatua del prócer cubano José Martí para insertar la foto del recuerdo en mentes descocadas o colocarse delante de policías y guardias para autorretratarse con el ipad o celular, al mejor estilo de lo que llaman selfies y de ese modo, hacer correr fotos por las redes sociales en tiempo real. . Muchos de estos neofascistas tienen tiempo colado beneficiándose en las estructuras del estado y no es de extrañar entonces que enquistados en el gobierno, lo saboteen y de modo endógeno promuevan sus chucky-fascistas.
Una guerra civil en Venezuela no ha surgido gracias a la iniciativa educativa y orientadora que legó el Comandante Chávez a su pueblo, método de paz que actúa con la contención y conciencia revolucionaria sin bajar la guardia para exorcizar a estos monstruos desatados. Sin embargo, la búsqueda de una guerra puede verse del otro lado de manera virtual en las redes sociales con el odio visceral desatado en Twiiter, Facebook, Bloggers, Instagrams, etc. Allí la gallardía se escuda con la complicidad de la mayoría de los medios de comunicación privados que desinforman con el amarillismo por un lado o la invisibilidad de lo positivo por el otro para malponer a Venezuela ante el mundo. ¡Victimizan al victimario con un S.O.S.!