1. m. Hecho grotesco o desatinado.
2. m. Género literario creado por Ramón del Valle-Inclán, escritor español de la generación del 98, en el que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado (DRAE).
No se sabe el origen de la palabra esperpento. Aparece en el DRAE en 1914. Tiene apenas cien años, una escualidez en la historia de esta lengua milenaria.
Andaba cierta vez don Ramón por cierto Callejón del Gato cuando se topó en cierta fachada con cierto espejo cóncavo y otro convexo. Esas cuchufletas de circo ya casi no se acostumbran hogaño, pero solían ser la maravilla de la infancia de antaño porque deforman la figura de maneras bastante cómicas. De esos dos cristales nació la definición de un género literario, el esperpento, que hunde sus raíces por lo menos desde doña Urraca, llamada Trotaconventos, del Arcipreste de Hita en su Libro de buen amor, una casamentera que trotaba conventos en busca de novicias en edad de merecer para casarlas con magnates. Está también, hablando de beaterios, en otra obra magistral, La historia de la vida del Buscón, llamado Pablos, ejemplo de vagamundos, espejo de tacaños, de Francisco de Quevedo. En el capítulo 9 hay unos pícaros «enamorados de monjas», que hacían señas a unas de clausura que mostraban a través de un enrejado esta un misal, aquella un rosario, esotra un pie, para identificarse. Los pícaros retribuían desde fuera un interés pasajero y oportunista para que la religiosa soñara, a cambio de algún dinerillo de recompensa por sus silenciosas y distantes ternezas. El Quijote entero, por ejemplo, es un monumental esperpento. «Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento», dice don Ramón en su obra Luces de Bohemia. No olvidar a Almodóvar.
Venezuela es rica en eso también. Cabrujas dejó una página memorable sobre la «totonocracia», neologismo que designaba la influencia de algunas damas en los altos despachos y las bajas camas y se preguntaba qué tenían aquellas entrepiernas para tales agarraderas. «Tendrá musiquita», conjeturaba socarrón, «tendrá aire acondicionado».
Hay estudiantes que llevan décadas trotando pasillos, promovidos como majos héroes, como Nixon Moreno, graduado en territorio vaticano en una apoteosis y un Te Deum que no recibieron ni Bello ni Vargas ni Convit, a cambio de sus esperpénticos y carnosos favores a prelados de castidad despreocupada. Henry Ramos Allup se ha quejado de estos estudiantes «añosos». Estudiantes que no estudian y más bien queman libros, cual Goebbels, cual Pinochet, a tiempo que acusan de dictador e ignorante a Nicolás Maduro. Difícil encontrar esperpentos más exactos.
Un diputado vociferante cita mal a unos tales Instin y a Berton Bren, queriendo referirse al parecer a Bertolt Brecht. Mejor esperpento difícil, hasta donde un esperpento se pueda llamar mejor.
La bancada opositora postula para Vicepresidentes de la Asamblea Nacional a un asesino y a un conocido ladrón.
Nuestra oposición es feraz en esperpentos. Lástima que don Ramón no vivió hasta hoy para relamerse con concavidades tan creativas.