Al final del túnel lo que hay es plomo (II)

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Yon Goicoechea lo logró: le dieron un coñazo. Eso le permitió mentirle al país, tener con qué intentar convencernos de que le habían fracturado "el tabique nasal y el maxilar superior". En el mismo sketch en el cual hizo el anuncio se soltó a hablar con una energía que te cagas. Le destrozaron la cara, y es como si se la hubieran endurecido. La flaca me dijo: "Déjate dar unos coñazos en el Pedagógico a ver si te mejoran el aspecto". El odio antichavista tiene las propiedades regenerativas del colágeno.

También le permitió ser el héroe del día de la televisión derechista venezolana, y hacer unas afirmaciones por las cuales seguramente se ganará otro poco de coñazos: dijo que los hampones que matan gente en las calles del país son chavistas. Que el odio que movió a quienes le destrozaron la cara es el mismo que mata a decenas de ciudadanos todas las semanas. Chavista: criminal.
Ya lo saben. Derroquen a Chávez y verán como no hay más muertos en Caracas. Es tan sencillo...

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Un día antes, en la rueda de prensa, el metamensaje de los paladines Ledezma, Álvarez Paz, Gabriel Puerta, Cabeza'e Motor, Escarrá y Ramos Allup, fue contundente: "Sigan protestando, muchachos, pero los líderes de la rebelión somos nosotros". Los estudiantes dizque quieren aplazar para febrero el referendo para decidir sobre la reforma; los viejos verdes no quieren referendo ni reforma de mis tormentos. Quieren invocar el artículo 350 porque ellos, como todos sabemos, son El Pueblo.
¿Alguien vio esa rueda de prensa? ¿Alguien escuchó cuando Ramos Allup dijo: "Esos estudiantes están divididos. Yo sé por qué se lo digo"?
No, claro que nadie lo escuchó. Uno escucha lo que quiere escuchar.

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Cerradas como están las posibilidades de un diálogo (ese que culmina con un acuerdo o que encuentra puntos universales de coincidencia), no queda otro derrotero sino la coñiza generalizada. Algunas la nombran de otra forma, con espanto o frotándose las manos de excitación: guerra civil. Pónganle el nombre que quieran, suavícenla o háganla más dramática, pero viene: la derecha vendrá a caernos a darnos con todo y nosotros les responderemos. De hecho, ya está ocurriendo. Sólo falta prestar atención y subirle el volumen a la realidad.

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Algunos confundidos y otros malintencionados han venido a reclamarme: “Eres un irresponsable y un criminal porque quieres que haya guerra”. No, yo no quiero que haya guerra. Tan sólo estoy anunciando que viene. No depende de mí, no tengo ganas de que ocurra, no creo que la guerra solucione nada, pero viene. Acúsenme, si quieren, de opinar y de pronosticar algo que veo diáfana y claramente. Yo soy un marginal, un pobre, un desempleado, un sucio desarrapado a quien se le nota la sangre indígena a kilómetros, y en este país sólo los ricos, los sifrinos, los profesionales universitarios, los blancos y sus jalabolas tienen derecho a opinar. Blanco que opina: paladín de la libertad. Negro que opina: burro falta de respeto. El perraje no tiene derecho a expresarse libremente.

A Chávez no le perdonan que ensucie las pulcras pantallas de televisión (concebidas para albergar sólo gente “bonita” según el canon anglosajón) por ocho horas. Igual lo criminalizarían si hablara un minuto. Marcel Granier es el dueño de la libertad de expresión.

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Los venezolanos estamos destinados a pagar con sangre el precio de haber respaldado un proyecto de país que no se parece a la fórmula servil, lameculo, antinacional y vejatoria que los países más poderosos de la tierra han diseñado en un papel, con el título de “Democracia”. La democracia dizque es “El gobierno del pueblo”, pero los gringos le hicieron unos agregados: democracia es el gobierno de cualquier mamagüevo que les entregue recursos y materia prima a los países industrializados; que reprima o mate a los comunistas; que alterne en el control de las instituciones a enemigos o adversarios (esto hace imposible que un país pequeño o débil no consiga la ruta del progreso o de la dignidad: los adecos pisoteaban en cinco años lo que los copeyanos medio construían en los cinco anteriores, y viceversa. Lo único común a los gobiernos de ambos era el respeto mudo a las potencias y la continuidad de la condición de “aliados de EEUU”.

AD y COPEI perpetraron más desmanes contra los Derechos Humanos, contra el tesoro público y contra la libertad de expresión que ningún otro régimen de Latinoamérica, pero el respeto debido a EEUU hacía que su peculiar sistema segregacionista calificara como “democracia”.

Gobierno nacionalista: dictadura. Gobierno jalabolas: democracia.

Los venezolanos hemos de pagar caro el precio de nuestra altivez. Elegir y reelegir una y otra vez al único latinoamericano que ha desafiado en este siglo al imperio norteamericano y a sus convenciones impuestas, no nos saldrá gratis. Quizá queden fuera del peligro de exterminio o confinación quienes se declaren aliados del imperio y lo demuestren fehacientemente. Tal vez. Es probable. Pero los demás llevaremos plomo, seremos perseguidos; execrados si sobrevivimos.

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¿Hace falta que vengan los Marines para que tenga lugar esa venganza? En lo absoluto: las fichas del enemigo están aquí adentro y vienen en envoltorio de “sociedad civil” (eficaz esa autodenominación). El antichavismo está integrado por un puñado de “dirigentes” que saben para quién trabajan y en función de qué están haciendo sus esfuerzos; y un puñado de aplaudidores que van para allá, para donde los arrea el discurso “demócrata” (demócratas Álvarez Paz, el Peña Esclusa, el Ledezma: por favor). Los “dirigentes” saben para dónde van; los dirigidos lo ignoran. Ellos creen, y envejecerán y morirán creyéndolo, que están luchando por la libertad. Los gringos sólo necesitan sentarse a ver el mierdero por televisión. Ellos no necesitan ensuciarse las manos directamente. Hasta que Chávez pronuncie la frase esperada por todos: “Ni una gota más de petróleo para USA”. ¿Lo hará pronto? ¿Lo hará después? ¿No lo hará?

Esta guerra inevitable ya comenzó. Ha habido escaramuzas menores y medianas, y ninguna batalla. Yo he visto de cerca y/o desde dentro algunas de las menores, y la mayor de las medianas (las del 11 y 12 de abril de 2002).

Yo sé de la índole criminal de ellos, aun en la derrota. Yo sé de la grandeza de alma de los nuestros, aun en la victoria. Ojalá no llegara el momento en que debamos sacar a relucir nosotros lo que tenemos de inhumanos.

Ojalá no llegara, pero eso dependerá de los otros. De las dimensiones que adquiera con el tiempo esta guerra inevitable.


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José Roberto Duque


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