La principal equivocación que está en la base de todas las demás equivocaciones humanas se define con una palabra: antropocentrismo.
Es obvia la definición que presenta la Real Academia Española de la Lengua del término "antropocentrismo": "Doctrina o teoría que supone que el hombre es el centro de todas las cosas, el fin absoluto de la naturaleza y punto de referencia de todas las cosas". También asoma el DRAE: "…el antropocentrismo se opone al teocentrismo", lo cual no es cierto. El antropocentrismo es más bien una consecuencia del teocentrismo: en conceptos religiosos, Dios (o los dioses) es el centro y creador del universo, el centro de la creación es el planeta Tierra, y el centro de tal creación divina es el humano.
Según una definición enciclopédica, el antropocentrismo es la doctrina que en el plano de la epistemología sitúa al ser humano como medida de todas las cosas, y en el de la ética defiende que los intereses de los seres humanos es lo que debe recibir atención moral por encima de cualquier otra cosa. Así la naturaleza humana, su condición y su bienestar - entendidos como distintos y peculiares con relación a otros seres vivos- serían los únicos principios de juicio según los cuales deben evaluarse los demás seres y en general la organización del mundo en su conjunto. Igualmente, cualquier preocupación moral por cualquier otro ser debe ser subordinada a la que se ha de manifestar por los seres humanos.
De acuerdo a algunos estudiosos, el antropocentrismo es una creación de la época moderna, entendida como aquella posterior a la Edad Media y generada en el Renacimiento. Tampoco es cierto. Tal como señala Anaya Duarte, San Gregorio de Nisa (c335-c394) escribió: "Después de haber terminado la creación del hombre -que era totalmente nuevo y totalmente hermoso-, Dios le dijo: ‘Hombre tú serás el señor de la tierra y superior a todo lo que existe en el universo. Serás igual a mí, tu Dios. Como prueba de tu semejanza con Dios, te doy desde ahora la prerrogativa por excelencia: la libertad’ " (1).
El Libro del Génesis (La Biblia) es evidente en su concepción antropocéntrica. El quinto día de la creación dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastre sobre la tierra" (Gen 1.27) y también: "Y los bendijo Dios y les dijo: fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla" (Gen 1.28).
Para el pensamiento religioso moderno, el antropocentrismo no es un concepto topográfico, no se refiere al espacio físico sino al espacio existencial. El hombre no es el centro del universo en tanto cuerpo sino el centro de la creación en tanto ser. La escolástica y la teología medievales fundaban el antropocentrismo sobre la base de la enseñanza de la Biblia y de Ptolomeo: la Tierra es el centro del mundo creado por Dios para el hombre (Anaya Duarte).
A partir de la concepción antropocéntrica del Universo, pasa lo que se explica coloquialmente como "una cosa lleva a la otra". Si la especie humana es el centro de todo, entonces cada humano es individualmente un centro. El egoísmo es una consecuencia del
antropocentrismo y el fin de la cadena de "centrismos" o focos céntricos generados en el pensamiento primitivo, que se convirtieron en cultura, en civilización: teocentrismo, geocentrismo, antropocentrismo, egocentrismo.
Es el antropocentrismo igualmente la causa primera del distanciamiento humano de la (su) naturaleza que lo lleva a pretender la supremacía sobre todas las cosas (incluidos sus semejantes), lo cual se explica en la sentencia bíblica arriba citada : "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastre sobre la tierra".
El antropocentrismo está tan arraigado, que inclusive hace caer en errores elementales a gente culta y bien informada. Tal es el caso de Ignacio Ramonet, que afirma, en artículo citado en publicación anterior de esta serie, que "Nuestro planeta no puede más. Agoniza. Se nos está muriendo en los brazos" (2)
La idea de Ramonet de que el planeta está muriendo revela cuán sembrada está en la Humanidad la impronta antropocéntrica, que supone la equivalencia de la extinción de la especie humana con el fin del planeta. No es cierto que el planeta agoniza ni que se esté muriendo en nuestros brazos, tampoco que la vida en la tierra esté amenazada, como dicen otros. No somos tan poderosos ni tan determinantes como creemos. El próximo riesgo real para la existencia del planeta Tierra no ocurrirá antes de 5.000 millones de años, cuando el brillo del sol comenzará a aumentar más rápidamente porque el helio acumulado en el núcleo lo calentará, convirtiéndolo en una estrella gigante roja. Esto se traducirá
eventualmente en el fin de la tierra, ya que es plausible que el sol se la "trague" en su proceso de expansión ¡Faltan unas cuantas lunas para que eso ocurra, hay planeta para rato, con o sin nosotros!
En cuanto a la vida en el planeta, por supuesto que no depende de la existencia de los humanos, había vida mucho antes de que apareciéramos y seguramente seguirá habiendo, si nos extinguimos. Algunos ecologistas sostienen que sin la presencia de los mayores depredadores (nosotros), es muy probable que la vida prospere como nunca.
El humano, en su craso error antropocéntrico, se suele definir a sí mismo como la "especie dominante" ¿Dominante de qué y por qué? ¿Con que criterios se define a una especie como dominante? Los científicos difieren en estos asuntos. Si es por la cuantía, una especie candidata al "puesto de honor" serían los insectos, que hoy son la forma de vida desarrollada más cuantiosa. La experta Kate Jones, reconocida zoóloga inglesa, profesora de Ecología y Diversidad en la Universidad de Londres (University College of London), sostiene que si vamos a medir el dominio en términos de números, entonces los verdaderos ganadores son organismos mucho, mucho más pequeños: "Yo creo que la especie dominante ha sido, sigue siendo y probablemente siempre sea el microbio" (3). Según Jones, no solo se debe a su número y biomasa, sino a que viven en todo tipo de hábitat en la Tierra, desde la Antártida y el Ártico hasta respiraderos en el fondo del mar. También existen desde mucho antes que nosotros: aparecieron hace unos 3.500 millones de años, mientras que el humano moderno (homo sapiens sapiens) hace apenas unos 150.000. En nuestros cuerpos hay más bacterias y otros microbios que células humanas. Debido a su demostrada resistencia, lo más probable es que sobrevivan a una eventual extinción de
nuestra especie. Jones agrega que también es posible que la evolución genere nuevas especies grandes, si el humano desaparece: "Creo que sería una especie que pueda adaptarse a las nuevas condiciones, por ejemplo, algo que pueda comer plástico" (4).
La metáfora antropocéntrica asomada en el Libro del Génesis se ha realizado enteramente. El humano se ha enseñoreado de la creación (se ha hecho Señor, dueño) y ha sojuzgado a la naturaleza, con los resultados que ya conocemos. La verdad es que nos fue dado un hermoso jardín, pletórico de formas, texturas, colores, aromas, sabores. De esta florescencia infinita no hemos debido ser los señores sino los jardineros, hemos debido cuidarla, amarla, abonarla, protegerla, pero hemos hecho todo lo contrario: la hemos descuidado, desamado, desertificado y desprotegido. La hemos destruido y, al hacerlo, nos hemos destruido a nosotros mismos. Ese es el verdadero pecado original.
Acaso los hombres más primitivos que existieron, vivieron en inocencia y comprendieron, rudimentariamente, lo que eventualmente podían ser. Mas nos perdimos en el camino, nos alejamos del Paraíso y construimos nuestro infierno ¿Era ese nuestro destino, marcado por el instinto animal que no es propio?
NOTAS:
-
Anaya Duarte, Gerardo. "Antropocentrismo: ¿un concepto equivoco?". Entretextos, N° 17. Agosto-noviembre 2014
-
Ramonet, Ignacio. "La pandemia y el sistema mundo". Últimas Noticias, 1° de mayo de 2020
-
Citada en "¿Cuál será la especie dominante si los humanos nos extinguimos?". Revista Semana, 13 de agosto de 2020
-
Ibid