La derrota que espera a Estados Unidos en Irak será peor que en Viet Nam. Cada día es mayor el número de analistas políticos de diversos países que coinciden en esta apreciación. Factores de la política doméstica norteamericana y de la situación internacional determinan los funestos presagios sobre el resultado de la aventura norteamericana.
Cuando Viet Nam, Estados Unidos aparecía librando una batalla contra la supuesta “amenaza soviética”. El mundo se había polarizado entre dos sistemas, de un lado el comunismo encabezado por la URSS y del otro, el campo anticomunista bajo la tutela de Estados Unidos. Hoy, la justificación de la guerra en Irak está fundamentado en las mentiras sobre la existencia de las armas de destrucción masiva y en los atentados terroristas sobre las torres gemelas de Nueva York. En ambos casos, Irak resultó no tener implicación alguna.
La guerra en Irak está aislando cada día más al gobierno de Washington. Incluso en el propio Estados Unidos crece un extendido sentimiento de repudio. Las encuestas señalan que más del 60 % de la población rechaza la política de Bush. Al cumplirse tres años de la agresión, millones de personas manifestaron en todo el mundo su protesta por la guerra.
Demostraciones parecidas marcaron el comienzo de la debacle en Viet Nam.
Los propios dirigentes norteamericanos, salvo la camarilla de Bush, admiten que nunca Estados Unidos fue más odiado que ahora. Estados Unidos ha gastado miles de millones de dólares en la guerra. La semana pasada, Bush volvió a pedir dólares al Congreso porque los gastos militares y de ocupación han aumentado. Cuando se inició la ocupación, Bush, Cheney y Rumsfeld consideraban que bastaban 30.000 soldados para liquidar la resistencia. Ahora, cada mes solicitan nuevos contingentes y la resistencia es cada día más poderosa. Llegará un momento en que el derramamiento de sangre no podrá ser explicado.
Bush pasará a la Historia como un presidente que traicionó la confianza de su país y sumió al mundo en el período más agudo de terror y caos.