"Usted presidente se ha descrito como una persona con la cabeza en la mira de un franco tirador ¿Cómo, como ser humano, sobre lleva eso en el día a día?" https://t.co/x3zspeiGLV?amp=1
Aunque la realidad desmiente lo dicho por el presidente se le vio muy aliviado, muy natural, al hablar acerca de la pandemia, las estadísticas, las medidas de contención, la conspiración colombiana, el regreso a clases, la caída de PDVSA incluidas las maldiciones a Rafael Ramírez, y las elecciones.
Pero al contestar la primera pregunta el presidente se esforzó por disimular la turbación que le produjo el ultimátum fijado por Elliott Abraham y el Departamento de Estado. No tanto por la amenaza de muerte de la que habló Maduro, que debe ser un invento, sino de ser desplazado del poder, de lo que él llama "liderazgo", es decir, su asiento en el poder, lo cual es el verdadero temor que muestra en los que denuncia. Lo de su asesinato es solo una forma de dramatizar su caída la cual es más bien moral. En el fondo el presidente siente que el imperio lo piensa humillar, "asesinar" pero moralmente, desprestigiar frente a sus seguidores, posiblemente encarcelándolo. Para nosotros, todo eso pasó por su mente mientras buscaba y ordenaba las palabras adecuadas.
Lo que llamó nuestra atención fue su mirada seca, apagada, dirigida hacia dentro, como quien busca ordenar todo con cuidado antes de hablar; la intensidad del disimulo (los ojos abiertos pero sus pupilas contraídas); estuvo asustado, como si lo asechaba la vergüenza. No obstante en casi todas las demás respuestas, incluyendo aquella sobre pdvsa –donde el periodista le dio la oportunidad para acusar de nuevo a su archienemigo Rafael Ramírez de ladrón y corrupto – lo vemos más elocuente, fluido. El presidente se siente bien incriminando a Ramírez, lo hace ahora sin muchos disimulos, y además mintiendo sobre los demás temas; esa es su fuerza… Y, las elecciones, su tabla de salvación.
Resumiendo, al hablar de las amenazas de Abraham nos dio la impresión de que respondía al mismo imperio, se lo ve incómodo y cauteloso – a pesar de estar protegido por las preguntas complacientes de Ernesto Villegas; de sus ministros, el más útil y servicial –. De forma subliminal en esa entrevista Maduro nos estaba advirtiendo sobre su caída.
Es difícil descifrar las mentiras de un mentiroso nato, cuando se muestra convencido de lo que dice. Maduro es muy bueno en eso. Solo la realidad lo contradice y aun así hay mucha gente que cree en la certeza de sus palabras. ¿La razón de eso? Hay una identidad entre quienes lo odian y él, y entre quienes lo siguen y él; es decir, la mentira funciona porque todos participan del mismo sistema social del engaño, de mentir y disimular, eso de ocultar nuestras vergüenzas.
Villegas es complaciente con Maduro porque él mismo engaña de forma natural, se lo ve contento manipulando la entrevista. Guaidó, y la vecina de Los Ruices o de Altamira, lo detestan porque se reflejan en él, porque son idénticos; nadie que se odie le gusta verse reflejado en otro. Tanto el odio como el amor, en este fenómeno, tienen en común un sistema para el disimulo de verdades oscuras, o de la realidad, siempre ocultas.
Volviendo a la entrevista, la palabra que más se le hizo difícil pronunciar a Maduro en ella fue "eliminar", y la frase más complicada fue "con el liderazgo que yo tengo". La primera, porque sabe que "ser eliminado" va ser su destino; y la segunda porque sabe que su liderazgo no está claro, no es seguro, es endeble y por eso será "eliminado", o más bien desplazado, porque lo van a sustituir, no asesinar – como lo hicieron con Chávez, que sí tuvo un liderazgo fuerte.
A la primera pregunta hecha por Villegas Maduro responde al final: "…nunca me voy a rendir, voy a luchar por este pueblo", muestra verdadero miedo a las amenazas imperiales.
El otro tema que llamó la atención, pero no por disimular, sino por evadir, fue el de las elecciones. Al referirse al tema él habla como presidente, colocándose por encima de la contienda electoral, aclarando, en voz alta, que el único que decide sobre el destino de la Asamblea Nacional es el pueblo, no dice más, como si le explicara el sistema a Elliott Abraham.
Pero su partido y él conspiran, a través del TSJ y organismos de seguridad, dentro de la falsa alianza del Polo patriótico (PCV y PPT y contrarios dentro del mismo PSUV), para invalidar a sus opositores y descontentos de su cacareado "liderazgo", o persiguiéndolos en todo el país, y así proteger esa pírrica unidad electorera.
La realidad desmiente su grandeza porque tiene miedo de perder el control, perdiendo estas elecciones. Miedo de que éste sea el comienzo del final. Si no gana la mayoría en la Asamblea Nacional, luego de "decretar" la desaparición de la Constituyente, queda afuera, y entra en el juego del poder la otra derecha, la de Guaidó y el hervidero de oportunistas que hoy se clavan las uñas por quedarse con el botín, con el despojo de país que queda.
Es difícil superar esta vergonzosa situación en la cual nos encontramos: una sociedad deshecha, un país deshecho y asechado por bandidos; una sociedad confundida y asustada, presa del capitalismo más despiadado y de los discursos de un presidente falso (o de dos presidentes falsos). Unas elecciones no son suficientes para rescatar todo lo perdido hasta ahora, es necesario que se produzca otra sublevación revolucionaria para redimir el espíritu de Bolívar y de Chávez, retomar el camino hacia nuestra independencia.
¡Patria socialista o muerte!, ¡Independencia y Patria socialista!