De buena se libraron el rey y Zapatero en aquel ambiente tabernario que creó el primero y pretendió conciliar el segundo. Pues yo, en lugar de Chávez, me hubiera levantado como hizo el otro y, con el mismo tono despótico que él (Decía Lope de Vega que hay que ser humilde con los humildes y valiente con los soberbios), les hubiera espetado, por este orden:
Al rey: ¿Quién eres tú, un títere al que nadie eligió o en todo caso fue elegido por un titiritero dictador, para mandarme callar a mí que he sido reelegido por mi pueblo por tres veces? ¿Cómo te atreves a comportarte como un rey que sigue conquistando las Américas?
A Zapatero: ¿Quién eres tú que no distingue entre una descalificación y una acusación? Yo acuso a Aznar de fascista porque lo es y tengo sobradas pruebas de ello. Colaboró en el intento de golpe de Estado contra mí en 2002, llamó a Evo Morales “indigenista y racista”, y me propuso en una visita aliarme con los países poderosos y con Bush porque “Haití, Africa y muchos otros Estados estaban jodidos”. ¿Puedes decirme, tú, que pretendes ser un maestro de la elegancia, si hay mayor fascista, confeso, libre -después de Bush- dando la vuelta al mundo intoxicando de fascismo y de nazismo al mundo? ¿Puedes decir si no debieras entonar conmigo en este mismo acto “Aznar es un fascista”, en lugar de decir que hago descalificaciones?