Hace algunos años un gringo llegó a mi barrio, no recuerdo a qué. Lo cierto es que el gringo sabía algo de nuestro idioma lo que permitió que en poco tiempo supiésemos que el norteamericano no tenía idea de dónde quedaba Venezuela, ni quién era Fidel Castro, ni se había enterado que el gobierno de su país había conspirado contra Allende y lo había derrocado (de este hecho histórico habían pasado sólo tres meses); eso sí, consideraba que su país tenía el derecho a decirle a nuestros gobiernos lo que debían hacer.
La estupidez de aquel gringo se convirtió en una razón para que varios de nuestros amigos lo considerases simpático. Se reían con él, le celebraban sus sandeces y hasta lo empezaron a venerar.
Nos costó un mundo convencerlos que el gringo era inculto, cretino y, además, creído porque su país era la gran vaina y nosotros el patio trasero. Creo que en esa oportunidad salió ganando el antiimperialismo luego de largas noches de discusiones.
Un buen día al gringo todos le empezaron a montar un carón y en poco tiempo se aprendió al significado de la palabra bruto.
Recuerdo la anécdota ahora que veo que tras varios días del apretón de manos entre el Presidente Chávez y Obama, en VTV eso sigue siendo la gran noticia; y nos repiten hasta el hastío las imágenes del encuentro.
Pareciera que el apretón de manos, la pelada de dientes de Obama, el recibir un obsequio del Presidente hubiese servido para que nuestro antiimperialismo se abriese de piernas y estemos a punto de terminar con el trasero al aire, dispuestos a que Obama haga lo que quiera.
Se nos olvidó que el negrito hace poco justificó la tortura, pidió condiciones a Cuba para entenderse con el gobierno revolucionario de la isla hermana, se refirió a Chávez como si éste fuese antidemocrático y otras bellacadas más; demasiadas en tan corto tiempo.
VTV, con todo el respeto que uno le tiene al que consideramos nuestro canal, parece la jeva histérica que acaba de conocer al matón del barrio y éste le tiró un piropo.
El apretón de manos fue noticia, pero más nada. No podemos convertir este acto diplomático en una razón para promover entre nuestros camaradas la obamanía.
Recordemos que en los sesenta hubo un gringo que desde la Presidencia de los Estados Unidos se hizo el simpático, pero al mismo tiempo ordenó la invasión a Cuna por Bahía de Cochinos.
Es hora de poner orden en las vainas y dejemos de festejar todos los días lo que fue noticia para un día.
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