A cuatro meses del vil golpe de Estado contra el presidente constitucional José Manuel Zelaya

Honduras: Epicentro de dos visiones antagónicas

“No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer” (José Félix Ribas), y vencerá la Patria de Francisco Morazán.

Si alguna cosa se ha puesto en evidencia en la situación de crisis política que se vive en Honduras es la condición de lucha de clases, muy activa, ahora, en especial en los países de nuestra América, cuyos gobiernos de signos progresistas se encuentran trabajando arduamente en la profundización del tipo de democracia participativa y protagónica que antepone, en todo momento, el interés popular y la soberanía sobre sus recursos, frente a los intereses que le son propios a las oligarquías y rancias burguesías que siguen apostando por la consolidación de una América que navegue en la cosmovisión neoliberal.

Venezuela, como país primogénito del modelo político que se ha propuesto la consolidación de esta democracia, fue también el primer país en sufrir los zarpazos del gorilismo y los embates de las clases sociales dominantes, primero mediante el golpe de Estado en abril de 2002, y luego mediante el paro y sabotaje petrolero de diciembre de 2002 y enero de 2003 que buscaba asfixiar la capacidad de respuesta del Gobierno Bolivariano, para finalmente producir su caída y provocar el regreso del neoliberalismo y su tipo de “democracia” representativa. Fracasado ese intento, el imperio y las oligarquías en nuestra América no vacilaron en continuar con sus planes conspirativos en otras sociedades que comenzaban a exigir formas y prácticas de gobiernos participativas; así arremetieron en Bolivia y Ecuador, pero al igual que en Venezuela, el concurso del pueblo organizado frustró sus macabros intentos.

No obstante, en Honduras, pequeño país, centroamericano, con 112.088 km2 de extensión y casi 8 millones de habitantes, los tentáculos del imperio, por las mismas particularidades sociológicas y políticas de la sociedad hondureña (1) corrieron con mayor suerte al lograr deponer al presidente constitucional José Manuel Zelaya, expulsándolo, incluso, de su país, y erigiendo en su lugar un gobierno inconstitucional e ilegítimo y dictatorial que a pesar del “repudio” internacional que le han conferido todos los organismos internacionales, ha logrado generar una grave crisis, claro esta, con el apoyo encubierto de la diplomacia estadounidense, esa que ahora los expertos han dado en llamar “smart power” (poder inteligente) y de las fuerzas armadas de ese país instaladas en Honduras.

En efecto, Estados Unidos y más propiamente su presidente, Barack Obama, si bien se vio obligado, posteriormente a “pronunciarse” forzosamente contra el golpe de Estado, no lo condenó en los términos que se esperaba, ni siquiera lo considero como tal, tampoco rompió relaciones diplomáticas, ni cortó la ayuda económica a los dirigentes del gobierno de facto, ni mucho menos se distanció en sus relaciones militares con ellos, pese al clamor propagandístico del imperio de “oponerse” abiertamente en cualquier parte del mundo a regimenes que se erijan al margen de la Ley y del sistema de valores democráticos.

Dos visiones en pugna:

El proceso de crisis que hoy se vive en Honduras pone en evidencia, con marcada crudeza, el antagonismo entre dos tendencias que se debaten en la toma y control del poder, una que es expresión fiel de la cosmovisión neoliberal y en cuyo seno se agrupan los sectores más conservadores y liberales los cuales, a su vez, forman parte de los grupos empresariales, -incluido, especialmente, el sector mediático-, de los sectores reaccionarios de la Iglesia Católica, de las Fuerzas Armadas y por supuesto de la vieja oligarquía terrateniente. En su credo proponen los Tratados de Libre Comercio y todo cuanto tenga que ver con el libre mercado; por otra parte, también surge, cada vez con mayor fuerza, la otra tendencia cuya carga histórica y razón de ser plantea el manejo soberano de las riquezas, la autodeterminación de los pueblos e incluso el establecimiento del Socialismo en el siglo XXI, como modelo político para nuestros pueblos. Hasta ahora sus principales instrumentos han sido la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y Petro caribe.

Por esta razón, el golpe de Estado en Honduras no se puede minimizar considerándolo como un hecho aislado que ha ocurrido en un país pequeño y pobre; por el contrario, debe asumirse como una agresión del imperio y sus lacayos en la promoción y consolidación del otro modelo político que se nos pretende imponer, vale decir, el neoliberalismo. Por eso, en lo interno de la sociedad hondureña se trata sociológicamente de un golpe de los ricos, agrupados en la Unión Cívica Democrática, contra los pobres y en el plano externo de los intereses imperiales contra el modelo alternativo que representa el ALBA y Petrocaribe.

En fin, este antagonismo obedece a los preceptos de la lucha de clases. De hecho, no es casual que en el escenario internacional los factores políticos de derecha y los voceros conservadores de la iglesia católica, así como los representantes más conspicuos de la burguesía, hayan expresado desde el primer momento su apoyo al gobierno de facto que depuso al presidente constitucional José Manuel Zelaya. El fin principal de estas macabras acciones sería poner fin al “expansionismo chapista” en Centroamérica.

De allí que en Honduras se avizora el futuro que caracterizará a la América Latina y el Caribe en los próximos años; así tendremos de un lado los movimientos y gobiernos que se orientarán y ganarán, cada vez, mayores espacios en la profundización de la democracia y del Socialismo y por otro lado, constataremos a un debilitado movimiento auspiciado por el imperio estadounidense, resistiéndose a morir para dar paso a lo nuevo, pero que ante la desesperación de fenecer podría verse tentado, en sus últimos intentos de vida, a utilizar la violencia y el terrorismo como hicieron en la noble nación centro americana. No obstante, se impondrá la voluntad de los pueblos sobre los intereses oscuros de las oligarquías.

ACCIONES QUE LA OLIRGARQUÍA NUNCA LE PERDONÓ A ZELAYA

Resultaba muy difícil para el imperio y para las clases dominantes y oligárquicas hondureñas que Manuel Zelaya, quien fue electo por un partido político de derecha, se apartará de las estructuras que lo habían llevado al poder y pretendiera ahora ser un líder de izquierda, acercándose a las iniciativas políticas de Hugo Chávez, Rafael Correa, Raúl Castro y Daniel Ortega, entre otros. Ciertamente, Zelaya se comprometió a desarrollar un modelo político de democracia superior participativa y protagónica y aquello puso en tensión los privilegios de las clases dominantes y también en alerta al imperio estadounidense. En este sentido, podemos destacar las siguientes acciones:

1.- Su negativa a la solicitud de Washington en 2006, a pocos días de tomar el poder, de darle asilo político al terrorista cubano-americano y agente de la CIA, Luis Posada Carriles.

2.- La eliminación del monopolio que tenían las transnacionales petroleras, Exxon, Texaco y la Shell desde hacía 85 años, en la importación de los combustibles y derivados.

3.- La adhesión de Honduras, a finales de 2007, en Petrocaribe, para adquirir y distribuir con facilidades financieras los productos y derivados petroleros.

4.- La entrada de Honduras en 2008, en el ALBA, organización que promueve el Socialismo.

5.- La supresión del monopolio de los grandes laboratorios farmacéuticos en su país. En su lugar, acordó el suministro de medicamentos genéricos fabricados en Cuba, para beneficiar a las grandes mayorías pobres.

6.- La propuesta, sin poder vinculante, de introducir una cuarta urna (existen tres urnas: una para presidente, una para diputados y otra para alcaldes) en las elecciones generales del próximo 29 de noviembre para que el pueblo convocará una Asamblea Nacional Constituyente. Fue la propuesta que más desesperó a la clase oligarca hondureña y a sus instituciones conservadoras, pues el Tribunal Supremo Electoral, Fiscalía General, Corte Suprema de Justicia, Congreso de la República, el Partido Liberal (al cual pertenece Zelaya) y los mandos militares declararon ilegal la consulta, aduciendo que era una maniobra reeleccionista que violaba el ordenamiento constitucional vigente, aun cuando era claro que el presidente Zelaya no se postularía como candidato a la Presidencia.

El Pueblo de Morazán vencerá

Este golpe de Estado orquestado desde la Unión Cívica Democrática con el apoyo del Pentágono, se concibió como un mecanismo de presión para hacer retroceder al presidente Zelaya en el logro de sus objetivos inmediatos y también para advertirle a los países del ALBA y Petrocaribe que sus planes pueden verse seriamente amenazados. No olvidemos que Estados Unidos no ha dejado de pensar en nuestras riquezas petrolíferas.

En este sentido, no podemos descartar las prerrogativas implícitas de experimento que conllevan estas tenebrosas acciones en Honduras, dado que con ellas se busca medir el pulso de la configuración del poder que han venido tejiendo una diversidad de gobiernos que van desde los ideológicamente nacionalistas hasta los que profesan abiertamente las banderas del Socialismo, como antítesis al discurso y proyecto hegemónico que propone el imperio estadounidense ante el mundo. No obstante, debemos esperar un tiempo prudencial de esos que suelen reclamar los procesos históricos, para poder evaluar con agudeza esta realidad que ya se asoma en lo atemporal y la conducta hipócrita de ciertos organismos internacionales que no son otra cosa que instrumentos al servicio de los intereses imperiales.

Empero, más temprano que tarde, el heroico pueblo de Francisco Morazán que ahora mismo ha sentido la necesidad de organizar sus fuerzas populares, marchará en el futuro promisorio a paso cerrado y de vencedores en la consolidación del proyecto político que la oligarquía y el imperio con sus lacayos, por ahora, le han arrebatado.

Ya lo decía José Félix Ribas, “No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer”! y vencerá la patria de Morazán.

Notas:

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(1): En Honduras, las clases dominantes están conformadas por un pequeño núcleo de terratenientes, burgueses intermediarios y una casta militar conformada por descendientes de europeos. Además, debe destacarse que aproximadamente un millón y medio de sus habitantes vive en Estados Unidos; la mayoría en condiciones de ilegalidad, pero éstos son quienes aportan mediante remesas una alícuota que asciende a 30% del ingreso de divisas de esa Nación.


* Sociólogo, autor de los libros: Los Retos de la OPEP en el Siglo XXI –Un análisis al calor de la Política petrolera venezolana-; y Petróleo y Socialismo en el Siglo XXI.

eleazarmujica14@yahoo.com


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Eleazar Mujica Sánchez*


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