Decir que este gobierno es el que más ha defendido el salario de los trabajadores no puede generar sino enfado o hilaridad. Si el salario mínimo mensual está por debajo de 2 US dólares, la afirmación del Presidente en su Memoria y Cuenta a la Asamblea Nacional (AN) es totalmente falsa. Y nadie, en su sano juicio, puede contradecir esta verdad. Pero, además, quienes en el país tienen sueldos mayores que el salario mínimo, tampoco pueden vivir con los mismos. En esta situación están maestros, docentes, médicos, enfermeros, universitarios en general, empleados públicos de todos los niveles, militares, agentes policiales y el resto de los asalariados. El salario dejó de existir en Venezuela. Su deterioro lo hizo desaparecer. Éste es uno de los mayores "logros" del gobierno "revolucionario, socialista y obrero". Nada que aplaudir en la Asamblea Nacional sobre este tema y mucho menos de pie.
Señalar que el gobierno complementa el salario con la adjudicación de bonos y con las cajas CLAP es esconder el problema primordial: la desintegración del salario. Muchos de esos bonos son mayores incluso que el sueldo devengado, situación anómala que refleja el desastre de la política salarial del gobierno. Acabó con el salario integral, con las prestaciones sociales, con el fideicomiso de los intereses de éstas, con la seguridad social de los trabajadores y con todos los derechos adquiridos, conquistados y defendidos en el pasado adeco copeyano. Si se suman todos esos bonos al sueldo percibido, el total seguirá siendo ridículo por lo insuficiente ante un costo de la vida gigantesco. Y este deterioro se inició, al igual que la inflación, antes de las sanciones estadounidense, y tuvo su causa en la dilapidación y el robo del gigantesco ingreso petrolero recibido durante una década, las políticas de endeudamiento externo y la inundación del mercado con dinero inorgánico.
La otra área, en la que el Presidente presentó en su informe un panorama que tiene poco que ver con la realidad, fue la de salud, pues habló de haber fortalecido al sector en plena pandemia. Para nadie es un secreto el estado crítico en que se encuentran todos los centros de salud: problemas de infraestructura, inexistente dotación, falta de personal médico y auxiliar, escasez de insumos y sin agua ni electricidad. Baste decir que 309 integrantes del personal de salud, en su inmensa mayoría médicos, han fallecido víctimas del coronavirus, lo cual constituye un 30 por ciento de las muertes totales ocurridas en el país por esta causa. Dicho de otra forma: de cada mil muertes por coronavirus, 280 son trabajadores de la salud, algo espantoso por no decir imposible de entender. En México, por cada mil decesos por coronavirus, sólo mueren 26 personas del sector salud, es decir 10 veces menos que en Venezuela, y el gobierno mexicano considera que es una cifra muy elevada.
De ser ciertas las cifras de morbilidad y mortalidad por la pandemia dadas por el gobierno, habría que decretar una emergencia sanitaria inmediata, pues el virus está matando con una preferencia inaudita a los trabajadores del sector salud. Pareciera que estos van sin ninguna protección a atender los pacientes contagiados con el SARS-CoV-2 o que quisieran suicidarse, además de no recibir la atención requerida una vez infectados y enfermos. La otra explicación es que las cifras que se manejan no son reales. No es posible que la tasa de mortalidad del personal de salud por cada mil muertes por coronavirus sea de 280. Esperaría una investigación y explicación urgente del Ministerio de Salud respecto a esta impactante situación, así como la apertura de una investigación por parte de la AN recién instalada. Menos aplausos y más eficacia.