“La voz de la persona amiga es la nota más suave en la orquesta de la vida”
R. SCHENEIDER
El pasado domingo 7 de abril, amaneció con el cielo encapotado y un alegre despertar de pájaros, no cesaban de emitir sus cantos en un improvisado concierto matinal. Temprano me acerque a un puesto de periódicos muy concurrido; la mayoría de los ávidos compradores y lectores son personas humildes, con su carga de problemas en la espalda; me encontré a un amigo de hace muchos años, un predicador evangélico, alegre, conversador, de hablar pausado a pesar de su fornido cuerpo, parece que nunca se encoleriza, siempre carga un mensaje bíblico para comenzar un diálogo; se me ocurrió preguntarle por quien iba a votar, me respondió de una manera muy concisa, parecía tener lista la respuesta: “No sé si estoy pecando, pero yo voy a votar por Maduro, nunca traicioné al comandante cuando estaba vivo, después de muerto menos” la expresión fue escuchada por algunos presentes con muestras de satisfacción, como anunciando el resultado del próximo domingo.
Las muestras de cariño hacia el Comandante amigo, se han venido multiplicando después de su muerte física; la misma mañana del domingo me encontré a una señora de caminar rápido, muy entusiasmada; sin conocerla le grite, estimulado por la visita de Nicolás Maduro ¡Señora, Chávez anda recorriéndola las calles de Acarigua, invitando para el acto! La mujer siguió su marcha sin voltear la mirada, respondiendo muy eufórica ¡Yo soy Chávez, voy para la misa y después voy apoyar a Nicolás! Estas expresiones reafirman los pronósticos de las encuestas, pero a la vez nos demuestran, que en el cuartel de la montaña reposan los restos de un verdadero creador de conciencia: HUGO RAFAEL CHÁVEZ FRÍAS.
Esa manera de reaccionar y responder el pueblo, sirve para medir su grado de conciencia, más en estos momentos, cuando estamos a pocas horas de una nueva elección presidencial, con dos candidatos relativamente jóvenes, pero con tendencias políticas totalmente opuestas; el más joven paradójicamente anclado en el pasado; el otro como los “pajaritos” de la mañana, cantando y pregonando la lucha en defensa de la verdadera libertad; con la idea fija de cumplir el juramente hecho antes los restos del comandante amigo: no dejar caer la patria en el abismo oscuro y tenebroso de la IV República, pero siempre con el pensamiento de Argimiro Gabaldón en la mente: “El camino es duro, pero es el camino, no hay otro”.
Después de las doce del mediodía, los pajaritos empezaron a callar, el astro rey apareció con toda su intensidad; en las calles de Acarigua-Araure las banderas rojas se hacían presentes, para ir al encuentro frente a la plaza Bolívar, sitio designado para escuchar al próximo presidente de todos los venezolanos. Por momentos el sol se ocultaba, entre algunas tímidas nubes, que se paseaban en el cielo infinito, para calmar el agobiante calor en espera del nuevo conductor de la patria: Nicolás Maduro Moro, quien parece un verdadero muro antes las peligrosas arremetidas de la oposición; tiene una inmensa tarea por cumplir, llenar el vacío dejaba por el gigante Chávez, como lo bautizó su hija, el día de su despedida de este mundo terrenal; lo acompaña un pueblo, que ama la patria de Bolívar, y la voz del comandante con su impulso vital; Chávez sigue vivo en la conciencia del pueblo, ahora más que nunca, y a los que muchas veces nos recuerdan irónicamente la muerte del comandante, solamente les decimos: “Chávez muerto, piensa más, que muchos vivos sin corazón, ni conciencia de venezolano, porque sencillamente son unos verdaderos apátridas”.
Este domingo 14 de abril, sonará la diana despertando; ya no será de la manera acostumbrada; será la voz del comandante Chávez, llamando en la conciencia de su pueblo, para recordarles las palabras pronunciadas el 8 de diciembre del 2012, cuando de manera valiente expresaba sin ningún tapujo: “para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que —en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales— ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón”. Ese momento triste, pero muy valioso como reflexión, es parte de la grandeza del fallecido Presidente; tuvo la visión de trazar el camino por donde deben transitar los que aman su tierra; nadie olvida ese momento histórico, su voz calló, pero nadie la deja de “escuchar”, unos con odio y con furia, la gran mayoría con amor y admiración, por haber sacrificado su vida por la patria.
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