En los últimos meses del año pasado, luego de que Chávez anunciara la gravedad de su enfermedad un aire de fatalidad recorrió el país estremeciendo a quienes amamos entrañablemente a nuestro comandante. Como respuesta a esta situación tristísima un juramento colectivo adquirió gran notoriedad: “Chávez te lo juro” se convirtió en promesa y consigna para expresarle a nuestro comandante que lo que el significaba para nosotros trascendía su propia dimensión física y se establecía esencialmente en el plano de lo espiritual y de lo ideológico, razón por la cual pese a que falleciera, su pueblo mantendría su fidelidad y constancia en la defensa del ideario chavista y bolivariano. Constituye este un acto hermoso de ratificación de que Hugo Chávez es mucho más que un hombre y es ahora un pueblo, un sueño y un proyecto de liberación.
Chávez estaba convencido de la lealtad del pueblo y como testamento político propuso el nombre de Nicolás Maduro para que diese continuidad al proyecto popular articulando los procesos necesarios para ello desde la presidencia de la república.
De inmediato retumbó el “te lo juro” y se posicionó en franelas, vidrios de carros y algunos etc. No obstante, pocas semanas después miles de personas faltaron al juramento y ahora, en la jornada preparatoria para las elecciones municipales que tendremos en diciembre próximo ya algunos - de los que con los ojos humedecidos por el llanto y enfundados en su infaltable chaqueta roja o tricolor declaraban que eran los más revolucionarios y los más chavistas - han hecho caso omiso del juramento y sin pararle pelotas al PSUV y considerándose los verdaderos ungidos por el pueblo han decidido lanzarse con candidaturas paralelas contribuyendo con las candidaturas de la oposición de la que sin duda alguna ya han pasado a formar parte aunque quieran aprovecharse del nombre de Chávez en una alquimia política en la que pisoteando todo lo que planteó, reclamó y representó el comandante quieren presentarse ante el electorado como los verdaderos chavistas.
Esta actitud es similar a la que adoptó la oposición fascista venezolana en las elecciones presidenciales pasadas cuando bautizó con el nombre de Simón Bolívar a su comando de campaña cuyas pretensiones reales los presentan como aspirantes a sepultureros de todas las ideas bolivarianas escenificando con ello uno de los más bellacos y cínicos desempeños en la política venezolana.
Pues bien, hay mucha similitud en los divisionistas de hoy que se empeñan en seguir considerando la política como un instrumento para la obtención de sus más particulares intereses y alejada de los objetivos colectivos y trascendentes como debería ser.
Ya en el pasado ha habido este tipo de disidencias y el resultado para ellos siempre ha sido vergonzosas derrotas que ratifican la sabiduría y claridad del pueblo que sigue apoyando a los candidatos del PSUV colocando los intereses colectivos y estratégicos por encima de cualquier consideración subalterna.
Las crisis o sus estallidos suelen depurar a las organizaciones políticas. En este caso así ocurrirá y el PSUV quedará en una posición ideológica y organizativa superior para acometer la tarea revolucionaria estratégica ya sin aquellos para quien la revolución es una mecánica repetición de consignas grandilocuentes.
En estas circunstancias políticas en las cuales nuestro país se ve amenazado por el imperio estadounidense le correspondería a todo aquel que se considera chavista cerrar filas en torno al PSUV y al gobierno en función de estructurar un férreo músculo político ideológico para la defensa de nuestra soberanía.
Este es un momento en que queda develado quienes son los oportunistas a quienes no importa el proyecto revolucionario sino que se acercaron a el como una manera de sumar votos a sus propuestas personales.
Por fortuna contamos con un pueblo sabio y transformador que en diciembre próximo ratificará el proyecto popular chavista en las alcaldías del país como una manera de darle continuidad a la presencia y trascendencia del comandante Chávez y su ideario.