Sea cuestión legal, compromiso ético o una burla política, el acto de reconocer a priori los resultados de las elecciones del 6 de diciembre se ha convertido ahora, en un problema de importancia política fundamental, dado que, tanto izquierdas como derechas arrastran la incertidumbre de saber a quién van a favorecer tales resultados.
¿Por qué la incertidumbre?
Porque no confían en sus propias fuerzas, ni en el proceso electoral:
Para algunos, el chavismo ha perdido la fuerza generadora de entusiasmo político popular y ha caído en un comodísimo estar. Para otros, el chavismo ha sido vulnerado por posiciones ideológicas socialdemócratas que lo han llevado a un contubernio con la burguesía. Y hay algunos que le dijeron adiós al chavismo. Con estos elementos se puede concluir políticamente que, el chavismo se ha debilitado.
Algunos intelectuales de izquierda han cuestionado la perspectiva optimista de los procesos electorales y lo ven como fenómeno caduco y burdo: las elecciones son algo así como “baile de disfraces”, “todo es igual, lo mismo da votar por uno que por otro”, o de plantear el dilema de “firmar o no firmar”, como cuestión fundamental.
Miremos este asunto, por un lado, si se reduce en la generalización de “todo es igual” tanto al Psuv como a la Mud, a los chavistas como a los socialdemócratas y derechistas, más que aclarar la posición política de la gente, la bifurca en confusión y abstencionismo.
Por otra parte, reducir la validación de los resultados de las elecciones a una firma de reconocimiento de los mismos, es un absurdo político; porque es obvio que las reglas del proceso electoral ya están establecidas por el CNE y que es la ciudadanía quien define electoralmente los resultados, independiente que quieran aceptarlos, la Casa Blanca y la derecha.
Por su parte la derecha, lleva consigo la experiencia de las desnutridas convocatorias políticas, bajas políticas producto de capturas de varios de sus líderes por promover la violencia y el divisionismo en sus estructuras partidaristas.
A la vez la derecha, como lo ha hecho desde la llegada de Chávez al poder, ha desconocido los resultados electorales alegando fraude y descalificando los organismos y los procesos legales para impugnar los resultados.
Ahora bien, ante esta incertidumbre ¿Cuáles son las preguntas que tenemos que hacernos a nosotros mismos, digo, para aclarar el camino a seguir?
Si las elecciones del 6 de diciembre fuera un baile de disfraces, ¿Cuál sería la máscara que llevaría el pueblo elector? Da lo mismo votar por uno, que por otro, ¿Son todos los candidatos del Psuv, socialdemócratas? ¿Es lo mismo Psuv que MUD? ¿Firmar o no firmar? he ahí la cuestión. Pues eso de estar insistiendo o negando el reconocimiento previo de los resultados electorales linda con el absurdo, cuando es obvio que es el pueblo quien decide los resultados y el CNE quien los ratifica.
Independiente de cómo se conciban las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, esta elección será un evento donde se decide electoralmente la continuidad del chavismo dentro de una estructura política del Estado, la AN.
Digo sin incertidumbres, continuidad del chavismo, porque no concibo que todos los diputados sean socialdemócratas, ni todos sean de la MUD. Ni tampoco estoy de acuerdo en que ya está agotado el recurso electoral, como forma de lucha contra el capitalismo.
Más bien diría que ganar las elecciones es tan importante para mantener y profundizar los logros del socialismo en esta época.
Ya la cuestión de cómo se va a orientar la lucha contra el capitalismo y para fortalecer el socialismo, es un problema que tiene que ver con la manera de incorporarse militantemente en las fibras de la revolución, tanto en discurso, como en praxis revolucionaria multifacética.