Ambiente Constituyente y política en la constitucionalidad

"La autocrítica debe ser para revisar, para rectificar y para reimpulsar siempre la revolución por dentro de ella misma."

Hugo Rafael Chávez Frías

Es la Asamblea Nacional Constituyente un as bajo la manga, es el magno recurso que le salvará el pellejo a tanto político falso, que ha defraudado su juramento, de cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela; sumiéndola en el caos. Ciegos y sordos ante el clamor popular, de los hombres y mujeres de la patria, de la ciudadanía, que quiere paz, justicia, y vivir en democracia. Ya basta de tanto odio, estamos arrastrados por sendas maquinarias que solo se afincan a resolver asuntos coyunturales de una gestión política, desgastada, que se repite, y no logra revertir esta situación ya de por sí extenuante. Porque así lo quiso Chávez, votamos por ti Maduro, porque continuaras el legado del Comandante Presidente, que se profundizaran los cambios, se cumpliera el Plan de la Patria, el Golpe de Timón, apoyaras a los Consejos Comunales, a las Comunas, transfirieras más poder al pueblo. En cambio, lo constituido se constituyó en constituyente, y a cada paso del pueblo, se le montó una instancia burocrática, menguando en el tiempo el impulso de lo que debe terminar de nacer.

En este ambiente caldeado, cada vez más tenso, conflictivo, de adicciones desbordadas por una polarización que lejos de buscar soluciones, intensifican búsquedas no legales, nulas de cualquier legitimidad, por más excusas que se esgriman; nada justifica esta situación que la derecha, usando y abusando de las estrategias que trazó la izquierda venezolana en sus luchas contra los mismos sectores que hoy, disfrazados de pueblo, solo aspiran a volver a echarle mano a los inmensos recursos que inundan a Venezuela, pero que están siendo mal administrados, para comprar a individualidades sin conciencia, que viven como vaya viniendo. La historia no se repite, quienes así piensan son los que se han beneficiado del usufructo de los recursos públicos, en nombre de buscar satisfacer las necesidades del pueblo, esperanzas que solo constituyen eso, un tejido de ilusiones que el pueblo acepta cuando hay pan. Hoy el juego está trancado, y todos estamos buscando las llaves del candado. No negamos que hay una situación exterior, pero siempre ha sido así, y solo será conjurada la guerra mediática sí y solo si se respetan las garantías constitucionales y colaboramos en su cotidianidad.

Para nadie que se dedique al análisis de la realidad nacional, puede esconder el bulto ante los grandes desafíos que tiene hoy la política, la economía y la sociedad. La cuerda se tensó al límite, los dos extremos jalando para sus intereses, y en el medio el pueblo que hace malabarismos y echa mano de cualquier recurso, se las ingenia para sortear lo sobrevenido. El país lleva rumbo incierto, los cálculos no dan sino un mínimo margen, muy estrecho para maniobrar sin que se llegue al rompimiento total, entonces sí estaríamos entre la espada y la refriega; ante tales salidas, pues asume quien tiene más poder de fuego, antes que se encienda la mecha de una guerra civil, o ambas a la vez, he ahí la paradoja. El territorio seguirá donde está, los recursos darán para lo que reste, entonces se pondrá orden, la democracia estará engavetada, solo se hablará en voz baja, y esperar órdenes, decretos y mandatos; un escenario nada extraño para quienes tengan memoria y la usen como herramienta real. Imponer las cosas y pretender que aquí no está pasando nada más, que todo está controlado, y los partes señalan parte de lo que conviene a la militancia, cuando presenciamos por los medios enfrentamientos entre hermanos, entre parientes, entre venezolanos de un mismo hogar, de la misma familia; pero con pensamientos opuestos, también diferentes. Es el dilema de la mayoría de las personas honestas, formadas, profesionales, técnicos, obreros, que cumplen con el país y que gracias a ellos y a ellas se mantiene a flote el Estado.

Nuestra heterogénea sociedad, implantada, trasvasada por un mestizaje, biológico y cultural, que se ha levantado y se forja cada día, en un cruce permanente, continuado, superando errores cometidos, todavía a tiempo de volver al compromiso de sentarnos alrededor de una mesa, de espacios públicos multitudinarios, donde estemos todos, nos podamos mirar a los ojos, nos podamos decir las cosas, hablar, discutir los asuntos que nos separan y, sobre todo, aquellos que nos unen. Cambiar este estado de cosas hipertrofiados por la negatividad, todos tenemos que ceder para avanzar, los indios, los blancos, los negros, los mulatos, los pardos, los rojos, amarillos, azules, verdes, pues todos y todas. En nombre de Dios, de Bolívar, de la madre patria, de la República, llamemos a la conciliación entre los venezolanos y las venezolanas, entre todos y todas quienes han escogido a Venezuela como su hogar. Pongamos todas las mejores intenciones, los mejores deseos de amor y prosperidad; dejémonos de ambigüedades y pensemos serenamente, qué podemos hacer para colaborar con la patria, con el país, con la nación, exijámosle al Estado que actúe y responda a sus electores, a todos y todas los que votamos para que fuera electo, y a los que votaron en contra, falta un año para convocar a elecciones presidenciales, hemos llegado hasta aquí, no podemos esperar un poco más, sin forzar la barra, trabajar para que verdaderamente cambiemos las cosas en beneficio de los más pobres, los más necesitados, los ancianos, los niños, las mujeres y hombres con graves problemas de salud, de desnutrición, de impedimentos físicos, sin viviendas, sin trabajo, sin servicio; sin seguridad en general. Esas son las verdaderas prioridades que tiene el país, gobierne quien gobierne debe garantizarlo, pero tenemos que aprender a ser más diligentes, más sensatos, más eficaces y eficientes; haciendo contraloría, señalando a los responsables de los perjuicios que ocasionan contra el tesoro de la nación, contra los bienes públicos, que pareciera que a nadie le duelen; como si las instituciones fueran un patrimonio de un gobierno tal o cual.

Detengámonos solo por un momento, respiremos calmada y profundamente, pensemos y traigamos a nuestra memoria las imágenes vistas muchas veces en la escuela, en la televisión, en el cine, en los libros, sobre nuestra historia. De aquella entre patriotas y realistas, luego con los criollos contra los mestizos, después republicanos y federales, entre autócratas y liberales, siempre entre bolivarianos y los que se inclinan por otros héroes, algunos incluso exógenos. Acaso no es tal lo que hoy se vive entre estas turbulencias, entre estos hondos presagios de llamados a intervencionismos extranjeros, de fuerzas y coaliciones que bajarían como una oscura tiniebla sobre la patria, llenando de sombras y percances a las familias. Sabríamos cuando ha comenzado, y luego ni las lágrimas, ni las quejas serían alivio para una hecatombe. Arrasarían con todo, no dejarían empresa en pie, saciarían toda su sed de venganza contra el pueblo venezolano, se repartirían las instituciones, asumirían el poder total, lo controlarían todo, nos pasarían por encima como aplanadoras. Luego, para descargo ante los mismos organizamos internacionales que los auparon para inmiscuirse en nuestros propios asuntos, dirían que preñados de buenas intenciones, hay daños colaterales por los que se excusan, mientras los campos de concentración se multiplican.

Se nos olvida que acabamos de refundar la patria con la V República, dónde está el nuevo hombre, la nueva mujer que está pariéndola. Está en plena vigencia o alguna conmoción magna, suprema, impide que se ejecute, de nuevo se apela a los Juan y Juana Bimba, hoy de plenos derechos y con deberes, con una participación como nunca antes se conoció, incluso para que los radicales que se creen con esos derechos y más, agreden, asesinan y destruyen los bienes y muebles de la nación, ni de Maduro, ni de ninguno en el gobierno nacional, estadal, municipal, parroquial, sectorial o local. Nunca fue tan protagónico, de hacer, de decir, de llevar y traer, de hacer o no hacer, como le venga y convenga; una democracia con todas las garantías para el pueblo, para los de clase media, para los ricos, que como nunca han tenido, despilfarrado, expatriado capitales, raspado cupos, solicitado remesas, pedido para importar y sin importarles que no importen, ahora, como no hay, porque el petróleo está en cuarenta bolívares el barril; entonces es el Presidente el que no sabe gobernar, porque destruyó la economía, es decir la piñata, de donde todos obtienen y quien más abarca, más aprieta. Puro rentismo, extractivismo e importación.

Que tiene el texto constitucional en el contexto de sus instituciones políticas, es que solo sirve para hacer política, para ganar y ganar, arrebatar y arrasar. Y qué hay de las garantías expresadas, taxativas, su fundamento democrático, los frutos normativos, el orgullo de la mejor Carta Magna del planeta, inspiración de demócratas y republicanos. Se despertó la conciencia venezolana, el amor en los tiempos de la aurora del nuevo Estado, más social, inclusivo, de justicia y de derecho, de libertades públicas, de educación, cultura, de formación en valores éricos, de una moral del tamaño del pico Bolívar. Donde está la Venezuela potencia, la que soñamos, la que con criterio se expusieron por más de quince años. Dónde está Chávez, donde quedó su ejemplo orientador, su guía, su moral como punta de lanza para derrotar las adversidades, su punto y su círculo trascendente al ser de cada uno, de cada una, dueño y dueña de su existencia, de su libertad, de la igualdad ante la ley, al derecho de hacer todo lo que está garantizado, pero que nada, hacer el bien sin mirar a quien, obligación humana para el beneficio mutuo, generación tras generación.



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Franco Orlando


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