Miércoles , 22 de junio de 2022.- Si quisiéramos establecer algún tipo de clasificación de las diversas formas o tipos de sociedades o agrupaciones humanas estables y organizadas que pueblan o han poblado a nuestro hermoso y maltratado planeta azul, podríamos utilizar numerosas categorías.
Territorio que ocupan, número de habitantes, poder económico, importancia histórica, tipo de gobierno, poderío militar, nivel de vida, avances científicos y tecnológicos y como solía decir mi amigo Carlos: y pare usted de contar.
Ya los veo, leyendo y pensando a cuáles de ellas yo le apuntaría, qué otras le añadiría si este fuera el objetivo de un ejercicio, pero no lo es, pero igual, se los dejo como tarea.
Dentro de ese numeroso y variado universo de posibilidades afloró, no me pregunten cómo o por qué, no lo sé, apareció la categoría de Sociedades Delirantes y apareció sola sin su antagonista lógica y necesaria.
Una sociedad delirante, como la nuestra, es una sociedad que enfrenta su realidad y adopta decisiones fundamentales para la vida de sus habitantes bajo la luz de un delirio constante, es una sociedad enferma y atrapada por el inmediatismo, su concepto de realidad está deformado por un prisma delirante, que le impide ver con claridad y no le permite desarrollar una autocrítica sana que le dé la oportunidad de evolucionar.
El delirio permite e induce el desarrollo de situaciones donde predomina la confusión y el autoengaño, a quienes viven bajo su sometimiento no les está permitido, bajo ningún concepto, la aceptación de lo que el resto de la humanidad llamamos críticas constructivas.
Si la epidemia es colectiva y de alta trasmisión quienes a él se oponen u osan criticarlo, así sea en voz baja, caen automáticamente en la categoría de enemigos.
Ese no sabe lo que está diciendo, lo que tiene es envidia.
Y comienzan con la burlita y a descalificar a quienes dicen algo en contra de ese actuar desenfrenado y no participan del aquelarre delirante.
Está bien, armen su guachafita, búrlense, descalifiquen, hagan lo que gusten, zambúllanse en el delirio, pero, por favor, hagan un alto en la fiesta delirante, piensen un poco, analicen las posibles consecuencias de sus decisiones, de sus actos, reflexionen y si pueden, reaccionen.
Afortunadamente no todos estamos dentro de esa categoría, aún cuando quienes están bajo su hechizo tienen una presencia exagerada en la vida del país.