En más de una oportunidad le hemos escuchado al presidente Chávez el planteamiento acerca de la necesidad de que aparezca en Venezuela una oposición sensata, democrática, con la que se pueda discutir o analizar los grandes problemas del país. Así mísmo, destacados analistas de la realidad socio-política venezolana, como es el caso del Dr. y periodista José Vicente Rangel o del lic. Eleazar Díaz Rangel, también, en reiteradas oportunidades, han insistido en la conveniencia que emerja una tendencia política opositora democrática que sirva de contrapeso, que cumpla una función contralora del gobierno bolivariano.
A nuestro entender tal requerimiento tiene extraordinaria vigencia. Muy a pesar de las opiniones extremas que, ciertamente, en el campo revolucionario, se hacen escuchar en el sentido de que es una condicionante para el avance del proceso bolivariano que las fuerzas del cambio, copen todo el escenario político, fundamentándose en la idea de que hay que imponer, a como de lugar, una nueva hegemonía sobre la sociedad. Consideramos que el proyecto transformador socialista bolivariano se ha venido desenvolviendo en el marco de una coyuntura en la que, a pesar de las tensas situaciones que nos ha tocado vivir generadas por factores internas y, particularmente, por factores externos al país, lo concreto, lo real, es que se ha podido desarrollar signado por unas características intrínsecas, especificas, por demás innovativas que tienden a orientarlo a largo plazo, como una experiencia nítidamente democrática, pacífica, en la que el juego político de los diferentes actores puedan expresarse libremente con la sola limitación que marcan las leyes. Es en ese largo plazo donde se irá construyendo la hegemonía revolucionaria, sustentada en el asentamiento, es decir, en la asimilación por parte del pueblo, como sujeto político, de las transformaciones económicas, sociales, políticas y, naturalmente, culturales, que se vayan operando. Claro esta, esto será así, en la medida en que el imperialismo y sus lacayos no pretendan “darle una patada a la mesa”; en dicho caso la estrategia revolucionaria, forzosamente, tendría que concebirse en base a una nueva realidad.
Ahora bien, ¿será posible el surgimiento de esa oposición?, que este dispuesta a navegar una larga travesía, con todos los vientos en contra, a cruzar el desierto sin contar con el maná celestial (o imperial). Por supuesto que hay suficientes elementos como para ser pesimista. No se avizora en el campo opositor ni un equipo dirigente, ni un liderazgo emergente capaz de trascender la estrechez de miras, ni el enanismo teórico – político, ni la endeble formación intelectual de quienes fungen como voceros o guiaturas de la actual oposición al proyecto bolivariano; alcanzar la estatura política e intelectual de Betancourt o de Caldera les resulta cuesta arriba.
Mientras esta oposición al proceso bolivariano siga concibiendo a la Venezuela actual al borde del desastre, con una economía sin rumbo preciso, con empresas cerrando por doquier, con una producción petrolera ficticia o regresiva, con una acuciante escasez de productos alimenticios sin ponderar el papel que en ello juegan los manipuladores y acaparadores, con un crecimiento desbordado de la economía informal y un aumento desmesurado del desempleo, con una inflación que consideran galopante, con una pobreza que observan en aumento creciente, con un deterioro progresivo de los servicios públicos, con una inseguridad ciudadana que atosiga a la gente, sin avances en educación y salud y sin inversiones significativas en viviendas e infraestructura. Y, además, considera esta perspectiva opositora que , en el país no hay libertad de expresión, la libertad religiosa esta amenazada y la represión gubernamental se acrecienta desmesuradamente violentando de manera permanente los derechos humanos. Aunado a todo ello, según esta versión virtual y de medias verdades, que el país esta gobernado por un cuasidictador que, por un lado se solaza regalando en el exterior los recursos de los venezolanos y, por otra parte, tiene el atrevimiento de perturbar y poner en peligro las tradicionales y amistosas relaciones que se han mantenido con los gobiernos estadounidenses y que al estrechar los vínculos con Cuba marca una tendencia que conlleva a la instauración de un régimen comunista, conculcador de libertades y del sacrosanto derecho a la propiedad privada.
Al entramparse en esta interpretación apocalíptica de la realidad socio – política, la oposición venezolana actual no podrá transcender la elemental línea de actuación que ha venido desarrollando desde que Chávez asumió la dirección del país. Más torpe e ineficaz para sus intereses y propósitos de retornar al poder no ha podido ser. Al oponerse de manera obcecada a la propuesta de Reforma Constitucional e identificarse, contradictoriamente, con la Constitución Bolivariana que hasta hace pocos meses adversaba acerbamente, queda en evidencia el talante de una oposición que, por lo demás no ha podido presentar un proyecto de país alterno al bolivariano.
Esta aturdida oposición venezolana actual, conformada por estudiantes provenientes de sectores pudientes, jerarcas eclesiásticos, estamentos académicos, directivos de gremios profesionales, propietarios y acólitos de los grandes medios privados de difusión, cúpulas empresariales, militantes de los autoliquidados partidos políticos opositores, no tiene disposición para reformarse, al contrario, cada vez se deforma más. Su vocación histórica es, particularmente, inexistente. Es predecible, es decir, fácilmente derrotable.
Desgastaron el capital político que se manifestó en los primeros años del proceso bolivariano. La única fuerza real que les queda es la que le puedan brindar desde el Norte. Es una oposición dependiente cada vez más ganada para acertar el monitoreo de los sesudos analistas bushitas; que, por cierto, son así mismo, ejemplares caracterizados de una ostensible incompetencia en su desenvolvimiento en el acontecer político mundial; con la prepotencia imperial que los identifica solo saben apelar a la fuerza bruta del garrote para someter y controlar a los pueblos. Los tiempos de la zanahoria de Roosvelt, Kennedy y Clinton se han distanciado de la Casa Blanca dando paso a una élite dirigente de la peor calaña, que tiene en la familia Bush su más excelsa expresión; en consecuencia con estos mentores e inspiradores qué podemos esperar de la confundida y desnacionalizada dirigencia opositora venezolana.
(*) miguelugas@yahoo.com
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