El país que soñamos ver

Apostamos porque mañana comience un nuevo país, uno mejor, más claro, donde ya no quepan las desigualdades y donde la impunidad no tenga espacio. Esperamos que después de la jornada de hoy, aparezca por alguna parte la justicia y comiencen a repartirse las responsabilidades que a cada quien corresponda por esta sociedad doblada de odio.

Ojalá el amanecer de mañana nos devuelva a una población que, aún siendo minoría, respete y reconozca que el contrario ganó limpiamente; que no es verdad que hubo fraude como querrán hacerle ver; aspiramos a que comprendan que la población se reparte en espacios muchos más amplios que los centros comerciales o las urbanizaciones donde nos movemos y que más allá de esos cerros que vemos en la distancia, hay un enorme conglomerado humano que sufre, siente, padece y carga sobre sus espaldas el peso que la indiferencia y el desprecio que los que se sienten superiores le arrojan encima. Esperamos que dejen a un lado la arrogancia de clase y acepten de una vez por todas que el otro tiene ahora el turno de la historia.

Esperamos que el mañana que vamos a escribir hoy signifique que comenzamos a reconstruir otra patria, distinta, más humana, más comunitaria, menos individualista, más solidaria, menos egoísta. Para que eso sea posible no sólo es necesario que cada quien se exprese en las urnas, sino que se respete el contrario y se le reconozca el derecho a disentir. La única condición para ejercer ese derecho es hacerlo con decencia, con altura, con hidalguía. Manipular no es disentir, es hacer trampa con la verdad; es maniobrar con la conciencia ajena. Eso es inmoral. Traicionar no es pensar distinto, es vender los propios ideales por razones oscuras; es faltar a uno de los principios más nobles de la humanidad: la lealtad. Engañar no puede tenerse como una herramienta para disentir porque se pierde lo fundamental: la razón.

Esta noche nos van a decir que hubo fraude y comenzará de inmediato el desfile de plañideras ante los micrófonos de la prensa internacional. El espectáculo hacia fuera ya está montado y lo conocemos de tanto verlo. Ojalá esa minoría respetable que sigue ciegamente los dictámenes de las cámaras de televisión, termine por aceptar que las cosas cambiaron y que le corresponde también asumir su parte en el compromiso de hacer patria. Que entienda que ya basta de tanto empujar para que las cosas nos salgan mal como país porque, si no es así, al final compartiremos espacio en el precipicio.

Esa nueva nación que está naciendo tiene que acabar con el miedo y con el odio; tiene que expurgar la rabia de las entrañas de la sociedad y exorcizar los demonios para que agarren sus maletas y crucen de una vez la frontera. Ese país tiene también que ponerse los pantalones para acabar con la corrupción y con la inseguridad, sus inmediatos retos. A partir de mañana deberían quedar prohibidos los manejos dolosos, las vivezas, las trampas, las comisiones pero también tiene que acabarse la manipulación de la información, la mentira, el engaño mediático. Es mucho el trabajo por hacer. Sin prisa pero sin pausa, pongamos manos a la obra.

mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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