¡Ninguna! No le ofrece nada. No hemos sabido incluir a esa clase en la oferta socialista, y aceptamos una tonta razón para explicar la fuerza de su voto opositor: “tuvieron mayor capacidad de movilización que nosotros” ¡Por favor! No seamos tan indulgentes con nuestras propias omisiones, que ello ni rectifica ni reimpulsa.
Jesse es quien ha aceptado mejor la culpa: “no supe llegar a la clase media con mi mensaje inclusivo”. A este camarada lo percibo sincero y seguramente sintió lo que decía, pero pregunto: ¿cuál mensaje inclusivo? No oigo, ni leo, ni percibo ninguno; por el contrario, hemos sido ofensivos con esa clase y la hemos excluido. ¿Debemos extrañarnos entonces de su voto opositor?
Si aún está en tapete la “rectificación”, este es asunto que deberíamos rectificar. Fíjense bien: la revolución socialista, modalidad siglo XXI, debe ser esencialmente consultiva, participativa, protagónica e inclusiva. No tiene sentido convertirla en la insurgencia de una clase, sólo para destronar a las otras y ocupar su lugar. Este fue planteamiento del siglo XIX que hoy no aplica. La realidad de la interconexión entre clases, culturas, razas, pueblos y naciones del mundo de hoy, haría esa revolución decimonónica impracticable e injusta. El mundo actual es complicado y requiere de colaboración, no de antagonismo y odios; por ello debe “incluirse” y no “excluirse”; llamar a la cooperación y no a la división. Por otra parte, ¿sería éticamente válido dar poder a una clase por encima de las otras? ¿No sería esto repetir a contrapelo, lo que tanto criticamos?
Estas reflexiones las ofrezco a discusión por dos razones: la primera es porque nos toca definir el Socialismo Bolivariano ó Siglo XXI y no lo hemos hecho. Propongo como una de sus premisas, la inclusión de todas las clases sociales en cooperación, para lograr plena justicia y bienestar social. ¿Imposible? Pero bueno, ¿no estamos en revolución? ¿Eso no significa cambio de lo establecido y adopción de nuevos paradigmas? ¿O revolución es devolverse dos siglos? Y la segunda razón es la actual coyuntura de la propuesta de enmienda. ¿No vamos a invitar a la clase media a que nos acompañe en aprobarla? ¿Vamos a dejarle esa población a la reacción, la que por cierto tampoco nada les ofrece? La necesidad de invitarla existe y la posibilidad también; sólo me pregunto a esta altura del escrito: ¿tendremos la inteligencia y la voluntad?
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