Unas líneas para Chávez

El triunfo del Sí el domingo fue indiscutible, lo suficientemente amplio como para no dejar lugar a dudas acerca de su legitimidad y transparencia. Sin embargo, estuvo matizado de la inconformidad que producen las costuras demasiado visibles, como para pretender esconderlas bajo el saco.

La primera lectura, la obvia, es que la brecha se ha acortado. Las explicaciones que no quieren profundizar mucho, se quedan en la razón simple de que diez años producen un desgaste natural. Si ésa fuera la única, entonces ese determinismo implicaría que el gigantesco esfuerzo del referendo fue en vano, por cuanto el chavismo estaría condenado a mermarse indefectiblemente. Y eso sería una sentencia anticipada para la revolución. El análisis tiene que ir mucho más allá.

En lo personal, sentí alivio cuando se concretó que la diferencia no sería abrumadora.

Esa aparente estrechez le tiene que significar un bajón al inflado ego del Presidente. Lo obliga a pisar tierra, a no creerse invulnerable ni a permitirse pensar que su carisma y sus incuestionables cualidades como estratega, le garantizan un triunfo indefinido. Ese aterrizaje lo fuerza a revisarse a sí mismo, a autoaplicarse todas las "erres" que con dureza demanda de sus seguidores. Empezaría por sugerirle que comience a hablar en un plural que sea inclusivo, que contenga en un "nosotros" la percepción de que el proyecto de país lo conduce un equipo y no un hombre en solitario, que en ocasiones roza los límites de la megalomanía. A muchos nos gustaría escuchar que aquellas antipáticas frases de "se me ocurre que" o "decidí que", vayan siendo sustituidas por un lenguaje que considere que en esta tarea está embarcado un montón de gente, que no discute su liderazgo, pero que necesita reconocimiento.

Esa revisión pasa por permitir que crezcan los voceros alternativos, aquellos capaces de convocar voluntades para el trabajo que no necesariamente requiera el concurso del Presidente.

Si el transcurrir del tiempo ocasiona desgaste, la excesiva exposición también. Cansa, aburre y sumerge a la población en un inaguantable mar de pasiones que van desde el más que amor, frenesí, hasta el odio más intenso e irracional colectivo que hayamos padecido. Basta también de insultos, de hacer apología de la vulgaridad. Menos verbo y más acción. Menos amenazas y más concreción.

Los reclamos del pueblo chavista se centran en dos fundamentales: que la vida de ellos, como la del resto de los venezolanos, no siga siendo amenazada por la inseguridad, y que la ineficiencia del gigantesco Estado y su respectiva burocracia, permita que de verdad la revolución les alcance. Demasiado dinero está depositado hoy en las cuentas de los bancos y poco invertido en hacer que el agua llegue por tubería a los barrios o a las zonas rurales. Menos carros y más ladrillos, menos basura y más camas para los hospitales.

Es la hora del sacudón chavista, el tiempo de meter preso a los corruptos, hoy convertidos en lo que la oposición denomina "los boliburgueses".

Esos seis millones de venezolanos leales que han asistido quince veces a las urnas, demandan un giro radical. Se lo merecen. Después será tarde.


Mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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